Arcano Literario
Mario Luis Altuzar Suárez
…nuestro Gran Señor de la Cueva, solicito su Gracia”, dice
el hombre de metro cincuenta, hincado en el piso de tierra frente a una inmensa
brillante cabeza serpental con ojillos que lanzan sus rayos amarillos al
interior de la oquedad de la cañada de cincuenta grados de inclinación.
El temor invade el delgado cuerpo del hombre al escucharse
el rashhh, rashhh, rashhh, del enroscar y desenroscar los dos metros del
cilíndrico cuerpo. Aprieta los ojos el visitante, como un exorcismo que evite el
sacrifico sagrado de abandonar la vida para saltar a lo desconocido. Piensa ilusamente
que, si no mira lo que sucede en el entorno, entonces no existe, como si al apretar
los párpados y la mandíbula, tuviese el sortilegio de hacerlo invisible y,
pues, evitar convertirse en el platillo degustador del anfitrión.
Un coloquio mental interesante entre dos seres tan
distintos, tan diferentes, con el resultado exitoso para suerte del huarachudo
color de barro, que recoge su sombrero de palma y empieza a caminar lentamente,
hacía atrás, sin darle la espalda a su reptiliano visitado y también, sin
mirarlo, incluso cuando cruza la oquedad del ingreso.
Frota los ojos para acostumbrarse al sol de mediodía con sus
cuarenta grados a la sombra y aspira profundamente y restaurar el equilibrio en
los signos vitales. Exhalar con fuerza, arrojando el miedo de haber jugado en
el límite de la muerte con la fortuna de haber ganado, por lo
menos el derecho a seguir vivo.
Metros debajo de la cañada lo esperan varios hombres
vestidos pulcramente con trajes de casimir inglés. El líder le grita: “¿Cómo le
fue a mi empleado favorito?”, a lo que responde que pueden proseguir con la
construcción de casas dúplex e individuales con edificios de tres pisos de concreto
precolado en el lado contrario de la cañada por donde serpentea el rio.
Recibe la promesa de una buena recompensa al liberar un
proyecto millonario de los fraccionadores que destruyen la selva Lacandona,
ignorantes de que atentan contra el tercer pulmón de la humanidad y sin el
mínimo respeto a la fauna y florar y devastan el hábitat de los seres de la
Cuarta Dimensión que se defienden.
Así, muchos albañiles, los obreros de la moderna construcción,
sin razón psicológica o alcohólica, subieron a la azotea de los edificios y ¡se
tiraron de cabeza! La mortandad sin cuenta, alejó a los trabajadores y después
de medio año de retrasos, el velador sugirió que se pidiera permiso a los inmortales
dueños del lugar.
Por sus conocimientos empíricos de chamanismo, le comisionaron
para ser intermediario ante los seres desconocidos. Y así, fue como se aventuró
a visitar a nuestro Gran Señor de la Cueva, para solicitar su gracia. ¡Le fue
concedida! Y en honor a sus facultades el fraccionamiento de denominó Valle
Dorado.
Tuxtla
Gutiérrez, Chiapas, México, 13 de abril de 2023
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