De la mesa de redacciónDe nuestra asociada RNU
PNUD Honduras/María José Rodríguez: Hombre vendiendo en su
puesto de verduras en Tegucigalpa, Honduras
Para fines de 2021, al menos 33 millones de personas más
pasarán hambre en todo el mundo debido a la disminución del dinero que envían
los migrantes por la crisis económica del COVID-19. Dos agencias de la ONU
recalcan que la pandemia no se trata de una crisis temporal, sino de una
profunda disrupción que cambiará los patrones de migración durante años. Los
Gobiernos deben tomar medidas para proteger a los más vulnerables.
El hambre y el desplazamiento de la población a nivel
mundial aumentarán a causa de la pandemia de COVID-19, a medida que los
migrantes y quienes dependen de su ayuda económica buscan desesperadamente un
trabajo para mantener a sus familias, advierte un nuevo informe del Programa
Mundial de Alimentos y la Organización Internacional de las Migraciones.
El estudio indica que la pandemia y las medidas de
confinamiento han aumentado la llamada inseguridad alimentaria, es decir la
imposibilidad de acceder a la comida de forma regular. También ha crecido la
fragilidad entre los migrantes y las comunidades obligadas a abandonar sus
hogares por conflictos y desastres naturales.
Sin ingresos sostenidos, el informe advierte que muchos
migrantes no solo se verán obligados a regresar a sus hogares, sino que también
provocarán una caída temporal de las remesas, el dinero que los migrantes
envían a sus países, que proporcionan un sustento esencial para alrededor una
de cada nueve personas en el mundo, alrededor de 800 millones.
El Banco Mundial espera una caída del 14% en las remesas a los países de ingresos bajos y medianos para el 2021. Las consecuencias para la seguridad alimentaria podrían ser devastadoras. El PMA proyecta que para fines de 2021 al menos 33 millones de personas más podrían pasar al hambre debido solo a la disminución prevista de las remesas.
OPS /Karen González Abril: Una familia de migrantes
venezolanos en la Guajira, Colombia, durante la pandemia de COVID-19
Una caída que ya se siente en América Latina
Las poblaciones migrantes centroamericanas ya están
experimentando el impacto económico severo del COVID-19, más de la mitad de
quienes participaron de un estudio de la Organización Internacional para las
Migraciones habían perdido su trabajo por la pandemia, y un 82% dijo que habían
tenido que reducir la cantidad de remesas que normalmente envían porque no
tenían suficientes ingresos.
En el Corredor Seco de la región, donde las sequías afectan
a Nicaragua, Honduras, Guatemala y El Salvador, la situación que se vive es muy
difícil, con un 78% de los hogares que dependen de las remesas para sobrevivir
o complementar sus ingresos y así comprar alimentos o invertir en la
agricultura familiar. El estudio de las agencias de la ONU indica que más del
60% de las personas encuestadas en los cuatro países en agosto de este año
expresaron su preocupación por no tener suficiente para comer, particularmente
en Honduras.
Los migrantes, refugiados y solicitantes de asilo
venezolanos también pagan un grave precio por la situación actual ya que han
sido los más afectados por cierres de fronteras, las restricciones de actividad
económica y la falta de acceso a la salud y seguridad social. Además, los
ataques de xenofobia y otras expresiones de discriminación han aumentado con la
pandemia.
Los venezolanos dependen en gran medida del sector informal, y el declive económico en sus países de acogida están socavando gravemente sus medios de subsistencia al punto de obligarlos a regresar a Venezuela. Unas 120.000 personas habían regresado a su país de origen hasta octubre de 2020 y muchas se han quedado varados en las fronteras. Según el informe, las autoridades venezolanas han estado rechazando a muchos retornados.
© UNOCHA/Gema Cortes: Familias venezolanaas migrantes regresando a su país en la
pandemia de COVID
El hambre y el desplazamiento: estrechamente relacionados
“El impacto socioeconómico de la pandemia es más devastador
que la propia enfermedad. Muchas personas de países de ingresos bajos y
medianos, que hace unos meses eran pobres, pero podían sobrevivir, ahora
encuentran que sus medios de vida han sido destruidos. Las remesas enviadas por
los trabajadores en el extranjero a sus familias en el país también se han
agotado, lo que ha provocado enormes dificultades. Como resultado, las tasas de
hambre se están disparando en todo el mundo”, expresó el director ejecutivo del
Programa Mundial de Alimentos, David Beasley.
El informe explica que la inseguridad alimentaria y el
desplazamiento están estrechamente relacionados. El hambre, especialmente
cuando se combina con un conflicto, es un factor crítico que impulsa a las
personas a moverse. Nueve de cada diez de las peores crisis alimentarias del
mundo se producen en países con el mayor número de desplazados internos.
Mientras tanto, la mayoría de las personas desplazadas se encuentran en países
afectados por la inseguridad alimentaria aguda y la desnutrición.
El Programa Mundial de la Alimentos y la Organización
Internacional para las Migraciones piden a la comunidad internacional que se
asegure de que se hagan todos los esfuerzos posibles para limitar el impacto
inmediato en los más vulnerables, al tiempo que se garantizan inversiones a más
largo plazo que aseguren un camino hacia la recuperación.
Las agencias recalcan que no se trata de una crisis
temporal, sino de una profunda disrupción que cambiarán los patrones de
migración hasta por varios años.
“Una migración bien gobernada, como se describe en la Red de las Naciones Unidas sobre Migraciones, es un elemento esencial de una respuesta efectiva a COVID”, afirman.
PMA/Carlos Alonzo: El Programa Mundial de Alimentos
asiste a las comunidades indígenas de Guatemala afectadas por la inseguridad
alimentaria como consecuencia de la crisis del COVID-19.
Recomendaciones del informe
El PMA y la OIM proponen ocho acciones prioritarias para
reconocer la relación entre el hambre y la migración, fundamental dentro de la
respuesta a la crisis actual:
Garantizar que los migrantes que enfrentan graves
dificultades puedan acceder asistencia para satisfacer sus necesidades
alimentarias y otras necesidades esenciales.
Brindar asistencia a los desplazados y a sus comunidades
anfitrionas, incluidos refugiados y solicitantes de asilo, desplazados
internos, así como migrantes en situaciones de crisis.
Proporcionar acceso seguro a servicios críticos e
información inclusiva para todas las poblaciones en movimiento y desplazadas
internamente.
Reconocer las contribuciones positivas de los migrantes y la
diáspora, y promover su inclusión en los sistemas de protección social.
Facilitar el flujo de remesas como elemento financiero
esencial.
Promover los ajustes necesarios a los marcos legales
nacionales y garantizar el acceso a los servicios de justicia.
Contrarrestar la xenofobia, la estigmatización y la discriminación
hacia personas en movimiento a raíz del COVID-19.
Mejorar los datos y el análisis para comprender mejor los impactos de COVID-19 sobre movilidad, remesas y dinámica de la seguridad alimentaria.
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