Cuento:
Por Mario Luis ALTUZAR SUÁREZ
…por “estas” fue que me salvé!, dice con sonrisa picarona al
momento de señalar con los dedos índices, su blusa de seda blanca que oculta
dos frondosos senos con el recuerdo de su belleza y después de unas carcajadas
que dejan ver la dentadura postiza tan necesaria a sus 84 años, cae en un
abrupto silencio y se endurece el rostro al recordar aquellos años en que sus padres hicieron lo políticamente correcto
para llevarla a la Liga de Muchachas Alemanas y entregarla al Estado en Berlín,
ese enero de 1945 en que la desinformación que pretendía apuntalar al imperio
soñado y que allende sus fronteras se desmoronaba.
Interrumpe su viaje al pasado la voz de un muchacho de 18
años: ¿A dónde se encuentra mi querida abuela? Y estira la mano derecha para
acariciar la escasa y blanca cabellera. La mujer gira el rostro y sonríe. Nada
mejor que los momentos gratos dentro de la dureza que le tocó sobrevivir.
Expresa con una sonrisa: Nada mi bisnieto preferido. A ningún lado me he ido.
Aquí sigo con ustedes.
Le piden que les platique alguna historia, de esas que
alegran al espíritu en una tarde nublada y con nubes cargadas de lluvia. Se
arrellana en ese sillón con motivos silvestres y empieza a reírse, a lo que los
presentes claman: ¡Ya, mamá! Cuente, cuente.
Frunce el seño y rememora: Cuando me llevaron a la Liga, mis
padres estaban muy orgullosos, primero porque acababa de cumplir diez años,
edad requerida para ingresar, y segundo, porque en ese lugar, me dijeron,
recibiría una educación digna de nuestra estirpe aria, para qué, al casarme,
fuese una compañera y no una esclava de mi esposo y antes de tener familia,
fuese ejemplo de nuestra doctrina nacionalsocialista.
¡Fue bonito! ¿No?, comenta una adolescente y añade: Yo
quisiera una escuela así.
Respondió casi en un grito: Lo dices por desconocimiento. La
Liga fue creada en 1933 como parte de las Juventudes Hitlerianas fundadas, a su
vez, en 1926, para moldear la mente de los cuadros al servicio de los dirigentes
del Partido, bajo una estricta disciplina militar en que se despojó de la
identidad humana y se adiestró el intelecto con el principio moral de que
solamente se debía servir al resurgimiento de la Patria humillada al concluir
la Primera Guerra Mundial.
Menciona: Una situación que observo con tristeza en México,
aunque en forma tardía, ya que Hitler se ocupó de crear sus mil reclutas, ocho
años antes de asumir el poder y cuando cayó Berlín éramos ocho millones cuando
menos. Y el mexicano inicia casi un mes después de haber asumido el poder un
programa similar aunque con otro nombre: Jóvenes construyendo el futuro. Los
mismo pero más barato, como dice el comercial.
Le interrumpe la voz de una jovencita: Deja eso bis. Cuenta
lo que te pasó. Responde: Escuchen dos anécdotas que se entrelazan. En la
primera mañana, nos levantaron muy temprano para el aseo personal y de los
dormitorios. Llegué al patio y en la formación, la instructora detuvo su mirada
en mi busto en el, ¿cómo dirían los jóvenes actualmente?, ¡ah, sí!: Escaneó mi cuerpo y vestido. Sonrió irónicamente
y comentó que era muy chistoso que el águila imperial, bordada en mi camiseta,
parecía ahogarse por mis pechos y pedía que no le pasara esa adversidad al Gran
Imperio.
Se iluminan sus ojos al rememorar; Mis condiscípulas rieron.
Sin embargo, desde febrero empezaron a convocar a las juventudes a servir en el
ejército. Y para el 15 de abril, me llama la instructora a su dormitorio. Con
dureza en la voz y el rostro, me informó que los soviéticos se encontraban muy
cerca de Berlín y la orden era enviar a todas las chicas de la Liga a reforzar
a los soldados, y ocultó mi nombre porque se había enamorado desde el primer
momento que vio mis pechos y su manera de ocultarlo era con las ironías- En ese
momento, dijo que como mi superior, ordenaba que buscara la forma de huir para
salvarme. Le pregunté qué haría ella, y respondió con voz casi quebrada: Aquí
tengo la pastilla de cianuro por si me atrapa el enemigo. ¡Huye! Y vive en
libertad, lo que yo no puede hacer. Esas fueron las últimas palabras y me
empujó a la puerta.
Añade: Y corrí, corrí, no sé realmente cuanto corrí bajo el
estallido de bombas, repiquetear de ametralladoras, ese olor de azufre mezclado
con el olor a la muerte de los cuerpos que veía y en algunos casos, los pisaba
sobresaltada, hasta caer desfallecida en medio del inició de la invasión roja,
al iniciar el 16 de abril.
Cuando despierta, un granjero de unos 15 años le llama
mentirosa. La somnolienta no alcanza a entender la razón de la acusación. Sencillo:
Al verla desfallecida ¡le gustó!… Bueno, se emocionó con la protuberancia
superior delantera. La lleva a un lugar seguro y por su timidez, baja el escote
la camiseta del uniforme de la Liga y descubre que el sostén ¡esta relleno de
ropa interior y papel de baño! Desilusionado acomoda todo en su lugar y cuando la
rescatada abre los ojos le grita casi en la cara: ¡Eres una mentirosa! A lo que
responde con calma: No te sulfures. Tranquilízate. Y si tienes paciencia,
seguramente tu sueño se haga realidad. Abrió tamaños ojotes y le expliqué:
Acabo de cumplir apenas diez años, y en la Liga, pues, recibimos tácticas de
sobrevivencia y los hombres caen siempre rendidos, sin defensa, ante el ataque
visual de un gran atractivo humano.
El adolescente concede la explicación, porque curiosamente,
a sus 18 años, era un líder de patrulla en las juventudes. Sabía que todo
estaba perdido y huyó cuando la encontró tirada. Se acercó al cuello femenino
para comprobar si había pulso. La coge de la mano y empiezan a caminar con
cuidado por brechas. En una garita en la frontera con Francia, al igual que la
instructora, el guardia escaneó su cuerpo y dijo: ¡Oh la la! ¿Pasaporte? Dirige
su mano al busto y casi se atraganta el guardia al decir: ¡Está bien! No se
moleste. Pueden pasar.
Emiten una luz mágica los ojos de la anciana mujer al
expresar: Por eso les digo que por “estas” fue que me salvé. Lamento que ahora
no pueda ser igual. El mundo se precipita a la antropofagia con tambores de
guerra: Los poderosos contra los desposeídos. Y en México, por lo que se viene
este amado y generoso país que me permitió vivir libre y con felicidad como lo
deseó aquella instructora que auguró: Parece que se ahoga el águila.
Y calló con lágrimas ardientes en sus sonrosadas mejillas,
porque su mundo, cómo aquel de 84 años atrás, empieza a desmoronarse.
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