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…por siempre?” Y le responde la acaramelada voz femenina: “¡Por
siempre, amor!” Sellan la promesa con un beso húmedo por las gotas de la lluvia
que salpica el paraguas. Tarde de grandes nubes negras cargadas de agua tan
fría. Ambiente ignorado por la testigo de hierro, ¡eterna! ¿Cuántas veces,
desde su inauguración el 31 de marzo de 1889, ha visto su estructura de siete
mil trescientas toneladas, la misma escena con distintas parejas a la orilla
del Sena que transporta los suspiros por setecientos setenta y seis kilómetros,
o en su interior de tres niveles con una base cuadrada de ciento veinticinco
metros por lado?
¡Ah, el amor! Bajo la custodia del fuerte y perenne hierro
pudelado con la amorosa “fragilidad” de Sēquana, la Diosa Celta traída por los
romanos a la antigua Galia y, al evolucionar se adopta como “Sena”, para dar
identidad a la región con epicentro por todos conocido desde el trescientos
diez como “París”, por haber sido habitada desde el silo tres antes de nuestra
era, por los Parisii, pueblo Celta de la Era del Hierro.
¡Una Diosa del Amor y la Sanación! Su movimiento ondulatorio
se acompasa con el fluido sanguíneo cálido, bombeado por los corazones de la
pareja enamorada, que explayan sus latidos y traspasan la piedra del
napoleónico Puente de Iena que conecta desde el Siglo diez y nueva al Trocadero
con la Torre Eiffel. ¡Ese candor ardiente de las fuertes manos masculinas al
abrazar la cintura femenina! Parecen amenazar con incendiar los trescientos
veinticinco metros de alto de las diez mil cien toneladas que suma con ocho ascensores,
el mítico restaurante Jules Verne y el Michelin de Frédéric Anton ubicado en la
segunda planta y Madame Brasserie ubicado en la primera planta, el Bar à Macarons
de Pierre Hermé de la segunda planta y el Bar à Champagne de la cima, siete tiendas
y ciento diez y seis antenas, de la testigo de hierro forjado.
¿Se habrán imaginado Maurice Koechlin y Émile Nouguier, Jefe
de la oficina de estudios y Jefe de la oficina de métodos, respectivamente, de
la compañía Eiffel & Co, que su obra pensada para conmemorar con una magna
exposición mundial? ¡Sí! En el Centenario de la Revolución Francesa, recibiría
más de doscientos cincuenta millones de visitantes en poco menos de ciento
treinta y seis años. ¡Los que incubaron la leyenda urbana de una Ciudad de
Amor! Claro que contribuyeron pintores, literatos y cineastas para limpiar la
mala imagen del tiempo en que el Jardín de las Tullerías era un lugar ideal
para el libertinaje que seríacosa de niños con los excesos en el Tercer Milenio
de las redes sociales y su falso puritanismo de censurar a los críticos o
adversarios de los gobiernos que destinan jugosas pautas publicitarias.
Seguramente la pareja de jóvenes en el Puente Iena,
fortalecerán la desinformación infantil de que los niños los lleva una cigüeña a
cualquier parte del mundo, desde París. Y no solamente un día, el catorce de
febrero. ¿Por siempre? ¡Por siempre!
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México, 12 de febrero del 2025
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