Textos en libertad
Por José Antonio ASPIROS VILLAGÓMEZ
Para Arcano Radio
El próximo 24 de mayo recordaremos el centenario luctuoso
del poeta, periodista y diplomático Amado Nervo -muerto pocos meses antes de
cumplir 49 años- y el 27 de agosto de 2020 celebraremos el sesquicentenario de
su natalicio. Los homenajes comenzaron en enero pasado en Tepic, ciudad que
formaba parte de Jalisco en 1870 cuando nació allí este ilustre mexicano.
Y como hace cien años no vivía quien ahora retoma la tecla
tras el reclamo de algunos fieles lectores porque había dejado de hacerlo, fue
necesario recurrir en una larga jornada de consultas a varias fuentes
bibliográficas y hemerográficas para precisar cómo fue la despedida de tan
reconocido personaje.
Porque no simplemente murió un día y lo sepultaron al
siguiente. Su funeral superó al multitudinario de Víctor Hugo en París
(https://recuerdosdepandora.com/historia/el-multitudinario-funeral-de-victor-hugo/),
pues duró seis meses durante los cuales su cadáver pasó por diversos puertos de
la costa atlántica americana, donde recibió homenajes oficiales y populares antes
de ser inhumado el 14 de noviembre de 1919 en la Rotonda de los Hombres
Ilustres (llamada así entre 1872 y 2003) de la Ciudad de México.
Ello se debió a que Juan Crisóstomo Ruiz de Nervo y Ordaz
-su nombre real- murió en Montevideo víctima de un problema renal cuando era
embajador de México ante los gobiernos de Uruguay y Argentina, donde además era
muy popular por su trabajo periodístico y sus libros de poemas y prosa.
Por ello, tras su deceso el Congreso uruguayo lo nombró
"príncipe de los poetas continentales" y el gobierno de ese país
decretó tres días de duelo con la bandera a media asta. Los restos del autor
del conocido poema ‘En paz’ -una suerte de epitafio-, fueron trasladados a
México en el crucero de guerra ‘Uruguay’, que hizo el recorrido al frente de
naves como el barco argentino ‘9 de Julio’ y otros de Brasil, Venezuela y Cuba.
Dice Gustavo Casasola en su Historia gráfica de la
Revolución Mexicana (Trillas, 1992) que los restos llegaron el 13 de noviembre
a la capital mexicana a través de Veracruz y fueron velados en la Secretaría de
Relaciones Exteriores, que entonces se encontraba en la avenida Juárez, como
nuevamente ahora después de estar 40 años en Tlatelolco. Montaron guardias
funcionarios del gobierno y el cuerpo diplomático, y al día siguiente fueron
inhumados en la Rotonda luego de varias alocuciones, por cierto reunidas en el
libro ilustrado Amado Nervo: Crónica y discursos con motivo de los funerales
del poeta nayarita en 1919, del doctor José Sarukán (UNAM, 1995).
El trayecto entre Relaciones Exteriores y el panteón de
Dolores -unos nueve kilómetros- fue a pie por el Paseo de la Reforma y dicen
las crónicas que la tercera parte la población de una ciudad que tenía entonces
900 mil habitantes, se unió al cortejo fúnebre en el que participaron también
los marinos de Uruguay y Argentina que trajeron a México al diplomático.
En cambio, porque acababa de enviudar no estuvo en ceremonia
alguna el presidente Venustiano Carranza -quien habría de ser asesinado seis
meses después-, pero fue representado por varios de sus ministros, entre ellos
los generales Plutarco Elías Calles y Francisco L. Urquizo.
Igual que Víctor Hugo en París, Amado Nervo era muy popular
en América y España; no solamente en México. Era conocido por su trabajo
periodístico y por su poesía muy accesible. Algunos críticos lo consideraron
desde cursi hasta elegante, mientras que otros han destacado que, tras la
muerte del nicaragüense Rubén Darío, él representaba la corriente del
Modernismo, muy afín a la cultura francesa.
Conforme a un texto de la Fundación Zuloaga del País Vasco,
“por esas fechas sus poemas fueron recitados por miles de personas y en las
librerías se agotaron las ediciones de sus obras”. Pero, según dijo a su vez el
también poeta Juan Domingo Argüelles en un comunicado del Conaculta de 2013, la
producción completa de Nervo publicada por la española Editorial Aguilar,
“alejó a los lectores de su obra” y era “necesaria una antología lo más completa
posible, que supere a aquella”.
Como sea, en la edición de Aguilar se destaca que, según el
poeta guatemalteco Rafael Arévalo Martínez, en la prosa de Nervo no había
“pobreza de estilo”, sino “sencillez y buen gusto, en superlativo”, y que en la
época de los adjetivos él llamó a estos “nuestro tirano” y prefirió el extremo
contrario para no caer en “el malabarismo de los giros” literarios. Su
propuesta era quitar “la hojarasca de palabras inútiles”, incluidos los
neologismos.
Tal era, en síntesis muy apretada, aquel personaje que a
cien años de su muerte aún se conserva en el interés del ámbito culto, y cuya
obra se encuentra lo mismo en Internet que en nuevas publicaciones y fue la
figura central del Festival Letras celebrado el pasado enero en Tepic, donde
una estatua suya da la bienvenida a los visitantes a esa ciudad.
Un artículo de hace cinco años de este tecleador con datos
del Amado Nervo periodista, en ocasión de su 95 aniversario luctuoso, aún puede
leerse en http://www.todotexcoco.com/noticias?NT=30833.
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