Para el Club de los Retos de Dácil
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...ya te ví! ¡Serás mía! ¡Voy por ti!" exclama el treintañero de complexión media, con gorro de látex negra sujeta con correa en la garganta y unos "poderosos" goggles. Un equipo excelente para nadar en ¡alberca! y definitivamente, sin la mínima capacidad protectora en el espacio extraterrestre, sin oxígeno y los rayos solares ardientes, en que pensaba cruzar con su traje confeccionado por la carísima marca alemana Hugo Boss, creada desde 1924.
Ya ni se diga de los zapatos, Paco Rabanne de San Sebastián, España desde 1934. Y la camisa... ¡esa camisa de algodón! Ni más ni menos que una Cotton Men's, símbolo de elegancia. Un ropaje digno de su fabuloso encuentro con la leyenda mítica lunar desde tiempos inmemoriales, aunque a distancia, muy a distancia con telescopios y que empezó a cristalizar su acercamiento la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialista el 14 de septiembre de 1959, seguramente ¡demasiado cerca! al impactar una sonda espacial.
Cuando escuchó la noticia en su radio Royal, de esos enorme de la empresa mexicana Radios y Refrigeradores Mexicanos, que tardaban hasta cinco minutos en calentar los bulbos para empezar a escuchar con interferencia, alguna de las escasas radiotransmisoras, se dijo para sus adentros: "¿Cuánta ciencia puede tener? Si Julio Verne escribió y describió su Viaje de la Tierra a la Luna en 1865 y tardaron 94 años para su primer fracaso, no debe ser tan difícil". Una visión tan simplista que en política se denomina "populista" para encumbrarse y "gobernar" con palabras y narrativas sin hechos ni obras por el saqueo de los recursos de esas nuevas horneadas de ricos con su petulante arrogancia para ocultar su ignorancia, por ejemplo, del reduccionismo de un pozo petrolero que consiste "en hacer un hoyo y sacar el aceite".
Miró el calendario lunar. ¡Sí! Ese día era perfecto. Luna Fría de Invierno que es la más larga del año. Ese ocho de diciembre de 1965, se dirige a las 15:14 horas (claro, hora de México) a una explanada. Lleva un arnés de cuero, de ese cuero macizo para que aguante cualquier jalón y temperatura, que se acomoda en la espalda y afianza al frente con fajillas y hebillas de plata. Extrae de una gran maleta un cohetón que le hicieron los artesanos de juegos pirotécnicos. La punta roja y el cilindro gris con un letrero que marca territorio: "Made in Mexico", como se lo aconsejó Carlitos, un agente lituano de la Tercera Internacional Comunista, con la misión de constituir el bastión latinoamericano de la Dictadura del Proletariado Mundial, en consolidación a los avances cubanos.
¡Y qué mejor posición para hacer la Revolución que a la sombra de un millonario con ínfulas de superar a los Siete Sabios! De ahí, la raíz de su adoctrinamiento. ¡Ganar a Estados Unidos la llegada a la Luna! Un logro que ni Leonid Ilich Brézhnev tenía. Se acomodó y aseguró el impulsor al inicio de la Luna Llena a las 17:14 horas. La sonrisa de satisfacción y el gélido atardecer, obligó a que metiera las enguantadas manos al pantalón. ¡Encendió la mecha! ¡Schhhiiiis! Un sonido seguido del ¡pongoch! y el inexorable ¡crazh! Aderezados con sus gritos de dolor al ser revolcado varios metros, por el cohetón que, ¡milagrosamente!, no explotó.
Se arrodilla para apoyarse en las manos y levantarse. Un campesino que le observa de lejos, corre al ver el inevitable final. Trata de ayudarle, pero en forma grosera lo retira. Está furioso. Y grita: "¡Serás mía!" Y repite en sus pensamientos: "Los sueños son para realizarlos. Para alcanzarlos. Y un pequeño fracaso jamás lo impedirá. ¡Sueña grande!, ha dicho Carlitos" y, sí, lo dijo, empero, lo que le faltó complementar, es que el sueño era de él, del agente comunista con sueños de grandeza para regresar triunfal y recibir los honores en el epicentro del comunismo global: "El Kremlin", antaño la sede de los Grandes Duques y posterior residencia de los Zares que así llamaron a la "fortaleza dentro de una ciudad".
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México, 15 de diciembre de 2025.
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