Por María Fernanda BERNASCONI
Periodista de Radio Vaticano
El Santo Padre Francisco celebra
la
Misa matutina en la capilla de
la Casa
de Santa Marta.
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El “sí”, la “sal” y la “luz”. Son las tres palabras
evangélicas fuertes sobre las que el Papa Francisco se detuvo, subrayando ante
todo que el anuncio del Evangelio es “decisivo”, puesto que no existen “esos
matices” del sí y no que, a la final – dijo – “te llevan a buscar una seguridad
artificial” como sucede, por ejemplo, con la “casuística”.
El Espíritu Santo nos lleva al testimonio cristiano
Estas tres palabras – propuestas por la Segunda Carta de San
Palo a los Corintios – explicó el Papa – “indican la fuerza del Evangelio” que
lleva al “testimonio y también a glorificar a Dios”. En este “sí”, por lo
tanto, encontramos “todas las palabras de Dios en Jesús, todas las promesas de
Dios”. En Jesús – refirmó el Santo Padre– “se cumple todo lo que fue prometido,
razón por la cual Él es la plenitud”:
“En Jesús no existe un ‘no’: siempre ‘sí’, para la gloria
del Padre. Pero también nosotros participamos en este ‘sí’ de Jesús, porque Él
nos ha otorgado la unción, nos ha impreso el sello, nos ha dado el ‘anticipo’
del Espíritu. Nosotros participamos porque somos ungidos, sellados y tenemos
esa seguridad, el ‘anticipo’ del Espíritu. El Espíritu que nos llevará al ‘sí’
definitivo, también a nuestra plenitud.
Incluso el mismo Espíritu que nos ayudará a llegar a ser luz y sal, es
decir, el Espíritu que nos lleva al testimonio cristiano”.
“Todo es positivo”, dijo Francisco. “Y aquel testimonio
cristiano” es “sal y luz”. “Luz – explicó el Papa Bergoglio – para iluminar a
quien esconde la luz, da un contra-testimonio”, refugiándose en ese un poco
“sí” y un poco “no”. Por lo tanto, el que “tiene la luz, pero no la da, no la
deja ver y si no la hace ver no glorifica al Padre que está en los cielos”. Y
advirtió que “tiene la sal, pero la toma para sí mismo y no la da para que se evite
la corrupción”.
Los cristianos están llamados a ser sal y luz
“Sí, sí”, “no, no”: palabras decisivas, como nos ha enseñado
el Señor, ya que – recordó Francisco –
“lo superfluo proviene del maligno”. Es precisamente “esta actitud de
seguridad y de testimonio – añadió – lo que el Señor ha encomendado a la Iglesia
y a todos nosotros, los bautizados”:
“Seguridades en la plenitud de las promesas en Cristo: en
Cristo todo está cumplido. Testimonio hacia los demás; don recibido de Dios en
Cristo, que nos ha dado la unción del Espíritu para el testimonio. Y esto es
ser cristiano: iluminar, ayudar a que el mensaje y las personas no se
corrompan, como hace la sal; pero si se esconde la luz, la sal se vuelve
insípida, sin fuerza, se debilita, y el testimonio será débil. Pero esto sucede
cuando yo no acepto la unción, no acepto el sello, no acepto aquel ‘anticipo’
del Espíritu que está en mí. Y esto se hace cuando no acepto el ‘sí’ en
Jesucristo”.
La propuesta cristiana – dijo Francisco – es tan sencilla,
pero “tan decisiva y tan bella, y nos da tanta esperanza”. Podemos
preguntarnos: “¿Yo soy luz para los demás? Yo – dijo también el Papa – ¿soy sal
para los demás, que da sabor a la vida y la defiende de la corrupción? ¿Yo
estoy aferrado a Jesucristo, que es el ‘sí’? ¿Yo me siento ungido, sellado?’
¿Yo sé que tengo esta seguridad que llegará a ser plena en el Cielo, pero que
al menos es su ‘anticipo’, ahora, el Espíritu?”.
El cristiano es “solar” cuando glorifica a Dios con su vida
Por último, el Pontífice observó que al hablar
cotidianamente “cuando una persona está llena de luz, decimos: ‘ésta es una
persona solar’”, a lo que agregó:
“Se tiene la costumbre de decir esto: ‘Es una persona solar’. Lo que puede
ayudarnos a comprender esto. Éste es más que solar, aún. Esto es reflejo del
Padre en Jesús, en el que las promesas están todas cumplidas. Éste es el
reflejo de la unción del Espíritu que todos nosotros tenemos. Y esto, ¿por qué?
¿Por qué hemos recibido esto? Lo dicen las dos Cartas. Pablo dice: ‘Y por esto,
a través de Cristo, sube a Dios nuestro ‘amén’ para su gloria’, para glorificar
a Dios. Y Jesús dice a los discípulos: ‘Que así resplandezca su luz ante los
hombres, para que vean sus obras buenas y glorifiquen al Padre’. Todo esto,
para glorificar a Dios. La vida del cristiano es así”.
Pidamos la gracia – concluyó
diciendo el Papa – “de estar
aferrados, enraizados en la plenitud de las promesas en Cristo Jesús que es
‘sí’, totalmente ‘sí’, para llevar esta plenitud con la sal y la luz de nuestro
testimonio a los demás para dar gloria al Padre que está en los cielos”.
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