Por Mario Luis ALTUZAR SUÁREZ
de Arcano Político
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Influenciado por su hermana Margarita que se sentía la
reencarnación de la escritora, el entonces presidente de México, José Guillermo
Abel López Portillo y Pacheco, nieto de un emigrado de Caparroso, España y
legislador jalisciense porfirista, decretó a sus 59 años, en 1979, conmemorar a
la poeta mexicana con el Día Nacional del Libro.
Sor Juana Inés de la Cruz. Pintura de Miguel Cabrera. |
Y Octavio Paz Lazcano, el máximo exponente de la
intelectualidad de los círculos concéntricos del poder, como los describió el
disidente escritor ruso Aleksandr Isáyevich Solzhenitsyn, el 4 de noviembre de
1982 con su Sor Juana Inés de la Cruz, las trampas de la fe, una ampliación de un manuscrito archivado
desde 1950, inviste con ropajes culteranos a un López Portillo frustrado de no
alcanzar un Nobel y que tanto le envidió a García Robles.
En la contraportada de la edición de 1995 del oficial Fondo
de Cultura Económica, se lee: Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe
es mucho más que el mayor estudio que se haya dedicado a una figura central de
la historia de la cultura en lengua española: es, también, uno de los títulos
fundamentales de toda la obra de Octavio Paz.
Parecen elementos de nuestra cultura, si nos apegamos a la
UNESCO en su interpretación de que cultura es un conjunto de informaciones y
habilidades que permite al ser humano la
capacidad de reflexión sobre sí mismo: a través de ella, el hombre discierne
valores y busca nuevas significaciones.
Estamos muy lejos del griego Cicerón, que en su Tusculanae
Disputationes, escribió acerca de una cultivación del alma o “cultura animi”, y
utilizando una metáfora agrícola para describir el desarrollo de un alma
filosófica, que fue comprendida teleológicamente como uno de los ideales más
altos posibles para el desarrollo humano.
Regresa Margarita López Portillo en noviembre
de 1995, el
pectoral de Sor Juana Inés de la Cruz,
que se había “apropiado” en la presidencia
desu hermano.
Foto del Museo Legislativo.
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Así, en un país en donde el presidente es incapaz de
siquiera mencionar tres títulos de libros que hayan influido en su formación y
por ende en su vida, y al intentar mostrarse un poco cultivado, atribuye la
obra de un escritor a otro, no es raro que la cultura se reduce a una industria,
satisfactora del mercado con bienes bajo las leyes de la oferta y la demanda.
Muchos años atrás lo anticipó el prusiano de origen judío, Karl
Marx, que teorizó sobre el dominio de lo cultural (constituido sobre todo por
la ideología) como el reflejo de las relaciones sociales de producción, es
decir, de la organización que adoptan los seres humanos frente a la actividad
económica.
La cultura es el producto de las relaciones de producción,
como un fenómeno que no está desligado del modo de producción de una sociedad.
Asimismo, la considera como uno de los medios por los cuales se reproducen las
relaciones sociales de producción, que permiten la permanencia en el tiempo de
las condiciones de desigualdad entre las clases.
Pese a la tendencia de consumar la dictadura global de la
transnacionales bajo la teología de los Consensos de Washington, el sicoanalista
estadounidense Erik Erikson dio una esperanza al ser humano: Cada miembro de la
especie podría acceder a ella desde una fuente común, sin limitarse, ejemplo de
ello: el conocimiento transmitido por los padres.
José López Portillo entrega a Octavio Paz
el Premio Nacional
de Ciencias y Artes 1977.
Foto del INEHRM.
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En este sentido, Sor Juana representa una identificación de
los nuevos mexicanos después de la sangrienta Conquista Española: Es ilegítima
aunque de padre y madre españoles, y descendiente de poderosos hacendados que
despojaron a los originales, lo que marca la diferencia con los hijos de
indígenas sojuzgados: Ilegítimos y robados de sus bienes y de su identidad.
Entre 1664 y 1665, Sor Juana ingresó a la corte del virrey
Antonio Sebastián de Toledo, marqués de Mancera. La virreina, Leonor de
Carreto, se convirtió en una de sus más importantes mecenas en ese ambiente bajo
la protección de los virreyes marcarán decisivamente la producción literaria de
Juana Inés. Triste destino de los llamados intelectuales: Ser cortesanos de los
hombres y mujeres del poder.
Se dice que en ese tiempo, Sor Juana ya era conocida por su
inteligencia y su sagacidad, pues se cuenta que, por instrucciones del virrey,
un grupo de sabios humanistas la evaluaron, y la joven superó el examen en
excelentes condiciones. Lo que se repite como la curiosidad cirquera con que
miran los mercenarios ignorantes a los creadores.
De izquierda a derecha: Mario Luis Altuzar Suárez, Agustín Gutiérrez Canet y Dpn Alfonso García Robles en 1982. Foto de Arcano Radio. |
Y Sor Juana mostró su creatividad: Al negarle su derecho
inexistente en ese tiempo, para entrar a la Universidad a estudiar, se disfrazó
de hombre para mejorar su futuro. A finales de 1666 llamó la atención del padre
Núñez de Miranda, confesor de los virreyes, quien, al saber que la jovencita no
deseaba casarse, le propuso entrar en una orden religiosa.
Fracasa con Las Carmelitas por su rigidez monacal y las
relajadas Jerónimas le permiten una espaciosa “celda” con servidumbre y le conceden
estudiar, escribir, celebrar tertulias y recibir visitas, como las de Leonor de
Carreto, que nunca dejó su amistad con la poeta.
En el siglo XIX, la popularidad de Sor Juana fue
diluyéndose, como lo prueban varias expresiones de intelectuales decimonónicos.
Los historiadores y filólogos Joaquín García Icazbalceta habla de una “absoluta
depravación del lenguaje”; Marcelino Menéndez Pelayo, de la pedantería
arrogante de su estilo barroco y José María Vigil de un “enmarañado e
insufrible gongorismo”.
A partir del interés que la Generación del 27 suscitó por
Góngora, literatos de América y España comenzaron la revaloración de la poeta. Y
su máximo esplendor lo alcanza con Margarita López Portillo que se disfrazó de
Décima Musa para aparecer en billetes de 200 pesos mexicanos con el iluminismo
de Octavio Paz Lazcano.
Todos podemos identificarnos con esa vida, salvaguardando
las proporciones. Por ello, su amigo Mario Luis, servidor de ustedes, Altuzar
Suárez, les invita a que retomemos lo que nos corresponde y en la preservación,
defensa y difusión de los augustos principios de nuestra identidad, celebremos
el Día Nacional del Libro, que coadyuvarán en la búsqueda de la verdad, nuestra
verdad.
Ya lo señaló un anónimo: Lee y conducirás, no leas y serás
conducido, que se complementa con lo escrito por la Décima Musa en su Respuesta
a Sor Filotea del Cruz de marzo de 1861: Yo no estudio para escribir, ni menos
para enseñar (que fuera en mí desmedida soberbia), sino solo por ver si con
estudiar ignoro menos.
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