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“Distanciarme del presidente Andrés Manuel López Obrador al
llegar al gobierno, pues sería desmarcarme de los mexicanos”, dijo en el
supuesto Centro Cultural Los Pinos, Claudia Sheinbaum Pardo, proclamada
presidenta electa por la Marina y SeGob. Se despeja la duda y el candor de los
opositores, de que recapacitaría por el bien de México.
Para nosotros, es la confirmación de que arribó al poder el
1 de diciembre de 2018 un grupo de delincuentes que secuestraron a la pobreza
para realizar el mayor saqueo de la historia de México y, difícilmente,
entregarán el poder recibido el 1 de julio de 2018, por su operador político
Enrique Peña Nieto y su esbirro Lorenzo Córdova Vianello, para “legalizar” un
supuesto triunfo electoral con 33 millones de votos de MORENA y asociados.
En las primeras “mañaneras”, el adoctrinamiento desde el
púlpito del Salón Tesorería en el Palacio Nacional que usurpó para sentirse un
Emperador, que ni alcanza a ser una caricatura de Napoleón El Pequeño, repetía
burlón: “No es un cambio de gobierno. ¡Es un cambio de régimen!” Y nadie le
creyó al ex “oreja” del CISEN en las islas de la UNAM.
¡Los sorprendió! Tal vez por creer que era imposible destruir
las instituciones democráticas con sangre de millones de mexicanos en poco más
de dos siglos de historia, tal vez porque se creyeron tan inteligentes que ignoraron
el concepto de “Régimen”: Sistema político por el que se rige una nación. O
bien: Conjunto de normas por las que se rige una institución, una entidad o una
actividad.
Estaba más que claro: No era un cambio de gobierno,
entendido como: Hombres o mujeres al frente del conjunto de instituciones y
organismos administrativos diversos que ejercen los poderes del Estado, o que
ejecutan las funciones del Estado. Y aplicó la máxima aprendida como “soplón”
de una oscura dirección de la Secretaría de Gobernación manejada por el no
menos oscuro poblano Manuel Bartlett Díaz, que nació en los límites de Tabasco
y Puebla cuando su padre huía para eludir su responsabilidad penal con los
tabasqueños.
“Engañar con la verdad”, el principio de la comunidad de
inteligencia nacional, a los que siempre envidió por esa gran habilidad camaleónica
para infiltrarse en organizaciones opositoras al grado de crear líderes “comunistas”
que eran agentes mexicanos.
Y después de saborear el poder gracias al Hijo del Tata, al
que despojó de un partido que siempre odio y ahora tuvo la oportunidad de
desaparecer, como que no era muy satisfactorio sentirlo solamente seis años y
desde sus entrevistas como candidato presidencial, bosquejaba centralizar el
presupuesto con fines electorales y… ¡tampoco se le creyó!
Las voces que advertimos de que preparaba a su sucesora,
antes de asumir la investidura presidencial, se nos ignoró y acusó de realizar
una guerra sucia. Incluso, periodistas beneficiados en administraciones priistas,
hicieron gala de habilidad serpetal para cambiar de piel y convertirse en
fieles y obedientes amanuenses del nuevo Mesías.
¡Y todo lleva su selló! Se cambiaron nombres y efemérides. Y
la celebración del Inicio de la Revolución Mexicana, ahora lo sabemos bien, se cambió
al 1 de julio, fecha en que le entregaron el supuesto triunfo electoral y en
donde la que decide sentirse mexicana y judía, repite:
“Este 2 de junio de 2024, fue la mejor celebración al 1 de
julio de 2018, porque el pueblo de México le dijo al mundo que en México sigue
la 4T, que sigue el humanismo mexicano”. Ya sabemos que su Hacedor se proclamó
la Encarnación del Pueblo que habla con Benito Juárez García. Es decir, que no
hay más pueblo que él solito.
Así se disfraza un sexenio de engañosas inauguraciones de obras
ficticias o conceptos de “economía moral” para ocultar el fracaso y sobre todo
ese “humanismo mexicano” en que esconden 180 mil (cifras oficiales) asesinados
por el crimen organizado, 300 mil muertes de 800 mil, que se pudieron evitar en
la pandemia, 5 mil niños muertos porque les quitaron sus programas anticáncer,
17 mujeres asesinadas diariamente y… ¡qué fabuloso humanismo mexicano! Qué paz
tan hermosa ofrece la neoyorquina desciente de lituano que hacen pasar como
tapatío y búlgara disfrazada de capitalina.
Una celebración en que expresó: “Leía hoy en un periódico:
‘Claudia debe pintar la raya con Andrés Manuel López Obrador’. Sería pintar la
raya con el pueblo de México. ¡Nunca!, con el pueblo todo, sin el pueblo nada”.
Y el aludido, está feliz, feliz, feliz, hasta que asuma
Donald Trump la presidencia de Estados Unidos y de encontrar alguna negativa
mexicana al Destino Manifiesto, ejecutar las investigaciones de la Drug
Enforcement Administration
Hasta la próxima.
mariolaltuzar@gmail.com
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