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Matthew Nimetz, enviado del Secretario General para la disputa sobre el nombre entre Grecia y la ex República Yugoslava de Macedonia. ONU / Devra Berkowitz |
El enviado especial del Secretario General para las
negociaciones entre Grecia y la República de Macedonia del Norte, Matthew Nimetz
cuenta en esta entrevista cómo fueron las negociaciones, que se extendieron
durante más de dos décadas, para acordar el nombre del país. Pese al tiempo
transcurrido, el acuerdo alcanzado recientemente es un triunfo de la diplomacia
de las Naciones Unidas.
Matthew Nimetz ha trabajado, desde 1994, para negociar el
final a una de las disputas internacionales más prolongadas. Grecia rechazaba
al nombre de la “República de Macedonia” y se oponía a su adhesión a la ONU o
la Unión Europea hasta que se cambiara.
Para los griegos, el nombre sugería que el país tenía
ambiciones territoriales sobre la provincia griega de Macedonia, al norte del
país. Macedonia argumentaba que los
orígenes de su pueblo se remontan al antiguo Reino de Macedonia, regido por
Alejandro Magno y que el nombre era por tanto adecuado.
El diplomático americano escuchó las preocupaciones de ambos
países y pasó más de dos décadas intentando lograr una solución aceptable para
dos
“La gente piensa que es aburrido haber pasado 24 años intentando
encontrar un nombre, algo que se puede lograr en cinco o diez minutos. Había
muchos temas subyacentes. El nombre era la punta del iceberg. Tenía que ver con
un sentido de la identidad en los dos países y con la formación de un nuevo
estado en los Balcanes tras la desintegración de Yugoslavia”, explica en una
entrevista con Noticias ONU. “Tenía aspectos históricos, emocionales. La
historia tiene mucho peso en esa región”.
En la ONU, la resolución 817 del Consejo de Seguridad
reconoció lo que llamó “la ex República Yugoslava de Macedonia” como un estado
independiente en 1993.
Nimetz aceptó el encargo del Secretario General de la ONU en
1999 en aquel entonces, Koffi Annan, a cambio de un salario de un dólar al año.
“Ban Ki moon (sucesor de Koffi Annan al frente de la
Organización) me contó que una vez dijo ‘ex República Yugoslava de Yugoslavia’
y se montó un lío. Me dijo ‘tienes que solucionar este tema porque nunca me
acuerdo del nombre’”, cuenta.
Más que un nombre
Nimetz presentó muchas denominaciones a lo largo de los
años. En enero de 2017, propuso cinco nombres diferentes: República de
Macedonia del Norte (el nombre finalmente acordado), República de Macedonia
Alta, República de Nueva Macedonia, República de Vardar Macedonia (en alusión
al río que atraviesa el país) y República de Macedonia-Skopje (en alusión a la
capital del país).
Eran, dice, cinco nombres “geográficos”, que distinguirían
al país. “Desde la perspectiva griega, si te llamas ‘República de Macedonia’
implicas que toda la región es tuya. Puedes no estar de acuerdo con ellos, pero
es la posición que Grecia llevó al Consejo de Seguridad y que aceptaron”. Se
trataba, por tanto, de un problema que afectaba a la paz y la seguridad
internacionales.
“Es como si Suecia cambiara el nombre a Escandinavia, los
noruegos y daneses dirían qué pasa. Una modificación geográfica fue una buena
solución”, explica.
Pero su trabajo iba más allá de pensar adjetivos: tenía que
establecer buenas relaciones con los distintos líderes políticos que han ido
cambiando a lo largo del tiempo. “Líderes de los dos países tuvieron diferentes
actitudes sobre este hecho y hubo periodos en los que era una prioridad menor,
lo que es comprensible a veces”, dice el enviado. “Depende de la política, de
la situación en el parlamento. Algunos no estaban listos para asumir grandes
riesgos”.
Nimetz asegura que el acuerdo de Prespa en junio de 2018,
que puso fin a la disputa, fue posible “porque hubo dos líderes Tsipras (el
primer ministro griego) y Zaev (su homólogo macedonio) que genuinamente
decidieron que querían resolver esto, estuvieron dispuestos a correr riesgos,
pusieron energía política, tomaron decisiones y transigieron”.
“Establecieron una relación que permitió que se lograran
cosas”, asegura el diplomático americano que también alaba a los ministros de
exteriores de ambos países como “negociadores muy efectivos que dedicaron
tiempo y energía”.
Nimetz dice que la prolongada disputa no le quitó el sueño.
Nunca fue su trabajo a tiempo completo, pues siguió ejerciendo como abogado en
la empresa privada. “Esto era muy importante y fue mi prioridad cuando había
alguna reunión o viaje. Sé compartimentar y no preocuparme”, explica. “Tengo el
tipo de mente que puede trabajar muy intensamente y luego cambiar por completo
y no perder el sueño”.
Reconoce que en todo este tiempo hubo decepciones, altos y
bajos, pero no le gusta darse por vencido y contó con el apoyo de las dos
partes. “No quisieron echarme. Yo les preguntaba ‘si están cansados de mí o
creen que puede haber alguien mejor, díganmelo’”.
Confianza entre las partes
De lo que más se enorgullece es de haber “creado confianza”
con las dos partes. “Ninguna me veía como parcial a la otra. A veces podían
pensar que estaba defendiendo mucho a la otra parte, pero en 24 años creé una
buena relación con las dos”, explica.
Uno de los momentos más complicados para él,
paradójicamente, unió a las dos partes. Macedonia estaba colocando numerosas
estatuas de Alejandro Magno en sus ciudades y había tomado el nombre del
personaje histórico para su principal aeropuerto, provocando protestas en
Grecia. Nemitz le dijo a un periodista macedonio que no podía entender esa
fijación con Alejandro Magno porque fue un gran líder militar, pero también
causó destrucción y mató a muchas personas.
“Hice un comentario un poco derogatorio sobre Alejandro
Magno y el hecho de que todo el mundo estuviera tan obsesionado con él. Todos
se pusieron furiosos conmigo por eso, las dos partes, y tuve que pedir perdón,
retirar mi comentario y reconocer la grandeza y la influencia de Alejandro
Magno que transformó toda la región de Grecia hasta India”, explica. “Soy muy
cuidadoso de no decir nada malo de otros personajes notables”.
Hoy el enviado dice sentirse “satisfecho”. A partir de ahora
se dedicará a su trabajo en las juntas de varias universidades y a cuidar de
sus tres nietas.
“Hemos alcanzado un acuerdo, tienen que ponerlo en marcha y
habrá un tira y afloja, pero mi trabajo está hecho”.
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