Análisis a Fondo
* La reconstrucción fue solamente falsa promesa
* Al presidente se le olvidaron los damnificados
Por Francisco GÓMEZ MAZA
Para Arcano Radio
Mes y medio después del sismo del 19 de septiembre, que
sacudió la conciencia colectiva de muchos de los citadinos por haber destruido
muchas vidas, unas dejándolas aplastadas debajo de los escombros, como los 19
niños del colegio Rébsamen, y colapsó edificios y viviendas, la mayoría de los
damnificados sobreviven en campamentos, cobijados por la incertidumbre del
futuro.
Qué van a hacer para reconstruir su casa porque el gobierno
no les resuelve nada y sólo incrementa su desesperanza. Su incertidumbre. Su
hambre. Su dolor. Su sinsentido. Como que ni a Mancera ni a los gobernadores,
ni al Presidente le importaran una vez pasado el momento o los momentos
críticos en los que sólo usaban a los que perdieron todo para hacerse
propaganda y para aparecer ante el mundo como los salvadores.
Por eso, cuando los rescatistas rescataron al último cadáver
escribí que entonces comenzaba la verdadera tragedia: el abandono. El no sabe
que hacer, donde obtener dinero, recursos materiales para reconstruir lo
perdido. Así pasó con muchos en los terremotos del 85 y eso que en ambas fechas
México recibió atractivísimos apoyos de gobiernos extranjeros para la
reconstrucción.
The New York Times en Español dio la voz de alerta en su
edición del viernes 3 de noviembre, en un extenso reporte firmado por el
periodista Albinson Linares. ‘No sabemos nada’: los damnificados por el sismo
viven en un limbo de desinformación. Y ni el mismísimo jefe de gobierno de la
Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera Aguayo, sabe lo que debe saber. Cuándo
el Gobierno federal le va a entregar los recursos del Fonden (Fideicomiso Fondo
de Desastres Naturales) para iniciar, y acelerar, la reconstrucción de las
casas y edificios colapsados.
De acuerdo con el diario neoyorquino, la zona más desolada y
atacada por la acción del terremoto es la populosa Iztapalapa, en la Ciudad de
México. Iztapalapa es lo que se llama delegación política más contradictoria,
en donde así como corren ríos de dinero corren torrentes de pobreza y de
miseria y es ahí donde la invertidumbre del futuro no deja vivir el presente a
los iztapalapenses, muchos de los cuales siguen viviendo en tiendas de campaña.
Y otro tanto ocurre en otras regiones del país asoladas por los temblores en
Chiapas, en Oaxaca, en Guerrero, en Morelos, en el Estado de México entre
otros.
Iztapalapa está permanentemente llenas de grietas. Pero no
son nuevas en esa zona: algunos residentes dicen que aparecieron después del
terremoto de 1985, y otros ya no recuerdan la primera vez que las vieron. Pero
en marzo de este año, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
alertaba que el 42 por ciento de las grietas de la capital mexicana se
encontraban en Iztapalapa. Con el último terremoto, las grietas —la calles
partidas, las casas hundidas— se multiplicaron exponencialmente.
Hoy, la delegación alberga a 150.000 damnificados y tiene
8,500 viviendas afectadas, de las cuales 3,000 deberán ser demolidas.
María, de 47 años, le cuenta al reportero del NYTimes que
ella vivía en la calle Andador Revolución, en una casa azul de dos pisos que
ocupaba con su marido, seis hijos y las familias de tres de sus hijos. En
total, en su casa vivían 17 personas, dice. El 19 de septiembre fue la primera
en salir corriendo cuando el sismo de magnitud 7,1 sacudió las viviendas de su
calle como si fueran de gelatina. Su casa tiene un hueco enorme adentro: se
ladeó y fue declarada inhabitable.
A mediados de octubre, mientras buscaba las palabras para
contar cómo lo había perdido todo, María miraba a Britany, su nieta de cinco
meses, que dormía sobre una colcha arriba de un camastro sucio, en una especie
de choza sobre la calle Rosalita de la colonia La Planta. Ahora vive allí, en
un espacio de seis metros cuadrados cubierto por lonas donde se amontonan seis
familias, y nadie sabe cuándo podrán irse de ese campamento improvisado de
damnificados.
Más de un mes después del terremoto, su caso es similar al
de miles de damnificados que, si antes tenían poco, ahora sólo les queda la
espera: María no tiene todavía un dictamen oficial para iniciar los trámites
burocráticos de subsidios estatales que se implementaron para ayudar a los
ciudadanos a conseguir un remplazo para sus casas.
Como su vivienda fue declarada en pérdida total por
funcionarios estatales, ha recibido los 3000 pesos mensuales (unos 156 dólares)
que otorga el gobierno para ayudar a los damnificados a pagar renta, pero dice
que “eso no alcanza para nada” (en promedio, los alquileres de la zona rondan
los 7000 pesos mensuales). “Y las autoridades no vienen para acá, se olvidaron
de nosotros”, dice.
Con el paso del tiempo, la ausencia de una palabra oficial
que les permita tomar un camino se ha transformado para algunos damnificados en
la dimensión más desesperante de la falta de información y transparencia ante
la tragedia. Y la historia de María se
repite en otros damnificados, en el reportaje de periódico neoyorquino
La planificación económica para la reconstrucción de Ciudad
de México y otras regiones afectadas como Oaxaca y Chiapas es otro aspecto en
el que se hicieron evidentes las contradicciones y la falta de información.
Para el economista Gerardo Esquivel existe “poca transparencia” sobre el monto
de los recursos y cómo se van a usar.
Esquivel es investigador del Centro de Estudios Económicos
del Colegio de México y un agudo analista de la profunda desigualdad que permea
a la sociedad mexicana. Los anuncios hechos por el presidente Enrique Peña
Nieto que en poco más de un mes ha incrementado la cifra necesaria para la
reconstrucción de 37.000 millones de pesos a unos 48.000 (2500 millones de
dólares, aproximadamente) le parecen precipitados.
“Quedan muchas preguntas por responder, como la situación de
los edificios abandonados y quién los va a derrumbar, quién va a limpiar los
escombros y qué va a pasar en los estados. Los gobiernos son un poco lentos en
dar respuestas a pesar de que la gente demanda una reacción inmediata, sobre
todo quienes están en albergues o con familiares”, dijo Esquivel.
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