Un hombre cargando un bulto en Kathmandu, Nepal. ONU\Vibhu
Mishra
De la mesa de redacciónde nuestra asociada RNU
Dos dependencias de la ONU alertaron del costo de la pandemia en términos económicos con proyecciones que cifran el número de personas en condiciones de pobreza extrema en mil millones para 2030, además de prever la pérdida de muchos de los avances en educación y nutrición.
Sin pandemia y por la presidencia ocurrente de Andrés Manuel López Obrador, el porcentaje de mexicanos en situación de pobreza y pobreza extrema pasará de 53% a 66.9%, del total de la población en 2020, siendo uno de los países con mayores tasas de crecimiento de personas en situación de pobreza en América Latina, con base en las expectativas de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Las cifras dadas a conocer el miércoles 2 de diciembre por
la CEPAL que dirige la mexicana Alicia Bárcena, señala que México es el tercer
país en América Latina que reportará un mayor crecimiento de pobres (7.6% para
este año), por lo que el porcentaje pasaría de 41.9% de la población a 49.5% de
todos los mexicanos. Argentina ocupa el primer lugar con repuntes de 10.8%, le
sigue Perú con 9.3%.
Los esfuerzos para reconstruir las economías más pobres del
mundo después de la crisis del coronavirus deben centrarse en mejorar sus
programas sociales y sus capacidades productivas.
Unos 207 millones de personas se sumarían a las filas de la
población que vive por debajo de la línea de pobreza como consecuencia de la
crisis económica resultada de la pandemia de COVID-19, para elevar así a mil
millones la cantidad de gente que estaría en esa situación en 2030, según
cálculos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Al igual que el PNUD, la Conferencia de la ONU sobre
Comercio y Desarrollo (UNCTAD), publicó este jueves un estudio que advierte del
costo del COVID-19, sobre todo en los países menos desarrollados, que son
también los que tienen menos medios financieros e institucionales para
responder a este tipo de emergencias, al margen de alojar a más 50% de la
población mundial en condiciones de pobreza extrema.
Diez años de secuelas
Sendos informes estiman que sólo en 2020, las personas que
viven con menos de 1,9 dólares al día aumentarían en 32 millones, lo que
incrementaría la tasa de pobreza del 32,5% al 35,7%.
La proyección más pesimista dice que el 80% de la crisis
económica inducida por el COVID-19 persistiría diez años debido a la pérdida de
la productividad, evitando el regreso al curso de desarrollo visto antes de la
pandemia.
La UNCTAD recuerda que la pandemia ha afectado especialmente
a los países menos desarrollados porque son las economías más vulnerables del
mundo y la de menos nivel de resiliencia.
Los datos de la ONU indican los 47 países menos
desarrollados representan menos del 1,3% del PIB mundial pese a ser hogar de
1060 millones de personas. En 2019, el PIB per cápita promedio en esas naciones
fue de apenas 1088 dólares en comparación con un promedio mundial de 11.371
dólares.
De acuerdo con la UNCTAD, en 2020 esos países tendrán su
peor desempeño económico en 30 años con una baja estrepitosa en sus ingresos,
pérdida generalizada de empleos y déficits fiscales cada vez mayores, lo que
revertirá años de progreso en la reducción de la pobreza, la nutrición y la
educación.
Escenario evitable
No obstante este impacto, el PNUD considera que si se
hiciera una serie de inversiones abocadas al cumplimiento de los Objetivos de
Desarrollo Sostenible, el peor escenario podría evitarse y 146 millones de
personas saldrían de la pobreza extrema.
Esas inversiones deberían centrarse en programas de
protección y bienestar social, gobernanza, digitalización, y un cambio hacia la
economía verde, así como en mejorar las capacidades productivas.
Con un plan ambicioso de impulso a los Objetivos de
Desarrollo también se disminuiría la brecha de pobreza de género y se reduciría
en 74 millones el número de mujeres en la pobreza, pese al efecto del COVID-19.
“Como destaca esta nueva investigación sobre la pobreza, el
COVID-19 es un punto de inflexión y las decisiones que tomen los líderes ahora
podrían llevar al mundo en direcciones muy diferentes. Tenemos la oportunidad
de invertir en una década de acción que no sólo ayude a las personas a
recuperarse del COVID-19, sino que restablezca el camino al desarrollo de la
gente y del planeta hacia un futuro más justo, resiliente y sostenible”, afirmó
el administrador del PNUD, Achim Steiner.
El estudio sugiere una combinación de los cambios de
comportamiento a través de estímulos para los gobiernos y para los ciudadanos,
tales como la mejora de la eficacia y la eficiencia en la gobernanza, y los
cambios en los patrones de consumo de alimentos, energía y agua.
Las intervenciones propuestas también se enfocan en la
colaboración mundial para hacer frente al cambio climático, inversiones
adicionales para la recuperación de la pandemia y la necesidad de un mejor
acceso a la banda ancha y la innovación tecnológica.
Estas acciones podrían acelerar el desarrollo humano en
países frágiles y afectados por conflictos puesto que la mayor parte de los 146
millones de personas que saldrían de la pobreza vive en esos entornos.
Transformación estructural
En el mismo tenor, la UNCTAD pugna por el diseño de
políticas que vayan más allá de la protección a las personas y que propicien
inversiones para corregir brechas de infraestructura de larga data y para
apoyar una mayor creación de empleos.
“Las políticas audaces para fortalecer las capacidades
productivas en los países menos desarrollados deberían ser un pilar de
cualquier plan de recuperación de la pandemia y de las estrategias de
desarrollo a largo plazo”, opinó Paul Akiwumi, director de la UNCTAD para África
y los países menos desarrollados.
El informe de la UNCTAD destaca que las naciones que han
reducido sus niveles de vulnerabilidad económica mejoraron sus indicadores
comerciales o de producción como resultado de una mejor capacidad productiva.
Explica que una mejor capacidad productiva ayuda a emprender
una transformación estructural, es decir, a que los recursos productivos de un
país como la tierra, los recursos naturales, la mano de obra y los
conocimientos técnicos, pasen de ser actividades económicas de baja
productividad a actividades de alta productividad.
Por otra parte, añade la UNCTAD, hace falta que la
revolución digital llegue a los países menos desarrollados, donde las
tecnologías avanzadas son todavía muy incipientes y no hay la infraestructura
ni la capacitación humana necesaria para operarlas.
La transformación digital requiere capacidad tecnológica y esto cuesta tiempo y dinero, por lo que esos países sólo podrán aprovechar la revolución digital en la esfera productiva si ponen en marcha políticas industriales que refuercen y desarrollen dichas capacidades en todos los sectores, apunta el estudio.
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