jueves, 22 de febrero de 2024

Agonizante ©, Cuento

Arcano literario

Mario Luis Altuzar Suárez
 

Tú eres pobre, lo soy yo;
soy de abajo, lo eres tú:
¿de dónde has sacado tú,
soldado, que te odio yo?

No sé por qué piensas tú en 1937
en México
Nicolás Guillén 1902-1989

 -…ahhhhhg!”, difícil respirar con ese nudo en la garganta por el dolor que desgarra el pecho del cuerpo musculoso, aunque delgado, de 25 años, cubierto con el uniforme verde olivo desgarrado, las botas militares recuerdan algún día de gloria bien lustradas, y de los dedos de la mano derecha gotea sangre mientras que la izquierda trata de contener el flujo sanguíneo del enorme hoyo en el pecho.

¿Cómo llega este momento del supremo sacrificio en un joven abandonado en la sierra? En medio de los estertores finales recuerda la advertencia de su voz de mando: “¡Cuídate! ¡Cuídate mucho! Estamos en una época de oscuridad en donde la confusión es la madre de la política divisionista de hombres y mujeres. En donde la intriga lleva al asombro, los recuerdos a las lágrimas y, tú soldado, eres importante para servir a la Patria, si estás vivo y no como doliente recuerdo de tu familia que dejas abandonada a la vorágine de criminales disfrazados de gobernantes”.

Intenta mantener abiertos los párpados cada vez más pesados, como si agujas de hierro candente y pesado, intentaran descansarlos en la oscuridad eterna con su promesa de descanso. “¡Servir a la Patria!” ¡Claro que sí! Porque era servir a la población al rescatarlos de los desastres naturales. ¡Proteger a los ciudadanos de criminales y asesinos! Portar orgulloso el uniforme que cada noche lavaba y planchaba en cada madrugada. Uniforme y hombre con paso marcial por las calles, despiertan exclamaciones de admiración, de respeto, ¡de querer ser como ellos!

¿En qué esquina de la política se perdió el horizonte, el destino, la esperanza? Los borbotones de sangre traen esos discursos llenos de engañosas promesas. Del resentimiento del mediocre que se revuelca en el lodo de su ignorancia y ambición de encontrar la razón de su mísera existencia. El innovador mediático de acabar con la delincuencia al atacar sus raíces. Es decía. Y decretó la intrigante frase de “abrazos, no balazos” para causar el asombro de una cortina de humo que impidiera ver el fondo de tan ocurrente idea; Su complicidad y estar a su servicio… desde el primer minuto en que se apoderó del poder para poder bañar en sangre a los crédulos y engañados.

Y el Rememorador agónico, esboza una triste sonrisa por donde escurre una de sus últimas lágrimas al retumbar en los tiempos esa orden ¿extraña?: “Cuiden a los delincuentes, a los narcotraficantes, porque deben respetar sus derechos humanos. Son buenas personas. Son trabajadores. ¡Ya basta de estigmatizarlos!”

Así, en la última exhalación, balbucea la pregunta, igual millón y medio de interrogantes silentes que se pierden en la eternidad de la muerte: “¿Y mis derechos humanos, señor disque presidente?” Aunque les hubiese escuchado está imposibilitado de responder. Atiende una crisis física: ¡Le dio una embolia! ¿La causa? Se publicaron investigaciones del Departamento de Estado del vecino norteño, que le señalan como narco, pero no un narco cualquiera, no es igual a la mafia del poder, él es diferente porque, ¡es todo un Señor Narcopresidente!... sin percatarse que también agoniza.

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México, 22 de febrero de 2024.

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