jueves, 25 de noviembre de 2021

Los rebufadores, Cuento

Arcano Literario


Por Mario Luis ALTUZAR SUÁREZ

….fuuuuu! Puuufff!”, rebufa en algún recodo de la culebreante y sinuosa calle en alguno de los dos mil cuatrocientos setenta y un municipios mexicanos, con el mismo aire cargado de desesperación que respiran millones de lo que tienen la certeza de ser las próximas víctimas del narcogobierno, y la incertidumbre ignorante de la hora, el cómo y el lugar.

¿Quién pondrá una veladora? ¿Quién llevará la cruz de madera? Un anónimo ritual en la penumbra para iluminar y bendecir el punto geométrico en dónde el ánima emprende el regreso a la Quintaesencia y la materia fría caerá inerte por el calor de las balas insensibles a la orfandad dolorosa de los lacrimógenos hijos, esposas, madres, hermanas.

Ellos, lo que se quedan únicamente con sus recuerdos en el proceso de resignación a su protagonismo en la historia transformadora, que lo avienta a la simple, llana, indescriptible categoría de un número más, uno solo que se suma en las estadísticas negras y ocultas en el Palacio de 1523 con 40 mil metros cuadrados de cantera, tezontle y caliza, usurpado por el que siendo un enano mental se siente el escribidor de la nueva historia,

Los invisibles sufren, sangran, lloran a sus muertos por saben que es llorarse así mismos en la profundidad de sus entrañas, de sus pulmones ,convulsionados y sin el alivio antiséptico, expectorante y mucolítico del tomillo que llega, en 1519 en las alforjas de la ambición mortal y audaz manipuladora que genera la división en los sorprendidos anfitriones.

Fueron pocos hombres de a caballo, blancos, con armaduras, lanzas, espadas, mosquetones y cañones, bendecidos por la Cruz, y los vieron llegar de allende el mar.

También fueron muchos resentidos que quisieron ver el cumplimiento de la Profecía salvadora que les redimiría, y escucharon no lo que les dijeron, sino lo que quisieron oír como la promesa de libertad en la burlesca carcajada de aquellos, los antecesores del que engañó a su madre cincuenta y cinco años atrás, al asesinar al hermano y culpar a la pistola.

Se repite, incluso, la historia de la alcahueta heredera del indocumentado español avecindado en el Lugar de las Cinco Herraduras, en la alcahuetería de los millones de rebufadores de la paralizante angustia, y reciben su premio de ver al sexagenario como sorbe ruidosamente su festín de sangre y cómo sacie su hambre de hombre.

“¡Fuuuuu! Puuufff!”, se aspira el miedo en la profunda cobardía de los que alguna vez fueron hombres, que se dicen herederos de la Raza Cósmica, de la Raza de Bronces, dispuestos a inmolarse en el Ara de los Sacrificios para alimentar al Embajador de la Bestia, con poder de engaño, desolación y muerte hasta que se cumpla el “tiempo, y tiempos y medio tiempo”, porque nada es antes ni después.

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