jueves, 21 de enero de 2021

Dedo de Dios

Minicuento


Por Mario Luis ALTUZAR SUÁREZ

A mi madre literaria:
Guadalupe Alfonso Albores

“…a ver poeta ¡danos tu sentimiento!”, dice la mujer de cuarenta años con pelo negro a la cintura en su cuerpo delgado de metro sesenta y cinco. El adolescente se pone nervioso y empieza a leer y al llegar al verso “…este disque poeta”, la mujer le grita: “Rompiste como una burbuja el encanto del momento. ¿Eres o no eres poeta? ¡Un ‘disque’ sería una marioneta sin voluntad propia! Y si esa vaca sagrada, Marco Antonio Montes de Oca, se dio tiempo para leer tus escritos a mano y en servilletas, es que eres poeta ¿entiendes? ¡Eres poeta! Y mira en el diccionario a lo que te compromete esa sagrada misión que bien han dicho, ‘¡el poeta escribe con el Dedo de Dios!” Y los casi cien artistas en esa bohemiada de Secreto, la calle en el Sur de la Ciudad de México, aplaudieron y como si fuese un besa manos presidencial, pasaron de uno en uno a saludar de mano al imberbe escritor que desconocía que el noble oficio de escribir conlleva hambres y penurias y lo más grave, las envidias que le cierran las puertas de los frustrados en el poder.

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