domingo, 12 de noviembre de 2017

Mitos y realidades del Día Nacional del Libro en México

Por Mario Luis ALTUZAR SUÁREZ
de Arcano Político


Celebramos en México el Día Nacional del Libro este 12 de noviembre, en honor al aniversario del natalicio en San Miguel Nepantla, Estado de México, en 1651, de la Décima Musa, la jerónima Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, que al tomar los hábitos adoptó el nombre de Juana Inés de la Cruz, considerada la primera feminista mexicana.

Influenciado por su hermana Margarita que se sentía la reencarnación de la escritora, el entonces presidente de México, José Guillermo Abel López Portillo y Pacheco, nieto de un emigrado de Caparroso, España y legislador jalisciense porfirista, decretó a sus 59 años, en 1979, conmemorar a la poeta mexicana con el Día Nacional del Libro.

Sor Juana Inés de la Cruz.
Pintura de Miguel Cabrera.
Y Octavio Paz Lazcano, el máximo exponente de la intelectualidad de los círculos concéntricos del poder, como los describió el disidente escritor ruso Aleksandr Isáyevich Solzhenitsyn, el 4 de noviembre de 1982 con su Sor Juana Inés de la Cruz, las trampas de la fe,  una ampliación de un manuscrito archivado desde 1950, inviste con ropajes culteranos a un López Portillo frustrado de no alcanzar un Nobel y que tanto le envidió a García Robles.

En la contraportada de la edición de 1995 del oficial Fondo de Cultura Económica, se lee: Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe es mucho más que el mayor estudio que se haya dedicado a una figura central de la historia de la cultura en lengua española: es, también, uno de los títulos fundamentales de toda la obra de Octavio Paz.

Parecen elementos de nuestra cultura, si nos apegamos a la UNESCO en su interpretación de que cultura es un conjunto de informaciones y habilidades que  permite al ser humano la capacidad de reflexión sobre sí mismo: a través de ella, el hombre discierne valores y busca nuevas significaciones.

Estamos muy lejos del griego Cicerón, que en su Tusculanae Disputationes, escribió acerca de una cultivación del alma o “cultura animi”, y utilizando una metáfora agrícola para describir el desarrollo de un alma filosófica, que fue comprendida teleológicamente como uno de los ideales más altos posibles para el desarrollo humano.

Regresa Margarita López Portillo en noviembre
de 1995, el pectoral de Sor Juana Inés de la Cruz, 
que se había “apropiado” en la presidencia desu hermano.
Foto del Museo Legislativo.
Así, en un país en donde el presidente es incapaz de siquiera mencionar tres títulos de libros que hayan influido en su formación y por ende en su vida, y al intentar mostrarse un poco cultivado, atribuye la obra de un escritor a otro, no es raro que la cultura se reduce a una industria, satisfactora del mercado con bienes bajo las leyes de la oferta y la demanda.

Muchos años atrás lo anticipó el prusiano de origen judío, Karl Marx, que teorizó sobre el dominio de lo cultural (constituido sobre todo por la ideología) como el reflejo de las relaciones sociales de producción, es decir, de la organización que adoptan los seres humanos frente a la actividad económica.

La cultura es el producto de las relaciones de producción, como un fenómeno que no está desligado del modo de producción de una sociedad. Asimismo, la considera como uno de los medios por los cuales se reproducen las relaciones sociales de producción, que permiten la permanencia en el tiempo de las condiciones de desigualdad entre las clases.

Pese a la tendencia de consumar la dictadura global de la transnacionales bajo la teología de los Consensos de Washington, el sicoanalista estadounidense Erik Erikson dio una esperanza al ser humano: Cada miembro de la especie podría acceder a ella desde una fuente común, sin limitarse, ejemplo de ello: el conocimiento transmitido por los padres.

José López Portillo entrega a Octavio Paz 
el Premio Nacional de Ciencias y Artes 1977.
 Foto del INEHRM.
En este sentido, Sor Juana representa una identificación de los nuevos mexicanos después de la sangrienta Conquista Española: Es ilegítima aunque de padre y madre españoles, y descendiente de poderosos hacendados que despojaron a los originales, lo que marca la diferencia con los hijos de indígenas sojuzgados: Ilegítimos y robados de sus bienes y de su identidad.

Entre 1664 y 1665, Sor Juana ingresó a la corte del virrey Antonio Sebastián de Toledo, marqués de Mancera. La virreina, Leonor de Carreto, se convirtió en una de sus más importantes mecenas en ese ambiente bajo la protección de los virreyes marcarán decisivamente la producción literaria de Juana Inés. Triste destino de los llamados intelectuales: Ser cortesanos de los hombres y mujeres del poder.

Se dice que en ese tiempo, Sor Juana ya era conocida por su inteligencia y su sagacidad, pues se cuenta que, por instrucciones del virrey, un grupo de sabios humanistas la evaluaron, y la joven superó el examen en excelentes condiciones. Lo que se repite como la curiosidad cirquera con que miran los mercenarios ignorantes a los creadores.


De izquierda a derecha: Mario Luis Altuzar Suárez,
Agustín Gutiérrez Canet y Dpn Alfonso García
Robles en 1982.
Foto de Arcano Radio.
Y Sor Juana mostró su creatividad: Al negarle su derecho inexistente en ese tiempo, para entrar a la Universidad a estudiar, se disfrazó de hombre para mejorar su futuro. A finales de 1666 llamó la atención del padre Núñez de Miranda, confesor de los virreyes, quien, al saber que la jovencita no deseaba casarse, le propuso entrar en una orden religiosa.

Fracasa con Las Carmelitas por su rigidez monacal y las relajadas Jerónimas le permiten una espaciosa “celda” con servidumbre y le conceden estudiar, escribir, celebrar tertulias y recibir visitas, como las de Leonor de Carreto, que nunca dejó su amistad con la poeta.

En el siglo XIX, la popularidad de Sor Juana fue diluyéndose, como lo prueban varias expresiones de intelectuales decimonónicos. Los historiadores y filólogos Joaquín García Icazbalceta habla de una “absoluta depravación del lenguaje”;​ Marcelino Menéndez Pelayo, de la pedantería arrogante de su estilo barroco y José María Vigil de un “enmarañado e insufrible gongorismo”.

A partir del interés que la Generación del 27 suscitó por Góngora, literatos de América y España comenzaron la revaloración de la poeta. Y su máximo esplendor lo alcanza con Margarita López Portillo que se disfrazó de Décima Musa para aparecer en billetes de 200 pesos mexicanos con el iluminismo de Octavio Paz Lazcano.

Todos podemos identificarnos con esa vida, salvaguardando las proporciones. Por ello, su amigo Mario Luis, servidor de ustedes, Altuzar Suárez, les invita a que retomemos lo que nos corresponde y en la preservación, defensa y difusión de los augustos principios de nuestra identidad, celebremos el Día Nacional del Libro, que coadyuvarán en la búsqueda de la verdad, nuestra verdad.


Ya lo señaló un anónimo: Lee y conducirás, no leas y serás conducido, que se complementa con lo escrito por la Décima Musa en su Respuesta a Sor Filotea del Cruz de marzo de 1861: Yo no estudio para escribir, ni menos para enseñar (que fuera en mí desmedida soberbia), sino solo por ver si con estudiar ignoro menos.

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