viernes, 1 de marzo de 2019

El diplomático que negoció un nombre durante 24 años


De la Mesa de Redacción
De nuestra asociada RNU

Matthew Nimetz, enviado del Secretario General
para la disputa sobre el nombre entre Grecia y
la ex República Yugoslava de Macedonia.
ONU / Devra Berkowitz

El enviado especial del Secretario General para las negociaciones entre Grecia y la República de Macedonia del Norte, Matthew Nimetz cuenta en esta entrevista cómo fueron las negociaciones, que se extendieron durante más de dos décadas, para acordar el nombre del país. Pese al tiempo transcurrido, el acuerdo alcanzado recientemente es un triunfo de la diplomacia de las Naciones Unidas.

Matthew Nimetz ha trabajado, desde 1994, para negociar el final a una de las disputas internacionales más prolongadas. Grecia rechazaba al nombre de la “República de Macedonia” y se oponía a su adhesión a la ONU o la Unión Europea hasta que se cambiara.

Para los griegos, el nombre sugería que el país tenía ambiciones territoriales sobre la provincia griega de Macedonia, al norte del país.  Macedonia argumentaba que los orígenes de su pueblo se remontan al antiguo Reino de Macedonia, regido por Alejandro Magno y que el nombre era por tanto adecuado.
El diplomático americano escuchó las preocupaciones de ambos países y pasó más de dos décadas intentando lograr una solución aceptable para dos

“La gente piensa que es aburrido haber pasado 24 años intentando encontrar un nombre, algo que se puede lograr en cinco o diez minutos. Había muchos temas subyacentes. El nombre era la punta del iceberg. Tenía que ver con un sentido de la identidad en los dos países y con la formación de un nuevo estado en los Balcanes tras la desintegración de Yugoslavia”, explica en una entrevista con Noticias ONU. “Tenía aspectos históricos, emocionales. La historia tiene mucho peso en esa región”.

En la ONU, la resolución 817 del Consejo de Seguridad reconoció lo que llamó “la ex República Yugoslava de Macedonia” como un estado independiente en 1993.

Nimetz aceptó el encargo del Secretario General de la ONU en 1999 en aquel entonces, Koffi Annan, a cambio de un salario de un dólar al año.

“Ban Ki moon (sucesor de Koffi Annan al frente de la Organización) me contó que una vez dijo ‘ex República Yugoslava de Yugoslavia’ y se montó un lío. Me dijo ‘tienes que solucionar este tema porque nunca me acuerdo del nombre’”, cuenta.

Más que un nombre



Nimetz presentó muchas denominaciones a lo largo de los años. En enero de 2017, propuso cinco nombres diferentes: República de Macedonia del Norte (el nombre finalmente acordado), República de Macedonia Alta, República de Nueva Macedonia, República de Vardar Macedonia (en alusión al río que atraviesa el país) y República de Macedonia-Skopje (en alusión a la capital del país).

Eran, dice, cinco nombres “geográficos”, que distinguirían al país. “Desde la perspectiva griega, si te llamas ‘República de Macedonia’ implicas que toda la región es tuya. Puedes no estar de acuerdo con ellos, pero es la posición que Grecia llevó al Consejo de Seguridad y que aceptaron”. Se trataba, por tanto, de un problema que afectaba a la paz y la seguridad internacionales.

“Es como si Suecia cambiara el nombre a Escandinavia, los noruegos y daneses dirían qué pasa. Una modificación geográfica fue una buena solución”, explica.

Pero su trabajo iba más allá de pensar adjetivos: tenía que establecer buenas relaciones con los distintos líderes políticos que han ido cambiando a lo largo del tiempo. “Líderes de los dos países tuvieron diferentes actitudes sobre este hecho y hubo periodos en los que era una prioridad menor, lo que es comprensible a veces”, dice el enviado. “Depende de la política, de la situación en el parlamento. Algunos no estaban listos para asumir grandes riesgos”.

Nimetz asegura que el acuerdo de Prespa en junio de 2018, que puso fin a la disputa, fue posible “porque hubo dos líderes Tsipras (el primer ministro griego) y Zaev (su homólogo macedonio) que genuinamente decidieron que querían resolver esto, estuvieron dispuestos a correr riesgos, pusieron energía política, tomaron decisiones y transigieron”.

“Establecieron una relación que permitió que se lograran cosas”, asegura el diplomático americano que también alaba a los ministros de exteriores de ambos países como “negociadores muy efectivos que dedicaron tiempo y energía”.

Nimetz dice que la prolongada disputa no le quitó el sueño. Nunca fue su trabajo a tiempo completo, pues siguió ejerciendo como abogado en la empresa privada. “Esto era muy importante y fue mi prioridad cuando había alguna reunión o viaje. Sé compartimentar y no preocuparme”, explica. “Tengo el tipo de mente que puede trabajar muy intensamente y luego cambiar por completo y no perder el sueño”.

Reconoce que en todo este tiempo hubo decepciones, altos y bajos, pero no le gusta darse por vencido y contó con el apoyo de las dos partes. “No quisieron echarme. Yo les preguntaba ‘si están cansados de mí o creen que puede haber alguien mejor, díganmelo’”.

Confianza entre las partes


De lo que más se enorgullece es de haber “creado confianza” con las dos partes. “Ninguna me veía como parcial a la otra. A veces podían pensar que estaba defendiendo mucho a la otra parte, pero en 24 años creé una buena relación con las dos”, explica.

Uno de los momentos más complicados para él, paradójicamente, unió a las dos partes. Macedonia estaba colocando numerosas estatuas de Alejandro Magno en sus ciudades y había tomado el nombre del personaje histórico para su principal aeropuerto, provocando protestas en Grecia. Nemitz le dijo a un periodista macedonio que no podía entender esa fijación con Alejandro Magno porque fue un gran líder militar, pero también causó destrucción y mató a muchas personas.

“Hice un comentario un poco derogatorio sobre Alejandro Magno y el hecho de que todo el mundo estuviera tan obsesionado con él. Todos se pusieron furiosos conmigo por eso, las dos partes, y tuve que pedir perdón, retirar mi comentario y reconocer la grandeza y la influencia de Alejandro Magno que transformó toda la región de Grecia hasta India”, explica. “Soy muy cuidadoso de no decir nada malo de otros personajes notables”.

Hoy el enviado dice sentirse “satisfecho”. A partir de ahora se dedicará a su trabajo en las juntas de varias universidades y a cuidar de sus tres nietas.

“Hemos alcanzado un acuerdo, tienen que ponerlo en marcha y habrá un tira y afloja, pero mi trabajo está hecho”.

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