lunes, 14 de agosto de 2017

Una utopía, (dos y fin)

En las nubes


Carlos Ravelo Galindo, afirma:
En Arcano Radio


(Perdón por el retraso. Acabo de regresar del hospital. Creemos superar la hemiplejia  en unos meses. Dice el neurologo.Y nosotros tenemos fe. Gracias por su benevolencia).

El 14 de diciembre de 1850 se firmó el tratado McLane-Ocampo por medio del cual se  vendía a perpetuidad el derecho de tránsito por el istmo de Tehuantepec a Estados Unidos de América por un pago de cuatro millones de dólares.

Este compromiso fue rechazado por el senado estadounidense con 27 votos  de senadores del norte contra 18 votos de los sureños.

Acabada la Guerra de Secesión en estados Unidos  retornó la idea de la empresa del ferrocarril de Tehuantepec.

En base del cumplimiento de los requerimientos mexicanos relativos a la participación conjunta en la titularidad y dirección, así como el libre tránsito para todas las naciones.

El sueño de vincular el Océano Pacífico con el Golfo de México que venía desde la Colonia sólo se concretó hasta el periodo gubernamental de Porfirio Díaz como resultado de la política del grupo de los científicos.

Para ello se utilizó la inversión extranjera, pues era el único medio posible, ya que el gobierno no contaba con los recursos necesarios para sufragar los gastos y la iniciativa privada mexicana mostraba desconfianza.

Durante la primera década del gobierno de Porfirio Díaz la concesión se traspasó cuatro veces a diferentes postores ingleses. El gobierno tenía preferencia por los inversionistas extranjeros, especialmente si eran europeos, ya que Díaz siempre tuvo un gran escepticismo sobre los estadounidenses.

Porque los recursos del gobierno federal eran insuficientes, en 1888 se obtuvo de  Londres, Berlín y Ámsterdam un empréstito de dos millones y medio de libras al cinco por ciento de interés.

Así fue como diferentes empresas se hicieron cargo de todos los tramos de la vía férrea, pero nuca se logró que fuera funcional en su totalidad.

En  1896  se dio la concesión a un británico sumamente eficiente, el ingeniero Weetman Pearson, y se completó la obra. Igualmente, a Pearson Porfirio Díaz encargó la transformación de los puertos terminales en Coatzacoalcos y en Salina Cruz.

Paralelamente, los estadounidenses decidieron construir el Canal de Panamá para derrotar a sus competidores.

El 23 de enero de 1907 se inauguró el tráfico interoceánico por Tehuantepec.

Díaz viajó al istmo acompañado de los ministros José Yves Limantour y Justo Sierra, el subsecretario de Relaciones y Fomento Leandro Fernández, los gobernadores Rafael Pimentel, Teodoro Dehesa, Guillermo de Landa y Escandón y Pedro Argüelles.

Lo acompañó  el cuerpo diplomático, Weetman Pearson, miembros del estado mayor presidencial, los funcionarios principales del ferrocarril de Tehuantepec y los generales Julián Jaramillo y Manuel Mondragón, así como una numerosa concurrencia.


Llegaron a Salina Cruz para recibir al buque estadounidense S.S. Arizonian que llegaba de Hawái con un cargamento de azúcar.

Como dato interesante cabe mencionar que el propio Díaz puso los sellos fiscales, mismos que se abrirían al llegar al otro extremo.

El costo del ferrocarril fue de más de cuarenta millones de dólares, suma que según Miguel Covarrubias “se quedó en manos de los banqueros de Londres y Nueva York, y de concesionarios y corruptos funcionarios ferrocarrileros y gubernamentales”.

Cierto es que nuestro istmo quedó a los ojos del mundo como un extraordinario punto geográfico con intereses comerciales y estratégicos, situación que persiste hasta la fecha, y más ahora, de acuerdo con las condiciones que se presentan en el desarrollo mundial.

Al poco tiempo de inaugurado el ferrocarril, la empresa interoceánica comenzó a dar grandes frutos puesto que la ruta era menor en distancia que la del Canal de Panamá.

Cada dos horas salía un convoy lleno de mercancías provenientes de las partes más remotas del mundo.

Desde luego, la decisión de Díaz de otorgar la concesión a los ingleses tuvo sus consecuencias, sobre todo con los estadounidenses.

Ocasionó, lo que Fredrich Katz denominó la lucha norteamericana-europea en América Latina.

El ferrocarril de Tehuantepec fue un gran éxito. Realizaba hasta veinte corridas por día en ambas direcciones.

Ocurrió lo que siempre pasa: algo se atraviesa en nuestro desarrollo y bienestar.

En 1910 estalló la Revolución, pero aun así, el ferrocarril mantuvo su actividad hasta 1914 cuando se abrió el Canal de Panamá y con su apertura las esperanzas del ferrocarril de Tehuantepec se vinieron abajo.

Decayó totalmente  y acumuló  por ello grandes pérdidas. Aún faltaban cuarenta años para el vencimiento de su contrato y hubo de  indemnizar a Pearson con siete millones y medio de pesos.

Los ferrocarriles se quedaron con la vía.

Cuando el general Cárdenas expropio los ferrocarriles en 1937, nadie hizo reclamo alguno y se los entregó al sindicato de trabajadores ferrocarrileros.

Pero como el ferrocarril istmeño continuó con las mismas deficiencias y corrupción de esta empresa férrea, los sindicalistas devolvieron con enorme gusto el ferrocarril al gobierno federal.

No debemos olvidar que el establecer un paso interoceánico conlleva grandes riesgos para la integridad nacional ya que estaremos siempre bajo la sombra de los estadounidenses.

Ellos que controlan el gran lago que es el Golfo de México y con ello los canales de Florida y Yucatán impiden  cualquier desplazamiento que consideren inapropiado.

Ni tampoco que estamos rodeados de áreas en las que también  tiene influencia: Florida, Cuba, Haití, República Dominicana, Nicaragua, Panamá, Guatemala y Filipinas.

Además, que ellos siempre buscarán la hegemonía y el control de un poder naval que facilita el desplazamiento, la agrupación de divisiones marítimas y el recíproco apoyo de las flotas del Atlántico y del Pacifico.

Para formar un cinturón de protección para la marina mercante con Hawái, Filipinas y Cuba.

Siempre estarán muy atentos a seguir la Doctrina Monroe cuyo propósito es la expansión comercial y que tiene como carburante la razón de la fuerza, y mantener ellos siempre lo que les conviene como una expansión estratégica dizque para su seguridad, además de creer obtusamente en el Destino Manifiesto (Dios los puso para gobernar el mundo).

Volvemos a lo mismo.

Para desarrollar la idea de don Pepe Murat, hijo, su ilusión,  se necesitaría autorización y ayuda del gobierno de la Republica en virtud del pacto federal. Como préstamos  extranjeros, socios ajenos a México y dinero de otras partes del mundo. Insistimos: una utopía. Inalcanzable, añadiríamos.

Todo eso generaría en un futuro problemas desconocidos.

El presidente Ernesto Zedillo en la última visita que hizo al Istmo durante su periodo presidencial recordamos, coincide con nosotros don Fernando, expresó  “que en este espacio geográfico privilegiado, convergen muchos intereses políticos, socio-económicos, así como estratégicos que deben cuidarse rigurosamente a fin de salvaguardar nuestra valiosa soberanía”.

¿El hijo de don José Murat, estará enterado de todo esto?  Ojalá y se lo comenten.


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