Arcano literario
Por Mario Luis Aluzae Suárez
-…Tata, no me sueltes de tu Santa Mano!”, piensa en su
idioma, con la mirada a lo alto en que proyecta la angustia que constriñe su
corazón, al igual que sus manos aprietan ese pedazo de papel con los enigmáticos
dibujos desconocidos en el analfabetismo que le acompaña como su sombra desde su
nacimiento, en que los usos y costumbres le adornan con ese vestido adornado
con cintas de colores y se abulta de la cintura hacia abajo por los varios
justanes, que hacen destacar el color moreno de la piel de sus pies descalzos.
El delantal es semi cubierto por un rebozo de bolita,
utilizado como valija alrededor del hombro izquierdo por la espalda a la
cintura derecha, como una banda con efecto óptico de amarrarla al tubo de
sostén de los pasajeros en alguna línea del metro de la inmensa selva de
concreto tan deshumanizada por el culto al individualismo del egocentrismo
disfrazado de instinto de conservación para sobrevivir en esa cotidianeidad
asfixiante.
Jóvenes preparatorianas al fondo, en su propio mundo de
risas y sueños, con la máxima preocupación de contar con el dinero diario y
evitar bajas calificaciones y, si es más complicado, desilusiones amorosas que
parecen pasarle solamente a ellas y que nadie les entiende sin por intuir como
se comunican en ese ambiente de música de sonido alto.
Esa mujer, una de los trece millones de indígenas, equivalente
al once por ciento de la población, llegó por la mañana a la Capital y mira la espalda
de una de los cincuenta millones de mujeres del país, en la pasajera peli
teñida, de pantalón de mezclilla, bien entallado, con zapatillas con tacón de
quince centímetros, una chamarra de vinil imitación piel, con una gran bolsa de
mano del mismo material. La diferencia de estatura es únicamente por el
calzado.
Temerosa, le toca la espalda y balbucea: “Koltayel”. La
interpelada le mira desconcertada y burlona, le da la espalda para ocultar su
ignorancia del concepto “ayuda” en idioma Tzeltal, que muchos consideran “dialecto”
de los Hombres Libres cercanos a Comitán, Chiapas.
-“¡Dios, ayúdame, tengo miedo!”, ruega con miedo en su
pensamiento, mientras mira los dibujos de las estaciones del Metro para intuir
que debe bajarse en del convoy en la estación que podría significar parte de lo
que está escrito. ¡Espíritu indomable con su lenguaje de silencio, después de
quinientos años de sometimiento!
Y así fue como llegó, con la conducción de una fuerza
invisible que le lleva a la dirección buscada, para encontrarse con su hija que
labora como doméstica ¡y ya es bilingüe!: Tzeltal y español. El regreso, aunque
doloroso por asistir al sepelio del líder de la familia, será luminoso porque
lleva también, a su empírica guía de turistas para decodificar esa inmensa
selva humana que, hoy fue vencida, aunque nadie lo sepa.
Tuxtla Gutiérrez,
Chiapas, México, 4 de agosto de 2022.
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