Arcano de la Salud
Radio de las Naciones Unidas
A pesar de la dificultad de distribuir de servicios de salud
a comunidades indígenas en México, la enfermera Julia Paredes López, con 30
años de servicio, monta caballos y se viste de tarahumara para llevar vacunas a
zonas remotas del pais, acentuando su perseverancia y compromiso con la salud
pública.
“A los 17 años fui a una localidad que se llama Loreto, ahí
vi cómo enterraban a niñas, niños y adultos a causa del sarampión”, recuerda
Julia Paredes López a la hora de contar cómo empezó su vocación.
Ahora es supervisora estatal del Programa de Vacunación
Universal en Chihuahua. Su compromiso con la salud pública se forjó con las
experiencias acumuladas en sus más de tres décadas como enfermera.
Aquella experiencia la marcó a muy temprana edad. "Por
eso soy una enamorada de las vacunas y siempre le transmito a la gente que las
vacunas salvan vidas", enfatiza Julia, de 50 años y quien comparte su
historia con ONU México en el marco del recientemente celebrado Día
Internacional de la Enfermería (12 de mayo) para hablar sobre su trayectoria y
cómo las enfermedades prevenibles pueden tener un impacto profundo en las
comunidades y la importancia de la inmunización.
En otra ocasión, en 1991, se enfrentó a lo que parecía ser
un caso de poliomielitis. "Caminamos todo un día para llegar a la
localidad llamada Las Papas. Ahí tomamos muestras y vacunamos a unos 15 niños
tarahumaras. Luego resultó que no era poliomielitis, el niño había comido una
hierba llamada cacachila y fue la que le ocasionó parálisis flácida",
explica.
Antes de tener el diagnóstico, la enfermera tuvo que
regresar a la comunidad para realizar un cerco vacunal. "Pregunté qué
comían los niños, recolecté hierbas y las mandaron a laboratorio y se encontró
qué hierba había comido", añade.
Julia Paredes le toma la presión arterial a una mujer
indígena en la sierra.Cortesía Julia Paredes Julia Paredes le toma la presión
arterial a una mujer indígena en la sierra.
Perseverancia y convicción
En Chihuahua, estado del norte de México que colinda con
Estados Unidos, los desafíos geográficos complican la distribución de servicios
de salud. Con una extensión territorial considerable y una topografía diversa
que va desde desiertos áridos hasta montañas escarpadas, llegar a todas las
comunidades, especialmente las más remotas, puede resultar todo un reto.
Las largas distancias y las condiciones climáticas también
pueden dificultar el acceso a la atención médica y la distribución de vacunas,
lo que requiere un esfuerzo coordinado y perseverante por parte de los
profesionales de la salud como Julia, quien no ha dudado en montar a caballo o
caminar por días para llegar a las poblaciones que necesitan ser atendidas.
“Tengo muchas anécdotas e historias de personas que se
lograron salvar con la vacuna antirrábica. Atendí pacientes que fueron
agredidos por murciélagos, zorrillos u otros animales… Me hablaban por radio y
yo iba hasta donde estaban para aplicarles inmunoglobulina. Me tocaba caminar
mucho y a veces cuando llegaba los pacientes ya tenían un estado general muy
deprimido y no se salvaban, pero cuando sí lo hacían era una alegría muy
grande”, cuenta la enfermera.
Su vínculo con la salud pública comenzó de manera fortuita
cuando, a los 16 años, brindaba apoyo a un médico pasante en el pueblo de
Batopilas, Chihuahua, que se ubica en la frontera con Sinaloa. Esta experiencia
la llevó a descubrir su pasión por la salud y la medicina.
Julia Paredes monta a caballo para atender a las comunidades
indígenas de la sierra tarahumara en Chihuahua.
Compromiso con la salud pública
Originaria de Cerro Colorado, municipio de Batopilas,
Chihuahua, Julia creció en un entorno donde la atención médica era escasa. Esta
realidad la impulsó a comprometerse aún más con su labor, convirtiéndose en una
figura vital en la provisión de servicios de salud en su comunidad y más allá.
Ella sola atendió 1500 partos y es madrina de bautizo de 25 niñas y niños.
Para poder entrar a las comunidades indígenas, adoptó la
vestimenta tradicional y aprendió algunas palabras, con ello pudo ganarse la
confianza de los pueblos y brindarles atención médica. Ha recorrido largas
distancias a caballo para vacunar a los tarahumaras y otras comunidades
remotas, superando barreras lingüísticas y culturales para asegurar que todos
tengan acceso a las vacunas.
También ha sido testigo de la evolución del programa de
vacunación a lo largo de los años, enfrentando desafíos como la disminución de
las coberturas y la propagación de información falsa en las redes sociales.
En este contexto, reconoce el papel crucial que desempeña la
Organización Panamericana de la Salud (OPS) en el fortalecimiento de los
programas de vacunación en México y en toda la Región de las Américas para
garantizar la salud de la población.
Julia es prueba del poder transformador de la dedicación y
el compromiso con la salud pública, un recordatorio de que, incluso en las
circunstancias más difíciles, cada esfuerzo por promover la vacunación puede
marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
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