miércoles, 18 de julio de 2018

Japoneses villistas y temor de una invasión a EU


Por Norma L. VÁZQUEZ ALANÍS
(Segunda de tres partes)


Enomoto Takeaki, fundador el 10 de mayo
de 1887 de la primera colonia japonesa
en Acacoyagua, en la región de
Soconusco, Chiapas y la primera en
América Latina.
Foto: Libro japonés Kinsei Meishi
Shashin vol.2.
En los albores del siglo XX la inmigración japonesa se extendió a Estados Unidos y en 1906 la población blanca de California inició protestas por ello, pero los nipones eran indispensables para la economía de ese estado, expuso el historiador Sergio Hernández Galindo en la conferencia que sobre este tema ofreció en el ciclo ‘Los que llegaron inmigrantes a México’, organizado por el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM).

Estas protestas permiten entender la persecución que posteriormente vivieron los japoneses no solo en EU, sino en todo el continente, y que se acrecentó durante la Guerra Mundial.

En virtud del acendrado racismo estadunidense, los reclamos llegaron a tal grado que un ciudadano mandó una carta al Departamento de Guerra donde advertía que, de no detenerse la inmigración japonesa, en unos años habría problemas, dijo el conferenciante. Era una posición no solo racial, sino en términos estratégicos muy severa contra Japón y los inmigrantes de ese país, que entonces estaba en vías de convertirse en una potencia capaz de disputar en Asia la hegemonía a las naciones occidentales.

Desde 1895 Japón había ocupado la isla de Taiwán, que era una posesión china; además había derrotado al imperio zarista en una guerra librada en 1904-1905 y se apropió de un lugar estratégico muy importante: Manchuria, cuyo tren conectaba el oeste con los puertos del este del Pacífico.
Esta situación provocó que al racismo se sumara el temor, en términos estratégicos, de que Japón empezara a disputar el poder a Estados Unidos. Entonces aparecieron propaganda y anuncios donde se aseguraba que los mineros japoneses que habían enseñado a los mexicanos, eran en realidad espías y que detrás de ellos estaban militares que preparaban una invasión a EU; esa fue la imagen que se difundió profusamente en la Unión Americana, dijo Hernández Galindo.

Japón en los festejos del Centenario


A pesar de esta animadversión estadunidense, en México el gobierno de Porfirio Díaz mantuvo una excelente relación con Japón, y en 1910 ese país fue invitado a los festejos del Primer Centenario de la Independencia. De las naciones que invitó México, Japón fue el único país que mandó un emisario personal del emperador Mutushito, el barón Yasuya Uchida, quien asistió con su esposa y una delegación militar encabezada por el teniente coronel del Estado Mayor Imperial, Konishige Tanaka. Todos fueron alojados en la residencia de los Braniff en Paseo de la Reforma, en reconocimiento al gesto del gobierno de Japón para estos festejos.

Los japoneses trajeron de regalo jarrones decorados con el águila del escudo nacional mexicano, con incrustaciones de perlas y oro, de una laca realmente bellísima; además Japón decidió montar una exposición artesanal e industrial con productos textiles, lacas, maderas y mimbres en el Palacio de Cristal -después Museo del Chopo- inaugurada por Díaz y el delegado militar Tanaka, lo que daba cuenta de la cercana relación entre ambos países, agregó el ponente.

Asimismo, se montó un jardín japonés atrás del Chopo, que estuvo a cargo de un importante inmigrante japonés llegado 15 años antes, Tatsugoro Matsumoto, quien estableció una prestigiada florería con su nombre; él era uno de los pocos inmigrantes japoneses con una preparación profesional, la de Sakutei-Ki, que puede ser traducido como arquitecto-paisajista especializado en piedras y lagos. Ya para entonces Matsumoto era muy famoso entre la clase alta mexicana. Los jardines de Chapultepec y la residencia oficial fueron adornados con sus arreglos florales.

Además de esta gran influencia y presencia japonesa, algunos intelectuales mexicanos siguieron la tendencia europea de admirar a Japón por su cultura y en particular porque las pinturas de Vincent van Gogh y Paul Gauguin se inspiraron en los artistas japoneses.

Los intelectuales se impresionaron en particular con los poemas japoneses. Juan José Tablada desde un principio sintió una gran admiración por lo japonés -su casa estaba decorada como las pagodas- e inició la escritura de poemas haikú, que tienen una estructura métrica muy definida consistente en tres versos sin rima, de 5, 7 y 5 sílabas, respectivamente.

También Octavio Paz escribió haikú. El más importante escritor de haikú que admiraron él y Miguel Covarrubias es Matsuo Bashō, quien publicó su primer poema en 1662. El haikú es la expresión muy resumida de un sentimiento muy fuerte y de ahí su gran impacto y su influencia en grandes escritores e intelectuales mexicanos.

Sostuvo el historiador y conferencista que esta cercanía de México con el país asiático empezó a crear una cierta inquietud en el gobierno de Estados Unidos tras hubo rumores de que el presidente Díaz daría una concesión de petróleo a los japoneses. El petróleo fue desde entonces objeto de grandes disputas internacionales, y en México había establecidas compañías inglesas y estadounidenses.

Inmigrantes japoneses en la Revolución Mexicana


Se atravesó la Revolución, que propició la salida de Porfirio Díaz del país, y los japoneses se integraron al movimiento armado. Con Francisco Villa hubo un inmigrante japonés, Kingo Nonaka, quien fue reconocido como general junto con compatriotas suyos llegados en 1897 que sirvieron también como militares. Nonaka fue reclutado por Villa pues, a pesar de que no era un enfermero, tenía la capacidad para desempeñar esa labor y atendía en un hospital de Ciudad Juárez de donde fue seleccionado por Villa para integrarlo a su ejército.

En esa época una fundación de inmigrantes japoneses muy importante llamada ‘El mexicano’ creó un gran emporio algodonero que se mantuvo hasta la Segunda Guerra Mundial y fue explotado por la compañía estadounidense Colorado River Co. En el delta donde desciende el Colorado -Mexicali, Baja California- creó una gran zona productora de algodón y fueron trabajadores japoneses quienes comenzaron a abrir el campo junto con chinos y mexicanos en condiciones muy terribles, con temperaturas de más de 45 grados a la sombra.

Posteriormente Venustiano Carranza renegoció el Tratado de Amistad con Japón, gracias a lo cual se permitió el ingreso a México de profesionistas nipones tales como dentistas, veterinarios y médicos, cuyos descendientes siguieron esas profesiones. (Concluirá)

No hay comentarios:

Publicar un comentario