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…sencillito,
Yaya, sencillito”, responde a su abuela el veinteañero de cabello rubio en
picos al centro y rapado el cráneo a los lados, orgulloso de su chamarra de
cuero sobre una playera negra de cuello redondo, las muñecas de las manos sobre
la parte interna de las piernas, en la derecha con una cerveza de botella, que hace
destacar el pantalón rasgado y las lujosas botas de cuero a la mitad de la
pantorrilla.
La
templada tarde los sorprende sentados en una banca de tubular en el parque, en
donde la ropa es el lenguaje de la distancia de dos épocas, aunque la moda se
recicla por temporadas. La abuela orgullosa del tiempo acumulado en las
vivencias con el paso de los años, de pelo cano, si afeites en el rostro, un abrigo
a los tobillos, la falda a media espinilla y la blusa de vivos negros. ¡Tan
sobria la imagen! Así lo ordenaban los cánones sociales de los sesenta, en
franca resistencia a la invasión “revolucionaria” de la contracultura juvenil
de los Estados Unidos y el Reino Unido, con la pretensión de desplazar esas
ideas exóticas en la juventud latinoamericana que, se volcó definitivamente, en
el romanticismo del triunfo de Los Barbudos cubanos, ese uno de enero de 1959.
Tiempo
en que la mujer se permeó de la “normalización” ideológica con la frase de que “el
que no es comunista hasta los 25 años, es un tontejo y el que lo es después de
los 25 años es mucho más tontejo”. Días de rebeldía de habitar los cuartos de
la servidumbre en las azoteas de los edificios en donde se incubaron aquellos “ideólogos
revolucionarios” en su literatura panfletaria que logró crecer para atender,
por lo menos, comercialmente, la necesidad del mercado que detectaron hábiles vendedores
de tierra en el desierto, por todos conocidos como “representantes literarios”.
Esos que
promueven en los círculos cerrados, como cofradías, de las editoriales y su
control de los premios internacionales de editores, organismos o gobiernos que
crean su “cofradía intelectual” con su garantía de ganar el mercado. ¿Qué eran
efímeros? ¡Bah! ¡Todo es efímero! Ya se iniciaba su relación verdadera con el “consumismo”
de úsese y tírese y que en el demoniaco mundo imperial se conocieron, pocos
años después, como “Best Seller” y cuya traducción literal lo dice todo: "éxito
de ventas" o "superventas".
A sus
cerca de ochenta años, la dama de calcetas gruesas aunque no haga frío y zapatos
sin tacón, mira incrédula al representante de su estirpe y su pregunta es obligada:
“¿Qué te hiciste, mijito?” Y la respuesta: “Así somos los jóvenes. Como yo que
soy sencillito. Nos mostramos contrarios al glamour superficial de la sociedad”.
La delgada fémina piensa que lo dice por esos pantalones rasgados que así era
la moda del llamado “lumpen proletariat” por los cómodos revolucionarios de
azotea. Pero, ¡oh, Dios!, grande es la sorpresa de que así los venden y entre
más rotos ¡más caros!
Reciclados
los mismos conceptos, sin manifiesto político más que la representación
corporal y de vestimenta de los “punk” de mediados de los setenta: Corte de
pelo y peinado, ropa rasgada, insignias, chapas y tachuelas, maquillaje y cuero,
todo en una imagen de la ira por lo que piensan es la privación de sus derechos
que justifican su rebelión en du identidad cultural.
En la
revolución de sus pensamientos, la mujer rememora que fue testigo de que los ruidos
desafinados de las guitarras eléctricas y la burda imitación de tambores africanos
dadaistas, se paso al intento de darle una reposada con letras de supuesto
contenido político contra sus gobiernos conservadores imperiales, porque en el
resto del mundo la corriente pareció degenerar en los “emos” que en tuvieron
mayor aceptación en los ochenta porque en las melodías melancólicas, letras
confesionales y letras que hablan de temas como la tristeza, la soledad y el
amor no correspondido: ¡Las emociones de incomprensión de los adolescentes! Una
palabra que significa simple y llanamente: “que crece”.
¡Y aquí está, cincuenta años después, la mujer que vivió ese
movimiento punk! ¿Minimalista? ¡Pamplinas! El minimalismo es la filosofía y un
estilo de vida que enfatiza la simplicidad, la funcionalidad y la reducción de
lo superfluo. ¿Y esos cortes de pelo? Lejos de la simplicidad porque tardan
horas para confeccionar cada uno de los picos y el uso excesivo de vaselina y
laca con su aerosol que daña al medio ambiente y a la capa de ozono. ¿Así se
entrenan en la simulación política a los jóvenes del tercer milenio? Suspira al
encoger los hombros: “¡Sencillita es la forma de conducirnos a los tiempos
finales!
Tuxtla Gutiérrez,
Chiapas, México, 8 de mayo del 2025.
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