Por Norma L. VÁZQUEZ ALANÍS
(Segunda de tres
partes)
En los albores del siglo XX la inmigración japonesa se
extendió a Estados Unidos y en 1906 la población blanca de California inició
protestas por ello, pero los nipones eran indispensables para la economía de
ese estado, expuso el historiador Sergio Hernández Galindo en la conferencia
que sobre este tema ofreció en el ciclo ‘Los que llegaron inmigrantes a
México’, organizado por el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM).
Estas protestas permiten entender la persecución que
posteriormente vivieron los japoneses no solo en EU, sino en todo el
continente, y que se acrecentó durante la Guerra Mundial.
En virtud del acendrado racismo estadunidense, los reclamos
llegaron a tal grado que un ciudadano mandó una carta al Departamento de Guerra
donde advertía que, de no detenerse la inmigración japonesa, en unos años
habría problemas, dijo el conferenciante. Era una posición no solo racial, sino
en términos estratégicos muy severa contra Japón y los inmigrantes de ese país,
que entonces estaba en vías de convertirse en una potencia capaz de disputar en
Asia la hegemonía a las naciones occidentales.
Desde 1895 Japón había ocupado la isla de Taiwán, que era
una posesión china; además había derrotado al imperio zarista en una guerra
librada en 1904-1905 y se apropió de un lugar estratégico muy importante:
Manchuria, cuyo tren conectaba el oeste con los puertos del este del Pacífico.
Esta situación provocó que al racismo se sumara el temor, en
términos estratégicos, de que Japón empezara a disputar el poder a Estados
Unidos. Entonces aparecieron propaganda y anuncios donde se aseguraba que los
mineros japoneses que habían enseñado a los mexicanos, eran en realidad espías
y que detrás de ellos estaban militares que preparaban una invasión a EU; esa
fue la imagen que se difundió profusamente en la Unión Americana, dijo
Hernández Galindo.
Japón en los festejos del Centenario
A pesar de esta animadversión estadunidense, en México el
gobierno de Porfirio Díaz mantuvo una excelente relación con Japón, y en 1910
ese país fue invitado a los festejos del Primer Centenario de la Independencia.
De las naciones que invitó México, Japón fue el único país que mandó un
emisario personal del emperador Mutushito, el barón Yasuya Uchida, quien
asistió con su esposa y una delegación militar encabezada por el teniente
coronel del Estado Mayor Imperial, Konishige Tanaka. Todos fueron alojados en
la residencia de los Braniff en Paseo de la Reforma, en reconocimiento al gesto
del gobierno de Japón para estos festejos.
Los japoneses trajeron de regalo jarrones decorados con el
águila del escudo nacional mexicano, con incrustaciones de perlas y oro, de una
laca realmente bellísima; además Japón decidió montar una exposición artesanal
e industrial con productos textiles, lacas, maderas y mimbres en el Palacio de
Cristal -después Museo del Chopo- inaugurada por Díaz y el delegado militar
Tanaka, lo que daba cuenta de la cercana relación entre ambos países, agregó el
ponente.
Asimismo, se montó un jardín japonés atrás del Chopo, que
estuvo a cargo de un importante inmigrante japonés llegado 15 años antes,
Tatsugoro Matsumoto, quien estableció una prestigiada florería con su nombre;
él era uno de los pocos inmigrantes japoneses con una preparación profesional,
la de Sakutei-Ki, que puede ser traducido como arquitecto-paisajista
especializado en piedras y lagos. Ya para entonces Matsumoto era muy famoso
entre la clase alta mexicana. Los jardines de Chapultepec y la residencia
oficial fueron adornados con sus arreglos florales.
Además de esta gran influencia y presencia japonesa, algunos
intelectuales mexicanos siguieron la tendencia europea de admirar a Japón por
su cultura y en particular porque las pinturas de Vincent van Gogh y Paul
Gauguin se inspiraron en los artistas japoneses.
Los intelectuales se impresionaron en particular con los
poemas japoneses. Juan José Tablada desde un principio sintió una gran
admiración por lo japonés -su casa estaba decorada como las pagodas- e inició
la escritura de poemas haikú, que tienen una estructura métrica muy definida
consistente en tres versos sin rima, de 5, 7 y 5 sílabas, respectivamente.
También Octavio Paz escribió haikú. El más importante
escritor de haikú que admiraron él y Miguel Covarrubias es Matsuo Bashō, quien
publicó su primer poema en 1662. El haikú es la expresión muy resumida de un
sentimiento muy fuerte y de ahí su gran impacto y su influencia en grandes
escritores e intelectuales mexicanos.
Sostuvo el historiador y conferencista que esta cercanía de
México con el país asiático empezó a crear una cierta inquietud en el gobierno
de Estados Unidos tras hubo rumores de que el presidente Díaz daría una
concesión de petróleo a los japoneses. El petróleo fue desde entonces objeto de
grandes disputas internacionales, y en México había establecidas compañías
inglesas y estadounidenses.
Inmigrantes japoneses en la Revolución Mexicana
Se atravesó la Revolución, que propició la salida de
Porfirio Díaz del país, y los japoneses se integraron al movimiento armado. Con
Francisco Villa hubo un inmigrante japonés, Kingo Nonaka, quien fue reconocido
como general junto con compatriotas suyos llegados en 1897 que sirvieron
también como militares. Nonaka fue reclutado por Villa pues, a pesar de que no
era un enfermero, tenía la capacidad para desempeñar esa labor y atendía en un
hospital de Ciudad Juárez de donde fue seleccionado por Villa para integrarlo a
su ejército.
En esa época una fundación de inmigrantes japoneses muy
importante llamada ‘El mexicano’ creó un gran emporio algodonero que se mantuvo
hasta la Segunda Guerra Mundial y fue explotado por la compañía estadounidense
Colorado River Co. En el delta donde desciende el Colorado -Mexicali, Baja
California- creó una gran zona productora de algodón y fueron trabajadores
japoneses quienes comenzaron a abrir el campo junto con chinos y mexicanos en
condiciones muy terribles, con temperaturas de más de 45 grados a la sombra.
Posteriormente Venustiano Carranza renegoció el Tratado de
Amistad con Japón, gracias a lo cual se permitió el ingreso a México de
profesionistas nipones tales como dentistas, veterinarios y médicos, cuyos
descendientes siguieron esas profesiones. (Concluirá)
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