Arcano litterario
Por Mario Luis Altuzar Suárez
-…la palabra es poderosa. ¡Custodia de nuestra Eternidad!”,
exclama desde la profundidad de sus recuerdos reactivados por esa fotografía en
blanco y negro de una librería londinense, uno del millón de inmuebles destruidos
por los bombardeos alemanes en la fallida campaña de mil novecientos cuarenta
con saldo sangriento de cuarenta y tres mil civiles muertos y más de ciento
treinta y nueve mil heridos y emerge la memoria en con refulgentes ojos del
exclamador.
La gráfica corresponde a ese ocho de octubre de mil novecientos
cuarenta. Destaca en el centro, la imagen de un tranquilo adolecente de cabello
corto ondulado, de unos sesenta kilos que viste con traje de dos piezas,
chaleco y camisa y zapatos negros. ¡Todo empolvado! No le importa en ese demolido
templo de la cultura. Sentado en la semi enrollada cortina metálica que servía
de puerta y rodeado de libros y muebles devastados, el joven se sustrae de ese
mundo. Está absorto en la lectura del libro “La Historia de Londres” que sostiene
con sus dos manos y sus ojos ávidos buscan respuestas a la salvaje condición
humana.
- “Ahora lo sabemos: Adolfo Hitler quería vencer al Reino Unido,
aunque pensaba conformarse con invadirlo. Del siete de septiembre de mil
novecientos cuarenta al veintiuno de mayo de mil novecientos cuarenta y uno,
atacó setenta y un veces a Londres. Todo, bajo el pretexto de castigar un
bombardeo británico”, hace una pausa y prosigue con una interrogante:
- “¿Les parece conocido el argumento? ¡Se repiten
cíclicamente en los psicópatas aspirantes a dominar el mundo! No importa el
color. En algunas ocasiones se limita a las fronteras de esos dictadorzuelos,
como México con más de doscientos mil civiles muertos por la narcodelincuencia
protegida por el gobierno. O en Putin y sus ridículos argumentos para invadir
Ucrania y soñar con reencarnar al expansionista Zar Pedro I Alekséievich o
Pedro I de Rusia, apodado Pedro el Grande”-
El disertador en la cantina milenaria La Peninsular, a unos
seiscientos metros al sureste del Palacio Nacional en la Ciudad de México, es
un periodista recién llegado de Ucrania que cambió el sonido de las balas y
bombardeos por los sonidos de los vasos y el obligado “salud”, piensa en voz
alta, esas palabras que parecen desgarrar las entrañas:
- “¿Cuántos niños, adolescentes o jóvenes, buscan respuesta
que permita entender la ambición de apoderarse de lo que no es de uno, mediante
la hipocresía de esconderse en falsos sentimientos patrióticos para,
cobardemente, enviar a sus jóvenes a morir para, en el caso ruso, satisfaga el
sueño mezquino de superar a otros bárbaros que llaman héroes? ¡Tanta sangre
inocente derramada por el tintinear del dinero, ese Becerro de Oro que
mitifican los psicópatas! Somos tan diferentes al Hombre de las Cavernas que
sentían la muerte en sus manos y hoy, cobardemente matamos a distancia para
mantener la conciencia ignorante del daño que causamos, como esos bombardeos
alemanes que segaron la vida, los sueños, la esperanza de tantos inocentes”.
Sorbe su trago para despedirse con una frase: “Como que ya
es tiempo de cambiar las armas por los libros y su palabra poderosa. ¡La última
esperanza que se niega a morir!”
Tuxtla Gutiérrez, Chis, México, 9
de junio de 2022
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