* Las redes sociales, una plataforma con riesgos
* Amenazas al “enemigo”
Por Beatriz BARRALPeriodista de nuestra asociada RNU
Los periodistas deben tener
libertad
para realizar su trabajo.
Foto: ONU/Eskinder Debebe.
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Las noticias falsas no son una novedad de la era de
internet, pero, con un flujo de información globalizado, constante y
vertiginoso, la línea que las separa de las noticias tradicionales, basadas en
hechos verificados, se ha desdibujado. Las redes sociales, muy vulnerables a la
manipulación, han ayudado a socavar la confianza en el periodismo convencional.
Dirigentes autoritarios y populistas, y otros poderes, usan
la frase “noticias falsas” para atacar a sus críticos.
“Es parte de una retórica que se está utilizando para
censurar a la prensa y evitar críticas o discusiones alrededor de temas
sensibles. Existen noticias falsas, pero hay que tener mucho cuidado con cómo
se usa la terminología y no aplicarlo de forma demasiado amplia de tal forma
que pueda crear censura”, explica María Salazar-Ferro, del Comité de Protección
de los Periodistas.
El problema, por tanto, no es que se denuncien las noticias
que no sean verídicas, sino que se ataque a los medios de comunicación
acusándolos de producir “noticias falsas”. “Esta retórica puede reforzar a
gobiernos que ya son intolerantes con la crítica”, señala Salazar-Ferro.
Según los datos del Comité, en 2017 se batió el récord de
periodistas encarcelados en el mundo: 262.
“En los países donde hay más periodistas encarcelados, se ha
adoptado mucho esta retórica de las noticias falsas”, explica. Los datos de su
organización muestran que ha aumentado el número de reporteros que han ido a
prisión acusados de difundir información falsa. En 2016, fueron 9 casos y, en
2017, pasaron a 21. De ellos, 10 eran informadores turcos y nueve egipcios.
La narrativa de Trump es peligrosa
La activista denuncia que la narrativa del presidente de
Estados Unidos “es peligrosa”, como ya se ha visto “en otros gobiernos que no
aceptan críticas y tienen una retórica similar”. “Lo usan para encarcelar y
censurar a periodistas”, explica.
En el caso de Estados Unidos, Salazar-Ferro asegura que los
reporteros que trabajan en el país se sienten “vulnerables” ante el aumento de
las “agresiones” y la menor aceptación “del periodismo que está en una línea de
opinión distinta a la del Gobierno”. “En algunos lugares, hay una gran
intolerancia hacia la prensa y uno se piensa dos veces si debe identificarse
como periodista o no, porque hay un nivel de agresión hacia la prensa”, dice.
Los reporteros “se han convertido en un enemigo del público,
cambiando ese rol de observador neutro”.
Las redes sociales, una plataforma con riesgos
Las redes sociales son una plataforma para voces que antes
no tenían lugar. Esto multiplica las fuentes y puede aportar riqueza a las
informaciones.
Sin embargo, no todo son aportes positivos. La proliferación
de desinformación en las redes ha provocado que el público deje de confiar en
los medios tradicionales. Por eso, Salazar-Ferro recomienda “llegar a la fuente
original, ir al medio que está reportando” y fiarse solo “de medios conocidos o
periodistas que uno sabe que están tratando los temas de manera profunda”.
Por otro lado, “pensando en grupos como ISIS, las redes les
está dando una voz que convierte a la prensa tradicional en un símbolo
obsoleto”, señala. “Cuando tienen una plataforma en la que pueden crear
noticias de manera directa, ya no se necesita al observador neutro que
tradicionalmente era un periodista y esto le quita una protección muy
importante al periodista que está cubriendo una guerra”.
En ambientes menos hostiles, tener que usar las redes
sociales para colgar noticias, hace que la identidad de los informadores sea
muy pública, lo que puede ocasionar que reciban más amenazas. “Lo vemos en
Estados Unidos con periodistas que son críticos y reciben amenazas en sus redes
sociales. Se pueden ampliar hacia las familias de los periodistas”, dice. La
consecuencia es “un ambiente de censura por miedo a lo que pueda suceder”.
Amenazas al “enemigo”
Relatores sobre la libertad de expresión y opinión de varias
organizaciones internacionales piden en una declaración conjunta el fin de las
amenazas a los medios de comunicación.
Los expertos de la ONU, la Organización de Estados
Americanos (OEA), la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE)
y la Comisión Africana sobre Derechos Humanos y de los Pueblos (CADHP) subrayan
con motivo del Día Mundial de la Libertad de Prensa las crecientes amenazas a
la existencia de medios independientes y diversos, en particular medios
digitales.
Los ataques contra periodistas “provienen, en parte, de
enmarcar, de forma cada vez más irresponsable, a los periodistas como
'enemigos' por parte de líderes políticos y empresariales”, dice el relator
especial de la ONU para la libertad de expresión, David Kaye.
La Declaración Conjunta sobre la Independencia y al
Diversidad de los Medios de Comunicación en la Era Digital recoge las amenazas
políticas, tecnológicas y económicas contra los medios y hace una serie de
recomendaciones:
Recuerda a los Estados su obligación de "proteger a los
periodistas y a otros que corren el riesgo de ser atacados por ejercer su
derecho a la libertad de expresión" y de iniciar "investigaciones
eficaces" cuando se producen ataques y asegurar "reparaciones
efectivas".
Los Estados deben abstenerse de adoptar leyes innecesarias o
desproporcionadas que penalicen o impongan sanciones más severas a los medios
digitales.
Las restricciones a la libertad de expresión basadas en
conceptos como "la seguridad nacional" y la lucha contra "el
terrorismo", "el extremismo" o "la incitación al odio"
deben definirse de manera clara y ser objeto de supervisión judicial
Los políticos y los funcionarios deben abstenerse de
interferir en las operaciones de medios de comunicación.
Los Estados "no deben vigilar, ni siquiera de manera
digital, a los medios de comunicación o los periodistas, a menos que tal
vigilancia se disponga por ley y sea necesaria y proporcional para proteger un
interés legítimo".
Los medios de comunicación deben poder acceder bajo términos
transparentes e imparciales y sin discriminación alguna a los recursos del
Estado, incluida la publicidad oficial.
Los Estados deben crear un entorno económico que apoye un
paisaje diverso de los medios de comunicación, sin socavar su independencia.
Los medios de comunicación y plataformas en línea deben
“tomarse en serio su deber de respetar los derechos humanos" y reforzar
sus "estándares de profesionalismo y responsabilidad social".
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