Arcano de Opinión
Arcano Radio
Querida Ana Karen, El silencio monacal del
hotel Diego de Mazariegos se extiende sobre las calles de San Cristóbal este lluvioso domingo. Los turistas, desde la madrugada, abordan
los helicópteros y avionetas
de las expediciones hacia la selva; hacia el encuentro de esa región
pletórica de misterios, de folclor,
tradición y enorme
biodiversidad.
Los pasillos palaciegos del
hotel me recuerdan que fue justamente Diego de Mazariegos quien fundó la capital, Villa Real, el 5 de
marzo de 1528, a orillas del río Grande, a unas leguas de la capital de los Chiapa, pero de inmediato
la trasladó a esta
ciudad, el 31 de marzo del mismo año. Más tarde
sería elevada al
rango de Ciudad Real. En 1535 el Rey Carlos V le entrega el escudo de armas, y
Paulo III en 1538, la declara sede de un Obispado.
Mientras recorro las calles, aún
húmedas por el rocío de la mañana, vislumbro
quinientos años de brecha cultural, de tradición y abolengo entre Tapachula y San Cristóbal;
500 años de tradición colonial, de edificios
majestuosos y otros modestos que, sin embargo, conservan la belleza de su
arquitectura protegida por su propia sociedad empeñada en no ser perturbada por
la modernidad. Porque la modernidad que vive San Cristóbal no ha logrado alterar su
paisaje urbano para deleite de miles de viajantes europeos y nacionales,
quienes acuden a visitar la que fuera capital de Chiapas durante el Siglo XIX.
Turistas que, se maravillan con los barrios indígenas que la circundan, con las artesanías de tzotziles, tzeltales y
algunas cho’l que abundan en los tianguis, mercados y
calles.
Una agradable sensación me invade, como si traspusiera
la frontera del tiempo. Quinientos años de distancia cultural existen entre
Sancris y Tapachula, quinientos años de distancia entre la creación del Colegio de San Francisco
Javier dirigido por los jesuitas y la primera universidad en Tapachula. San
Cristóbal cuenta
con el orgullo de haber sido sede de la primera escuela Normal de América fundada por el tapachulteco Fray Matías de Córdoba y Ordóñez en el Siglo XIX; San Cristóbal de las Casas, como capital
cultural de Chiapas vio nacer la primera imprenta y con ella, los primeros periódicos como fue “La Campaña Chiapaneca” y
el Para Rayo fundado por el propio Fray Matías en 1827. Para mi beneplácito, las cafeterías
abundan en San Cristóbal.
Es difícil elegir
entre ellas, porque en cada una, se respira una atmósfera agradable El café exprés humea incesante mientras leo una reseña del maestro Enoch Cancino Casahonda
alusiva al insigne coleto José Felipe Flores.
El doctor Flores fue un médico destacado por ser “el primero en el mundo en facilitar el
estudio de la anatomía
humana, convencido de su utilidad esencial en la formación de los médicos creando después de siete largos años de
trabajo, figuras anatómicas
de ceras armables y desarmables, antes de que lo hiciera el abate Fontana,
muerto en Florencia en 1805, a quien se atribuye ese mérito. El Doctor Flores destacó también por sus
aportaciones a la campaña de vacunación contra la viruela salvando miles de vidas,
utilizando la vacunación
de brazo a brazo, antes que Eduardo Jenner la perfeccionara en Inglaterra años
después”.
Por si fuese poco, este insigne
chiapaneco nacido en San Cristóbal, Médico de Cámara del Rey Carlos IV, fue
también el inventor del primer barco
de vapor que hubo en España, botado en el Guadalquivir poco antes de morir en
1824. Y mientras me maravillo con las biografías de los chiapanecos ilustres no puedo sino
constatar que nadie es profeta en su propia tierra.
Como ellos, miles de chiapanecos han aportado
al mundo importantes inventos, descubrimientos y un caudal inconmensurable de
manifestaciones culturales, artísticas, científicas
y tecnológicas,
desconocidas en su mayoría por los propios chiapanecos. El tercer café exprés me anima a contemplar el arte indígena de las pinturas y fotografías expuestas para su venta en
los muros de la cafetería.
Pinturas de enorme colorido; fotografías de dramática expresión reflejando esa interminable
lucha entre blancos, mestizos e indios. Porque debes saber que esta zona fue
poblada por los mayas, 1500 años antes de Cristo. Más tarde, 1300 años antes de Cristo se consolidan los centros
ceremoniales de Izapa y otros lugares de Chiapas, los cuales se caracterizaron
por tener una fuerte influencia olmeca.
Debes saber que la lucha es
legendaria. Desde que los mayas parten al Mayab y al oriente de Yucatán en el año 550; en Chiapas, los
que se quedan se fragmentan en numerosos cacicazgos haciéndose la guerra entre sí. Más tarde en el año 900 los indígenas chiapa, dominan a los grupos mayas locales y
fundan guarniciones y colonias en el Soconusco y Zinacantán. Cincuenta años más tarde, los Olmecas del
Altiplano Central llegarán a imponer sus costumbres y creencias.
La historia cuenta que los
aztecas invaden el Soconusco en 1482, pero no pueden vencer la resistencia de
los chiapa y por ello, establecen guarniciones en Zinacantán y Soconusco imponiendo
tributos a los pueblos conquistados, consistentes en ropa, cacao, pieles de
tigre y pájaros
raros. Por las calles de San Cristóbal se ve a los niños
indígenas abordar a
los turistas: “escríbeme aquí tu nombre” le solicita una pequeña a un rubio alto con mochila al hombro. El extranjero accede y
de inmediato la niña le pide que le pague la contribución que acaba de firmar. El
argentino sonríe
sin entender que ha sucedido, quizá se imaginó que
le solicitaban un autógrafo,
pero la niña se aferra y le insiste hasta que el tipo se desprende de unas
monedas para obsequiarlas. La vida cotidiana en San Cristóbal transcurre llena de
contrastes.
Con seguridad, ningún indígena, o pocos de ellos, sabrán que fue Diego de Mazariegos en 1527, al
mando de una fuerza española, quien vence a los indígenas chiapa en el peñón de Tepetcha y que
los sobrevivientes se arrojan al cañón del Sumidero, antes que entregarse a los
españoles.
Quizá, pocos conozcan el origen de tanto rencor y odio hacia los blancos y
de tanta desconfianza hacia los mestizos, pero lo cierto, es que fue Fray Bartolomé de las Casas quien trató de apaciguar tanta guerra estéril y quien luchó tenazmente contra los encomenderos por su
actitud esclavista hacia los indígenas. Él, luchó hasta lograr en 1549 la liberación incondicional de los esclavos
y sirvientes que no recibían salario y la modificación del tributo en los distritos de Chiapas.
Un viento fresco sopla
agradablemente mientras el sol empieza a elevarse por el cenit. Desde lo alto
del mirador de San Juan Chamula, me extasío en la contemplación de un pueblo sincrético donde el cristianismo se funde con la
idolatría y las prácticas paganas festivas tan
llenas de magia como de brujería y santería.
En 1824, los chiapanecos votan por su anexión a México mediante un plebiscito.
La guerra de Castas de 1869 de
los indios tzotziles en contra de los ladinos de San Cristóbal, pareciera ser interminable.
Los tzotziles lograron reivindicar sus derechos sobre la tierra cuando se
produce la sublevación
de 32 pueblos tzeltales, que instauran una república propia y desconocen a las autoridades
españolas. Fuerzas al mando
del Capitán General
de Guatemala vencen la rebelión con la toma de Cancuc.
Desde esa misma altura escucho a
Fray Matías de Córdova proclamar la independencia
de Chiapas, oponiéndose a la servidumbre; pero
hoy, se presencia otro tipo de servidumbre impuesta por los caciques de la región y por el imperio del
narcotráfico, incluso por los refrescos de Cola que lucen sobre la juncia
fresca dentro del templo Chamula de San Juan Bautista, como parte de los
rituales sincréticos que profesan.
La juncia se mezcla con el
incienso; el aroma es profundamente místico y las luces de las velas iluminan la
austera iglesia donde los espejos se han colocado sobre el pecho de los santos
como símbolo de que
uno vive en el corazón de María al verse reflejado en ellos.
Observo con respeto los rituales de “limpia”
que se ofrecen mutuamente
frotando un huevo sobre el cuerpo, escupiendo aguardiente sobre el enfermo
mientras se degüella
una gallina en medio de un rezo indescifrable que se eleva como un dulce
murmullo casi a nivel de cántico.
Ya en la cafetería, escucho a
una joven hablando con orgullo de Florinda Lazos, la primera mujer Diputada en
México, porque debes saber que en 1921 le fue
reconocido el voto a la mujer chiapaneca. La chica celebra el triunfo electoral de
una mujer en la presidencia municipal. La primera coleta en lograrlo.
La noche es gélida, un aire frío sopla obligándonos a cobijar con esas imágenes imborrables que brinda la
historia y el presente de una ciudad que ha sido protagonista de la última guerra del Siglo XX, de la
sublevación de los
indígenas en busca
de autonomía, de la violencia y el homicidio como
práctica cotidiana y de la coexistencia entre blancos, indios y mestizos. La
joven expresa su esperanza de pacificación al llegar Eduardo Ramírez a la
gubernatura del Estado.
Siento frío, pero también la calidez de una noche apacible y dulce para decir con Rosario Castellanos: “San Cristóbal es una ciudad antigua, situada en un gran valle rodeado de montañas. Al amanecer, baja la niebla hasta las casas y las ronda. Ya tarde empieza a alumbrar el sol. Los días son largos, transparentes, purísimos. Y las noches, con esos cielos de cristal, de estrellas fijas y remotas”. El encuentro con San Cristóbal es un encuentro con las raíces chiapanecas, un encuentro contigo, conmigo mismo; simplemente, una cuestión de amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario