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…rummmmm! ¡Raaammmm ¡Raaammmm! Sonido ronco. Penetra los oídos.
Vibra el interior de la cabeza. Estremece el corazón con su bombeo que golpea
el pecho: ¡Bom! ¡Bom! ¡Bom! Parece salirse. Se gira lentamente la cabeza al
Poniente de la calle. Tarda un poco y asoma la llanta delantera de una clásica Harley-Davidson,
no de su época de creación en 1903, sino las que se hicieron famosas en las
películas de los sesenta y que fueron producto de la Segunda Guerra Mundial.
Lo realmente increíble es quien tripula la poderosa máquina
de “Nacidos para Perder” de 1967: ¡Una amazona de unos 75 años! Muestra el
esplendor de la contracultura, esa tendencia ideológica que buscaba la
solidaridad mundial y romper con el sistema de poder establecido, con su
vestimenta colorida de los hippies en perfecta combinación con el camuflaje del
caballo de acero en rines, salpicaderas, asiento… ¡toda ella!
La mujer de cabello blanco, obviamente por negarse a usar
los tintes creados en 1909 por el químico francés Eugene Schueller, y su bata,
pantalón y blusa de intensos colores, ¡los tejió!, que, en aquellos años, era
una forma de protesta contra la salvaje industrialización que establece las
líneas de producción fabril a nivel mundial en los setenta, y que ahora… ¡es un
lujo de las clases pudientes!
Aunque protegidos por lentes redondos de aumento, se logra
ver ese brillo de gozar la vida y la sonrisa, entre irónica y burlona, proyecta
su espíritu indomable, fuerte, pero, sobre todo, ¡libre! Es imposible sustraerse
del recuerdo de aquellas cintas filmográficas de hombres, normalmente eran
hombres en las películas, que recorrían las carreteras del país, empleándose en
cualquier labor que permitiera contar con los recursos necesarios para comer,
beber y lo más importante: ¡Pagar los ocho litros de gasolina para mover los
252 kilogramos del vehículo más la masa corporal del conductor!
¡Y ella, con sus cincuenta y cinco kilos, controla el pesado
caballo de acero! Los abuelos, bueno, más antiguos que ella, decían que “más
vale maña que fuerza” y seguramente es encontrar y sostener el punto de
equilibrio para las maniobras inolvidables del ídolo mexicano Pedro Infante en “A
toda Máquina” y “Qué te ha dado esa mujer de 1951. Una motocicleta famosa y de
valor incuantificable sin que sea atractivo turístico en Salamanca, Guanajuato,
México.
Con la mano izquierda aprieta la palanca del clutch mientras
su pie protegido por tenis rojo, mueve la palanca de velocidades y la mano
derecha mueve la manija del acelerador. Señal de que proseguirá su viaje la
que, definitivamente, no nació para perder, sino para mantener vigente a los “baby
boomers”, lo que resistieron a ser reclutados para la guerra de Vietnam, que
protestaron por la industrialización con su cultura del consumismo y que, se
perfeccionó a la segunda década del tercer milenio al úsese y tírese un
producto con caducidad inmediata, ícono de ¡la cultura del desecho!
¡Qué ganas de pedirle prestada la moto y sentir, aunque sea por unos minutos al darle la vuelta a la manzana, la libertad! Aunque creo que cuestión de actitud si consideramos que la libertad está en nuestro interior como Potestad Divina. Y que es urgente que recuperemos.
Tuxtla
Gutiérrez, Chiapas, México, 12 de septiembre del 2024.
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