lunes, 10 de febrero de 2025

Asignada © Cuento

Arcano Literario


Mario Luis Altuzar Suárez
Arcano Radio

…se llena de lugares comunes el adoctrinamiento del Hombre-Masa. Le penetran el cerebro con dogmas que moldean la ductilidad del comportamiento. Sobresale esa figura: “Debí hacer caso a mi madre, siempre me decía que” en que se anticipa la amenaza concretada en una condena al fracaso. Nada casual sino causal, al facultar a la madre como el pilar de la Educación en la célula de una Nación-Estado, con lo que se preserva el condicionamiento a la obediencia en el llamado mundo libre o en la dictadura burocrática de los que suplantan una teoría socialista.

No nos referimos a lo que las ciencias de la salud y de la vida, denominan como madre en aquel ser vivo que, siendo del sexo femenino (hembra), ha tenido descendencia directa. La encargada biológica de preservar la especie en la tradicional procreación con el sexo masculino (macho), sin que hasta la fecha, se logre la procreación entre seres del mismo sexo.

La referencia es a la asignación social desde la oscuridad de los tiempos, del ser que se quedaba en la cueva para atender a los niños mientras su contraparte salía a cazar para proveer de alimento procesado por la dueña del fuego, en la hoguera y con la piel de la presa, confeccionar vestidos. Los roles asignados en forma natural por las características biológicas y físicas de los cuerpos.

¡Ya imagino el haberme sometido al dictado materno! Estaría en el limbo del resentimiento frustrado por el fracaso. ¿Por qué? Sencillo. A mis diez y seis años, publiqué mi primera nota periodística. ¡Y la firmaron! Recorrí varios quioscos o puestos de periódicos hasta que junté cincuenta. Y feliz por mi logro, fui a visitar a mi madre. Orgulloso extendí la página en donde se encontraba mi escrito con mi nombre. ¡Un logro tan difícil! A muchos les publican sin su nombre. Un tiempo sinsabores. Y a mí, la primera publicación con mi nombre en letras de molde.

Sin poder contener la emoción, esperé sus palabras. ¡Tan lejos del aliento! ¡Sin el mínimo reconocimiento a mi esfuerzo! ¿Qué fue lo que dijo? Lacera el recuerdo, como si estuviese en ese mismo momento: “¡Hay, hijo! Déjate de sueños de grandeza y trabaja en una fábrica de obrero”. Son las últimas palabras que le escuché. Jamás la volví a ver. ¿Para qué? Lo que te hace daño, ¡déjalo! Sin un brazo te hace pecar, ¡córtalo! Para realizar los sueños, a veces duele y nos habituamos a la soledad del éxito.

¿Debí hacer caso a mi madre? ¡Mmmmhhh! Más bien, creo que debí comprenderla. Hoy, frente a su ataúd, entiendo que respondió a lo que ella le enseñaron que era amor y su preocupación se sustentaba en los miedos de falsos obstáculos, para someterla no solamente al rol social de madre, sino de la guardiana del Estado Quieto de un sistema en que aplica el poema del árabe Yibrán Jalil Yibrán, de que un jardín puede mantenerse hermoso y apacible si se cortan las rosas que empiezan a sobresalir.

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México, 6 de febrero del 2025.

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