jueves, 19 de noviembre de 2020

Secreto Femenino

Cuento


Por Mario Luis ALTUZAR SUÁREZ

-“…y cuál es, padre, el secreto femenino”, pregunto mientras llevo a mi boca la cuchara con ese exquisito puchero de perdiz que sazona maravillosamente el hombre que muestra el camino por donde podría conducir mis pasos. Destaca la boina a la mitad de la cabeza gacha mientras mueve el caldo hirviendo por las brazas y apenas alcanzo a percibir una sonrisa entre irónica y maliciosa al escuchar que musita:

-“Interrogante complicada. Por el código genético de ¡sencillez tan compleja!”, al mueve sus sandalias nerviosamente, aspirar profundamente y expresar: “Es más fácil decodificar el discreto encanto del eterno femenino, por la facilidad de admirar su belleza, disfrutar sus gracias y coqueteos, amar su aparente fragilidad que les fortalece, caminar a su lado con respeto, dignificarnos al dignificarla, ser leales al sagrado principio del amor en igualdad, sin complicarnos la existencia de intentar discernir sobre sus secretos, su pasado o buscar en el oráculo su futuro por miedo a desconocer nuestro propio futuro”.

-Suena bien eso, padre. ¡Pero es insuficiente! Se asoma tímidamente el bigote y la barba con algunos pelillos en otras partes del cuerpo, y los sueños acaloran mi cuerpo y despierto con los calzoncillos húmedos. ¡Veo en forma diferente a mis compañeras y amigas! Por ello solicito a mi padre, ese secreto…

-Aquí, en Puebla de Montalbán como en todo el mundo, desde la profundidad de los tiempos, se pierde mucho tiempo en tratar de esculcar el origen para entender a las cosas o las personas con la fuerza del razonamiento que a final de cuentas es el dogma científico para adoctrinarnos en sistemas económicos, políticos y sociales, a base del consumo y el derroche del úsese y tírese. Cuando la vida es tan efímera y sencilla, ¡como un banquete suculento!


Se interrumpe un momento y cierra los ojos para disfrutar sus momentos más preciados y prosigue:

-¡Ni Fernando de Rojas pudo desentrañar los misterios tan profanos de Calixto y Melibea! Hijo mío, el mayor atractivo de una mujer ¡es ese fantástico secreto indescifrable! Está en su espacio que merece todo el respeto de todo el mundo, sin dudas, sin prejuicios, sin juicios que conllevan a malas sentencias. Mírala a los ojos para que te reflejes en ellos, tómale las manos para que su calor se armonice con el tuyo y sean una sola vibración en la sangre que les transporte y conecte con el ritmo del universo, y al implosionar en uno solo con un cálido beso, cumplir con la misión de la procreación de la energía que les eleve a la Comunión con la Quinta Esencia, en donde veras y sentirás ese secreto que con tanto afán buscas y que los mecanismos de control social intentan arrancarnos por su temor a que recuperemos la libertad en el Poder del Origen.

Así es como recuerdo esas palabras de mi padre al calor de una fogata improvisada para aplicar la alquimia gastronómica del puchero de perdiz y con nostalgia sufrimos el culto al individualismo sensual tecnológico en que se despoja nuestra heredad de libertad para esclavizarnos a una competencia individual con su religiosidad vinculada a los vicios de la envidia, la avaricia y el resentimiento.

¡Pero nunca me dijo como hacer el primer contacto!... aunque no fue necesario. ¡Fue fantástico! Simplemente nos vimos en los ojos de la pareja y ¡sucedió! Así, nomás, como el cualquier parte del mundo, como en cualquier parte del tiempo. Y el secreto femenino se fusiona con el secreto masculino en la frase: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y varona los creó”.

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