Arcano literario
Por Mario Luis ALTUZAR SUÁREZ
-…eras tú!”, exclama el hombre de avanzada edad, vestido con un traje gris combinado, su sombrero Indiana y zapatos sucios por los rescoldos de tierra mojada, que evidencian un largo andar por la vida y esas calles mojadas, al señalar con el índice derecho a su interlocutor, sentados en algún lugar del mundo en esa banca de madera sobre hierro y que ahora las fabrican de plastimadera en forma curva, enmarcada por los grandes bloques de piedra de esa arquitectura previa al Medioevo. Escucha:
-“¡No, hombre! Ese eras tú. ¿Quién más, podría ser?”, y para dar énfasis también le señala con el índice izquierdo el hombre con lentes de traje negro y encasquetado sombrero clásico de fieltro y zapatos bien lustrados.
La coincidencia de los dos octogenarios es que, pese a la seguridad de estar sentados con sus estilos individuales, uno con la pierna cruzada con su proyección de desenfado y el otro los dos píes firmemente en el piso de asfalto, es que el de negro se afianza al respaldo de la banca con la mano derecha y el de gris combinado con la mano izquierda. También la ausencia de corbata por el relax de ser pensionados sin las rígidas obligaciones laborales de la oficina.
Elevan la cascada voz con silbidos característicos del implante dental, con la repetición simultánea de la frase “¡eras tú! Lo recuerdo bien. Si no estoy tan viejo como para olvidarlo. ¡Tan fresco en la memoria qué parece que fue ayer!”. La vorágine de pensamientos en las dos cabezas seniles, dibujan con los pulsos eléctricos, las imágenes de niños, adolescente, maduros, en eterna y dinámica actividad con el principio físico de que el movimiento revitaliza la energía y lo que se paraliza se enmohece y deteriora.
El desacuerdo persiste hasta llegado al nudo gordiano de la nueva interrogante: “¿De qué hablamos?” y la reposición de la frase: “¡De qué eras tú!” y la contra réplica: “¿De qué, era yo?” o la duda de: “¿tú decías que era yo?”
Sueltan sonora carcajada al confirmar que ya se olvidó el origen de la discusión e incluso, de haber olvidado cuándo y en dónde inicia esa amistad, al parecer de años ¿o es que apenas de encontraron en este parte del tiempo, en esta parte del mundo? ¡Qué importa! Lo valedero es que fueron tres y no dos los charladores. El tercero en discordia y en forma invisible, un amigo alemán que tiene la manía de comerse los recuerdos para despojarlos de su vida.
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