jueves, 6 de abril de 2023

Traslúcido ©, Cuento

Arcano literario


Mario Luis Altuzar Suárez

…una azotea de Barcelona que bien puede ser de cualquier parte del mundo. Fue por allá de 1930 y bien pudiese ubicar desde la profundidad de los tiempos a nuestros días. ¡Claro! Las formas son tan distintas pero el fondo permanece intacto.

Hay diferencias técnicas y casi, casi el mismo resultado del francés Joseph Nicéphore Niépce asociado a Louis Jacques Mandé Daguerre, que utilizó en 1826 una cámara oscura portátil en donde expone la luz en una placa de peltre recubierta de betún, y obtener la, considerada, primera fotografía conocida como “Vista desde la ventana en Le Gras”, a la cámara Stoelma de 105mm de 1922 del Eslabón Perdido de la Fotografía española, el barcelonés Antoni Arissa Asmarats que capturó ese beso en la azotea y protegido por las sábana del tendedero. Almacenó la cámara después de la Guerra Civil y el franquismo cierra cualquier posibilidad al arte y la estética de las calles cotidianas.

Emergen, empero, misterios ignorados por la 5G de la Internet con teléfonos celular de cámaras potentes que pueden penetrar intimidades o capturas gestos y actos a ¡todo color!, que era imposible en la “rapídísima” Stoelma que requería paciencia y conocimiento físico de la luz y la imagen, empero, logaron atrapar momentos periodísticos históricos, tan iguales y tan distintos.

Así, encontramos puntos de referencia para algo tan cotidiano y secuestrado en la diversificación y legalización de los gustos, que más bien serían, capacidades sexuales diferentes, expresado en la intensidad del beso. Nada que ver con el romanticismo colonial del Callejón del Beso en que une a Doña Carmen y Don Luis, los dos balcones separados por sólo 69 centímetros, atrás de la Plaza Los Ángeles, en el Centro Histórico de la Ciudad de Guanajuato, o esa frase del inglés William Shakespeare en la Escena III de su Romeo y Julieta: “Así, con este beso... muero”.

Vanagloriado por Gustavo Adolfo Bécquer en “El Beso” ambientada en 1863 en Toledo del Capitán francés enamorado de la estatua de Doña Elvira: “…sólo un beso tuyo podrá calmar el ardor que me consume”. No es casual, entonces, que mis parientes de 1922, mi abuelo en conquista gatuna, por aquello de las azoteas barcelonesas, estampara un beso, según la imagen de Arissa, ¡traslúcido! Apenas una silueta difusa, detrás de la sábana en donde se despierta la imaginación erótica y condenada en ese tiempo y… después de un siglo, sin cubrirse y a todo cinemascope, sin descontar en algunas ocasiones, la ausencia del pudor y el recato de las normas sociales, hoy tan molestas a la juventud.

Un triste repaso en mi pensamiento, de estos cambios atribuidos a los adelantos técnicos y científicos, aunque bajo sospecha de ser proyectados por un gobierno minoritario y oculto en las sobras, para apoderarse de los hábitos y costumbres que lleven a la humanidad a resignarse a la superficialidad de un beso con el culto al éxtasis sexual, superficial y ajeno a lo que se entiende por “amor”, como ese de mis abuelos que, en un beso, el primero, quedaba sellada la monogamia respetuosa de toda la vida.

¡Hoy, puede ser en cualquier cuarto de esos hoteles de quince minutos con jabones chiquitos! Cuándo bien les va, sino, bajo un puente o…

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México, 6 de abril de 2023

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