Arcano Literario
…ah! ¡Qué breve es la inmortalidad! Pasa tan rápido que es
difícil creer que existió. ¡Ni la magia de la tecnología puede sostener el
espejismo! ¿Eso somos? ¿Una imagen que se borra? ¿Un suspiro que se ahoga en el
olvido? "Cogito, ergo sum", estableció el materialista metafísico francés
René Descartes. Se reduce, entonces, la existencia de un pensamiento. Luego
entonces, ¡todo lo demás no existe!
-“Muy cierto”, rompe la cadena de mis reflexivos
pensamientos en voz el ser que no pensé que estuviese conmigo y, si no lo pensé
no ¿existe? Pero, ¡está allí!, a mi lado y con una sonrisa condescendiente que
enmarca una tierna mirada envolvente de mi cuerpo. ¿La premisa es falsa? ¡Muy
lamentable! Se estrella la misma poesía con su argumento de “te pienso, luego
entonces, te siento y lo que tactean las yemas de mis dedos ¡existe! Aunque, en
está en el pensamiento recorriendo el aire en que se imagina la geografía
corporal ¡ausente!
Creo que al final, los vacíos de mi cuerpo, interconectados
por invisibles pulsos eléctricos, se complementan en el Gran Vacío del Espacio que
habitamos en una continua repetición eterna de espejismos. Como el de la
compañía allegada en este momento, que inquiere:
- “¿En dónde estás? Tu cuerpo está aquí pero tu Esencia ¡quién
sabe donde se encuentra!”, dice al mover su extendido brazo derecho con corona
con el índice en movimiento en dirección circular a las manecillas de un reloj.
Le digo:
- “Hay razón en tu observación. Me topé con una fotografía. Cuando
tenía como unos seis años. Me veo en el volante de mi poderoso auto rojo de
pedales, ¡muy parecido al de Los Intocables! Aunque guardándose las
proporciones, hay la coincidencia de que los protagonistas de la cinta ¡parecen
inmortales! Reciben balazos, mueren, y en la siguiente escena vuelven aparecer
¡tan vivos como si nada! Y yo, embebido en esa impresionante rubia de doce años,
rediviva de alguna obra de El Greco, ¡con su magnífico cuerpo estilizado! Resalta
la hermosa fiura pese al hampón vestido blanco del cuello al huesito, como lo
describió el zacatecano Ramón López Velarde, sentada en el cofre de lo que
sería el motor”.
Pausa mi narrativa para evitar ahogarme por el emocionante
recuerdo y prosigo: “¡Vamos por esa pendiente!, me dijo al señalar una bajada
de cuarenta y cinco grados en el parque. Al mismo tiempo que un amigo brinca y
pide que lo hagamos y, es más, se compromete a empujarnos unos cinco metros
ante del declive para tomar un impulso mayor. Ante mis dudas, escucho su voz
dulce pero firme con la frase: ¿No eres hombres? Mejor yo que soy mujer, no
tengo miedo. Le respondo: ¿Cómo crees? ¿Temor? Para nada. Y cómo no, si debería
mostrarme muy valiente porque, a lo mejor…”
Corto la frase y la desvío a que en esa tierna edad, al
desconocer el significado de la muerte era imposible que le temiéramos por lo
que habitamos en el limbo de la Inmortalidad en que lo más que podía pasar,
eran raspones y, bueno, algunos con una fractura ósea que sanaba rápidamente en
los Poderosos Indestructibles de la Era Inmortal que, sesenta años después, me
lleva a reflexionar sobre ese parpadeo, sobre esa brevedad de nuestra
inmortalidad y, emerge la nostalgia de dudar si existió o fue un espejismo diluido
en el tiempo y al que me aferro para sentir que existo en la percepción de un
pensamiento.
- “Estábamos muy contentos nosotros tres y mira como este
niño casi se nos lanza por el aire”, le digo. Nos empuja a la pendiente, empero,
¡no se soltó! Y cuesta abajo en mi rodada, igualito a ese drama hecho canción
por Carlos Gardel, ¡nos acompañó todo el trayecto! Se veía como un Superman. ¡Por
la alegría del juego! Hasta que… ¡pácatelas! Con un ruido seco al chocar el descontrolado
Poderoso Auto de pedales con una barda, ¡rebotamos como frágiles muñecos!
Alcanzamos a escuchar a otros visitantes al parque: A ver, vamos a ayudarle,
¿les esperamos todos? ...a por ellos...”
- “Y ¿qué pasó? Me tienes en ascuas”, urge mi interlocutor. Calmo
su expectativa, o por lo menos, es lo que creo:
- “¡Qué sí, éramos inmortales! Unos cuantos rasguños y nada
más. Aunque los debilitadores de la humanidad en supuesta evolución
tecnológica, acusarían a nuestros padres por descuidar sus obligaciones de protegernos
y evitar que se arriesgara nuestro derecho humano a la vida, y así, “producir”
una sociedad de seres débiles y dependientes económicos, políticos y sociales
que cambian tres comidas de racionado arroz del bienestar, frijol con garbanzo
del bienestar, con leche del bienestar enriquecida con heces fecales, tomar maíz
quemado como café del bienestar o, cerveza Rocío del Bienestar con chocolates
de la misma marca, y se olvidan que alguna vez fuimos felices con la
satanizados siervos del Imperio al comer carne, verduras y aguas frescas y
desayunar y cenar cereales de trigo o maíz con leche de vaca y tomar jugos
naturales de naranja. Y nos roban la inmortalidad al reducir la fortaleza de
hierro por la desnutrición regulada por hombres y mujeres, esa minoría que
engorda en el supuesto bienestar que le niegan a los demás”.
- “¡Ah, tiempos aquellos que no volverán!”, resume mi
acompañante improvisado, mientras extrae unas esposas y la pone en mis muñecas
para subir a una patrulla y conducirme a donde seguramente comprobaré el
término corporal de mi mortalidad en una celda con agua, iluminada las 24 horas
con videovigilancia ante su temor de que “se vayan a fugar las ideas”.
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas,
México, 13 de mayo del 2025.
Estábamos
muy contentos nosotros tres y mira como este niño casi se nos lanza por el
aire... A ver, vamos a ayudarle, ¿le esperamos todos?... a por ellos...
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