Arcano Literario
Mario Luis Altuzar Suárez
¡Felicidades, mamá! En el astral tus 97 años Clara Luz Suárez López
...y se encueró para subirse a su moto!", expresó entusiasmado al amigo de los planes y proyectos de subirnos a los caballos de acero para viajar por carreteras, senderos y caminos sinuosos. Miro sus ojos desorbitados y la quijada paralizada por lo grande que abrió la boca. Interrogó la razón y balbucea: "¿Se, se, se desnudó? ¿Y así salió en su moto? Lo había visto en películas, pero en corceles con una exquisita figura de Meche Carreño. Aunque en realidad, se remonta a la historia inglesa del Siglo XI, con Lady Godiva. ¡Hacia honor a su nombre: Godgifu por ser un 'regalo de Dios' a la vista de los plebeyos de Coventry! Aunque era una protesta contra su marido, Leofric, conde de Mercia, por la sobre explotación del pueblo. ¿Pero en motocicleta?".
Es imposible contener la carcajada: "¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!". Se irrita: "¿De qué te mofas?" Y respondo a la paradoja de su gran nivel cultural con la reducida percepción de su léxico. Antes que me interrumpa le explico: "Entiendes encuerarse como desnudarse y en mi narrativa es vestirse con ropa de cuero, por lo que en lugar de decir que se viste la imagen es ¡encuerarse! Ponerse una chamarra, pantalón, guantes y botas de cuero o piel resistente de vaca que protegerán como una armadura, la fragilidad del cuerpo en una eventual caída".
Me dice: "Ya me habías espantado porque..." Le atajo: "La sentencia bíblica es clara: 'para los corrompidos e incrédulos nada es puro'. Aunque esta disgregación me lleva a precisar la imagen de mi abuela, que, a sus noventa y cinco años, hurgó en el desván hasta encontrar un casco militar de la Primera Guerra Mundial, con la imagen de la mitad derecha de un cráneo a la mitad y una cruz con una rosa, encerrados en algo que no era círculo, ni cuadrado ni... ¡bueno, no importa! Y en honor a la verdad, no era ropa de cuero sino un vestido de punto de cruz del cuello a las muñecas y tobillos, con botonadura al frente..."
Suspira el interlocutor al susurrar: "¡Ah, bueno! Así suena mejor. O como diría mi madre: Así si baila mi hija con el Señor. Y seguramente, tampoco existió la motocicleta. ¿Me equivoco?" A lo que acepto a medidas: "Efectivamente: ¡no era una motocicleta! Era una motoneta con la facilidad de subirse sin tener que montar. Con manubrios cortos para no forzar los brazos..." Interrumpe: "¿Ya había motonetas en la Primera Guerra Mundial?" Y le explicó que sí. Añado: "En 1902, inventó el francés Georges Gauthier, lo que se llamó en un principio como "auto sillón", provisto de una estructura de cuadro abierto, un asiento y una plataforma para los pies en la que el conductor se apoya, sin montar a horcajadas sobre parte alguna del motor. Fueron muy útiles en las dos Grandes Guerra para las enfermeras y voluntarias por la sencilles de la transmisión manual con el control de cambio de marchas y embrague integrado en el manillar izquierdo".
Lo veo serio y en silencio. Pienso en lo que estará tramando. Y suelta: "Y han evolucionado, por lo que seguramente evolucionarán en la Tercera Guerra Mundial y.…" Le cortó la narrativa: "Será difícil. La Tercera Guerra Mundial tendría una duración máxima de siete años, en donde los supervivientes desearán la muerte, por la radiación y contaminación de las armas nucleares que hicieron acto de presencia en el terror mundial el 6 de agosto de 1945 en Hiroshima".
Después de unos minutos de silencio, aspiramos fuerte y escucho su duda sobre la causa que impulsó a mi abuela a subirse a su motoneta. Simple y llanamente reinició su guerra personal para romper las cadenas imaginarias que le sometieron con dogmas sociales de su lugar en la cadena de producción política. "¡Y buscó su libertad con el gesto determinado en la firmeza muscula del rostro ajado por las arrugas de los años!"
Emerge del fondo de su pensamiento la natural interrogante: "¿Cuánto duró su viaje?" Encojo los hombros, y hago un puchero para musitar: "Todavía sigue en su periplo". Incrédulo señala que es imposible, ya que, de ese momento a la fecha, ha pasado mucha agua bajo el rio. Le miro a los ojos al apuntar: "¡Sí! Hace mucho tiempo que se liberó. Y nos deja tranquilos que, en el sidecar de la tercera llanta de la motoneta, iba bien protegida". Casi sonríe al decir que no se fue sola y tenía compañía. Respondo: "¡Si! Su gato Merlín, de pelaje negro y su arma de alto calibre con la amarilla mirada decidida de cumplir su misión".
Casi grita al reclamar que lo estaba choreado y extraigo una fotografía en blanco y negro para confirmar mi relato y en medio de su vacilación, quiere convencerse así mismo: "¡Esto es Photoshop!" Niego y con firmeza la indico: "¡Es inteligencia artificial! La diosa del presente de nuestra colectividad global en donde las mentiras se aceptan como verdades y la verdad es peligrosamente mortal para quien la expresa".
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México, 7 de agosto de 2025.
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