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...toparon mis ojos con García Lorca! ¿En la segunda década del tercer milenio? ¿A ochenta y ocho años de que Federico inicia su gira al astral? ¡Imposible! Y... sin embargo, ¡está allí! Es... ¡sí, es una estatua viviente! De talla delgada. Ojos de mirada chispeante. Esa sonrisa que oculta un misterio. ¡Cómo si nada! Sentada en medio de dos jóvenes robustos, mujer a su derecha que parece buscar algo en el universo infinito de su celular y, hombre a su izquierda, preocupado en descifrar los símbolos del lenguaje en un periódico.
Actitudes que hacen pensar en la rutina cotidiana de uno de tantos viajes de millones de neoyorquinos en el Metro de 472 estaciones. ¡Hace tanto tiempo que se inauguró! Por allá del 27 de octubre de 1904.
Y, sin embargo, ¡no es tan sin importancia! Recuerdo que en mi juventud, en mis primeros años de periodismo, una maravillosa mujer me dijo: "Viste en combinaciones que son más sencillas de adecuar la vestimenta y de un traje, al combinarlo con cuatro pantalones distintos, ¡hace cinco trajes!". Y funciona, pero... esta visión lorquiana, parece haberse excedido... bueno, para nuestra concepción latina, como la de este mexicano que intenta conocer Nueva York por medio de sus olores, sabores y sus estampas.
Resuena en mi cerebro: "Nada es casual, todo es causal". Y la canadiense de ochenta y tres años, Elizabeth Eaton Rosenthal, conocida como Elizabeth Sweetheart, fue bautizada como como la "Dama Verde de Brooklyn" desde 1964, cuando llega a suelo neoyorquino con su arte textil. Y hace honor a su nombre: Diadema de tonos verdes, cabello teñido de un verde suave, traje verde, uñas con esmalte verde, zapatos verdes, accesorios verdes. ¡Hasta se siente un fluido energético verde que emana de los enigmáticos labios con una generosa y ¿pícara o coqueta? sonrisa.
Es imposible callar el verso "verde que te quiero verde", de ese Romance sonámbulo del gran Federico García Lorca, dedicado a Gloria Giner y Fernando de los Ríos, el cuarto poema del Romancero Gitano, publicado en 1928 en la Revista Occidente, fundada en 1923 por José Ortega y Gasset y difundida tanto en Europa como en Hispanoamérica. A la segunda imagen de "Verde viento. Verdes ramas" le agregamos: "Verde mujer. Estatua verde, viviente. Esperanza reverdecida. Verde naturaleza. Verde prosperidad, verde fertilidad, salud verde, y el mejor legado ¡verde generosidad!"
¿Pero qué pasa? Se suben mujeres con licras verdes fosforescentes que golpean a los pasajeros de este vagón blanco con azúl. Dan dantesca de odio, rencor y resentimiento. Entiendo, entonces, que todo tiene dos lados, y estas féminas, salidas del abismo deshumanizado de lo que sería una gran manzana podrida, proyecta el lado oscuro del verde con la envidia de lo que se creen merecedoras en la cultura del mínimo esfuerzo. Tristemente, no son las únicas, ya que en cualquier esquina del mundo, existen los resentidos sociales que se vuelven más peligrosos cuando escalan esferas de poder y son los generadores de violencia en guerras fratricidas internas y externas.
Escucho en mi cerebro: "El verde y sus matices, es uno solo. En cada uno está darle la dirección de que sea bueno o sea malo. El Gran Federico de la Generación del 27, hizo denuncia de vida y los fascistas lo hicieron verde de muerte en medio de la Naturaleza".
¡Muy cierto! Nosotros tenemos la potestad del Destino Manifiesto. Imposible olvidar cuando casi escupía los pulmones por la intensa tos seca. Hasta que un cófrade de la escuela iniciática me indico que sentado en semi flor de loto, con las manos en las rodillas, ojos cerrados, aspirara profundamente, con la visualización del aire ¡verde! al ingresar a los pulmones y exhalar fuerte y con furia, el aire negro del interior. Puede creerse o no pero ¡sané!
Secretos que seguramente conoce muy bien la artista textil canadiense y comparte, al irradiar su sonrisa, un sentimiento de paz y tranquilidad, armonía y templanza, como si el resto del mundo no existiera, y nos fusionamos en la mirada con ese mural lorquiano que ¡vive!, porque el verde es, fue y será ¡Vida!
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México, 1 de agosto del 2024.
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