Arcano literario
… ¡chuik!... ¡Muámwah! Sonidos salivosos en que sellan la promesa de un lado: ¡volveré! Y en reciprocidad La frase: ¡Te esperaré! Con la súplica a la Divinidad de que se cumpla, empero…sin saber cuántos de esos marinos asomados en los portillos conocidos como ojos de buey, honrarán su promesa, y vven en realidad, el último beso y algunos afortunados regresarán reducidos a un número en bolsa de plástico y otros, en simples reportes de desaparecidos en el campo de batalla porque, los sobrevivientes, desearán haber muerto en la guerra al sufrir trastorno de estrés postraumático (AARP) que le escamotea su heroísmo y aterrorizan a la resignada esposa, novia, amante, hincadas en este momento, allí, en el muelle en que está atracado el insensible barco.
Los sonidos salivosos de ¡chuik!... ¡muámwah!, crean una atmósfera de candorosa esperanza en este emotivo momento que ciega, que impide percatarse de que son mutiladas las parejas, desprendidas uno de otro, de dividir para individualizar el sentimiento doloroso de la despedida al ser despojados ambos, de la feliz convivencia cotidiana, ahogada por las sirenas marinas tan nostálgicas como el dolor en las entrañas a causa del presentimiento interrogante: ¿Y si no volvemos a vernos? Y se obligan a estrecharse fuertemente de las manos en los hombres ante la imposibilidad del último abrazo y las notas marciales en la radio con la fuerte e impactante voz masculina a duo con la femenina en el repetitivo slogan, frase del lugar común en el patrioterismo inyectado como metanfetamina en la sangre para acoplar su fluido en la oquedad de los conceptos de” proteger y defender a la patria en cualquier momento, en cualquier parte del mundo, en cualquier tiempo”… establecidos caprichosamente en la comodidad de las oficinas de los políticos al servicio de las grandes ambiciones económicos, y tan ajenos al sentido de que cada marino, cada soldado, es una vida con historia, con sueños, con amor, con el valor intrínseco de contribuir al equilibrio de la especie en la tierra y de los universos.
Y la imagen es repetitiva, sistemática, como esa fotografía en blanco y negro que bien podría titularse “El último beso de los soldados estadounidenses en un buque antes de su despliegue en Egipto”, de 1963 que captura Roberto Borra de la Italian Navy, cuando se intenta controlar al golpista egipcio Gamal Abdel Nasser y sus doctrina pro soviética. Imagen que la encontramos en diferente forma pero el mismo fondo en cuando menos ciento cuarenta o más conflagraciones entre naciones de diferente sino y doctrina, y en los innumerables conflictos internos de aprendices de sátrapas, tiranos, disfrazados de presidentes y que lo miso representan a la Dictadura del Proletariado que a la Dictadura del Capital, en la convergencia de proletarizar a la mayoría en la igualdad esclava de la pobreza, el hambre y la muerte de parte de una minoría resentida y avariciosa, que se sienten infalibles así como inmortales y en realidad, son la execrable representación de la miseria humana que más temprano que tarde, alcanzarán a los que condenaron a muerte en la hoguera de las vanidades del camposanto.
Empero, difícilmente disfrutarán de saborear los salivosos sonidos chuik!... ¡Muámwah!, de la esperanza, porque, simplemente, despiertan ambiciones en su entorno, en sus herederos sumidos en la diabólica interrogante: ¿Hasta cuándo? ¡Ya respira nuestro oxígeno y se gastan nuestro dinero!
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