Arcano Literario
Mario Luis Altuzar Suárez
Arcano Radio
…...solo
un abrazo pido! Solo uno. Mientras, aquí me quedo a vigilar que nadie se robe
mi carta, como dicen qué sucedió el año pasó, y por eso Santa no pudo traer a
mamá", dice con determinación y lágrimas en los ojos, el pequeño de cinco
años, frente al buzón de correos, por cierto, en proceso de extinción, en donde
la musiva espera continuar al destino asignado por ese profundo
sentimiento infantil.
Los
guantes negros y el grueso abrigo con pantalón de lana y tenis blancos,
protegen de la nevada a la figura que enternece a un hombre y le inquiere: “¡Ah!
Veo que ya pusiste la carta en el buzón. Ahora es cuestión que el hombre del maletín
enorme la recoja y le de curso…” Lo interrumpe: “¿Cómo? ¿Una persona la recoge?
¿No es Santa?” Y exclama desesperado: “¡Se va a perder otra vez!”
Su
espontáneo amigo, trata de tranquilizarlo al explicarle que todo en la vida
tiene un proceso en donde Santa necesita la ayuda de todas las personas debido
a su ardua tarea de vigilar la el taller en el Polo Norte, con los duendes en
la elaboración de la infinidad de regalos que le piden en todo el mundo y su
apretada agenda de distribuirlos en 24 horas: “¡Imagínate! Todo debe hacerlo en
ese tiempo”.
Le refuta
en sin errores en su lógica: “No es muy grande su recorrido. Todo el mundo se
ve como un puntito en las fotos del Universo. Y es un día de trabajo en todo el
año. ¡Aunque está gordo! Pero son nueve los renos fuertes y robustos que jalan
el trineo”, y con actitud de suficiencia señala: “¡No! Yo creo que si tiene suficiente
tiempo para cumplir su trabajo”.
Sonríe
el interlocutor y pregunta: “Cuándo me dijiste que escribiera tu carta,
solamente pediste el deseo de abrazar a tu mamá. ¿Qué pasó? ¿Se fue?” Lleva su
manitas a los ojitos que se anegan del salado líquido lacrimoso, lo que motiva
al hombre para acercarse y darle un cálido abrazo y escucha entre sollozos: “Hace
más de un año se fue, dice mi papá que a la Luna. ¡Y la extraño mucho! No está
tan lejos y en su recorrido de repartidor de regalos, Santa puede darse una
vueltecita y traerla, aunque solamente sea un ratito”.
“Seguramente”,
responde el hombre y le anticipa: “Mira, vamos a dejar que el señor de las
cartas se lleve la que escribimos y vamos a tomar un chocolate bien caliente,
¡claro que bien acompañado de un churro de azúcar y canela, para aliviar el
frio! Anda, yo invito”. Más por el consejo del estómago que por convencimiento,
acompaña al espontáneo a un restaurante en contra esquina del buzón.
Cómodamente
sentados, degustan la exquisita bebida a base de cacao, ¡sí!, el mismo que
usaban los aztecas como moneda y solamente el Tlatoani y su Casta Divina podían
beberse y comerse su riqueza. Le dice en voz baja, como merece la transmisión boca-oído
de un gran secreto: “¿Qué crees? Hace años, cuando mi mamá también partió a la
Luna, pedí el mismo regalo que tú; ¡Uno de sus abrazos y besos! Y ese día, mi
abuelo me dio la clave para recibir ese maravilloso regalo: ¡Acostarme
temprano! Y aunque muchos dicen que fue un sueño, yo se que no, que fue el regalo
porque lo vi, de cachetes rosas con barba y bigote bien blancos y grandes. Se
me acercó y me preguntó que es lo que pensaba lo que contenía una hermosa y
brillante cajita dorada. Me encogí de hombros con gesto de todo un
desconocedor. Dio un brinco tan ágil pese a su voluminoso cuerpo. Puso la
cajita frente a mi rostro y la abrió y ¡sorpresa! Emergió un halo azuloso y
detrás de él, la vi a ella, ¡tan hermosa! Me estrechó contra su pecho y besó mi
cabeza y mis mejillas. Y así quedamos, juntitos, hasta que el el canto de un
gallo a la distancia hizo que abriera los ojos. Efectivamente, ya no estaba,
pero en la cama dejó su figura cálida. Piénsalo. A mi pasó. Y seguramente si te
preparas bien, sentirás esa bella experiencia”.
Salieron
del comedero. Le estrechó fuerte la manita, como solo los buenos amigos suelen
hacerlo, al ser iguales sin importar edad y tamaño. Le deseó una Feliz Navidad,
y cada quien se dirigió a su propio destino, que se habían cruzado un instante,
en el milagroso e inescrutable camino de la Divinidad.
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas,
México, 7 de diciembre de 2025.
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