Tras varios día de reuniones y discusiones difíciles hasta altas horas de la noche, los ánimos de los negociadores en la COP21 estaban más bien tensos, en vísperas de la entrega del anteproyecto de documento a la presidencia de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático.
Al punto de que Laurence Tubiana, representante francesa, tuvo que tranquilizarlos con la promesa de proseguir las conversaciones: «Les aseguro que sea cual sea el producto que transmitamos (...) este no es el fin de la negociación».
Tubiana añadió este sábado que todavía restaba mucho por hacer: “aún quedan cuestiones políticas fundamentales por decidir, necesitaremos toda nuestra energía, inteligencia, capacidad de compromiso, capacidad de ver a largo plazo, para poder llegar a un resultado".
La responsabilidad pesaba en muchos delegados, conscientes de que debían producir un texto innovador que comprometiera a 195 países en el desafío de reducir dos grados en el nivel de calentamiento del planeta.
Conflictos de intereses
Detrás de la propuesta de disminución de la temperatura mundial, objetivo fundamental de la reunión internacional, hay intereses opuestos en lo relativo al financiamiento de los proyectos y a la definición de los términos jurídicos del acuerdo. Estos son los aspectos más difíciles del documento final, que serán analizados por los ministros, con miras a adoptar posiciones concretas sobre ellos.
En la segunda etapa de la conferencia está en juego decidir si los países industrializados son los únicos responsables de la producción de gases con efecto invernadero o si también habría que implicar en este proceso a los emergentes, como China, primer productor de carbono, o Brasil.
Ello significa decidir cuáles son los países responsables de la situación y, por lo tanto, obligados a financiar los proyectos de los más pobres. De esta manera, los estados de menos recursos podrían disponer de un fondo anual de 100.000 millones de dólares. El acuerdo entraría en vigor a partir de 2020.
Hasta este sábado, expresiones como « países capaces de” o “dispuestos a” contribuir con el fondo se incluyen aún en el documento; en otras palabras, se trata no solamente de los países más ricos. Pero para el principal grupo de negociadores, conocido como G77 (134 países), esas expresiones, introducidas entre corchetes por los países industrializados, deben desaparecer del texto.
Aunque en 1992, en la Conferencia de Río, se estableció que los responsables del calentamiento climático eran las naciones más desarrolladas, la Unión Europea y Estados Unidos consideran que desde ese entonces el mundo ha cambiado y que estados como China pueden contribuir también al financiamiento: «Históricamente, los países desarrollados han sido los países donantes(...) Eso continuará, por supuesto, pero al mismo tiempo ya hay países en vías de desarrollo que han empezado a convertirse en contribuyentes", planteó el negociador jefe estadounidense, Todd Stern.
La expresión «obligaciones comunes pero diferenciadas», sobre las capacidades de cada país, provoca fuertes debates.
Las islas del Pacífico y del Caribe se han mostrado muy inquietas por el ascenso del nivel de los océanos y desean que el texto final contenga la frase «menos 1,5°C» como objetivo de reducción del calentamiento climático, mientras que otros no. Según la red de organizaciones no gubernamentales CAN, el tema está bloqueado sobre todo por la posición sobre el asunto de los países árabes, liderados por Arabia Saudita.
La delegación de Malasia defiende la idea de «recortar» la industrialización porque a su juicio la amenaza de cambio climático es grave.
Otro escollo es la energía fósil. Uno de los corchetes en el documento preconiza la eliminación de esta fuente energética «en 2050», mientras que otra expresión señala que se hará «cuando sea posible ».
Un concepto que suscita arduas polémicas es el de «pérdidas y daños» por el cambio climático. El negociador estadounidense se mostró en desacuerdo con esta expresión: «Apoyamos el reconocimiento de 'pérdidas y daños', (...) pero algo que no
aceptamos en este acuerdo es la idea de que debería haber una compensación». El ministro de Medio Ambiente de Gambia, Pa Ousman, responde que «sin 'pérdidas y daños' no habrá acuerdo».
Es posible que el texto no contenga muchos aspectos prácticos porque no serán resueltos de aquí a la semana próxima, tal como lo señaló el economista estadounidense Jeffrey Sachs.
En síntesis, ningún tema de fondo ha sido abordado por el nuevo texto, que aún deja abiertas numerosas opciones; por ejemplo, sobre el objetivo a largo plazo de limitación del calentamiento climático en menos 1,5 °C o menos 2°C, solicitado por los pequeños estados insulares.
Con AFP
Al punto de que Laurence Tubiana, representante francesa, tuvo que tranquilizarlos con la promesa de proseguir las conversaciones: «Les aseguro que sea cual sea el producto que transmitamos (...) este no es el fin de la negociación».
Tubiana añadió este sábado que todavía restaba mucho por hacer: “aún quedan cuestiones políticas fundamentales por decidir, necesitaremos toda nuestra energía, inteligencia, capacidad de compromiso, capacidad de ver a largo plazo, para poder llegar a un resultado".
La responsabilidad pesaba en muchos delegados, conscientes de que debían producir un texto innovador que comprometiera a 195 países en el desafío de reducir dos grados en el nivel de calentamiento del planeta.
Conflictos de intereses
Detrás de la propuesta de disminución de la temperatura mundial, objetivo fundamental de la reunión internacional, hay intereses opuestos en lo relativo al financiamiento de los proyectos y a la definición de los términos jurídicos del acuerdo. Estos son los aspectos más difíciles del documento final, que serán analizados por los ministros, con miras a adoptar posiciones concretas sobre ellos.
En la segunda etapa de la conferencia está en juego decidir si los países industrializados son los únicos responsables de la producción de gases con efecto invernadero o si también habría que implicar en este proceso a los emergentes, como China, primer productor de carbono, o Brasil.
Ello significa decidir cuáles son los países responsables de la situación y, por lo tanto, obligados a financiar los proyectos de los más pobres. De esta manera, los estados de menos recursos podrían disponer de un fondo anual de 100.000 millones de dólares. El acuerdo entraría en vigor a partir de 2020.
Hasta este sábado, expresiones como « países capaces de” o “dispuestos a” contribuir con el fondo se incluyen aún en el documento; en otras palabras, se trata no solamente de los países más ricos. Pero para el principal grupo de negociadores, conocido como G77 (134 países), esas expresiones, introducidas entre corchetes por los países industrializados, deben desaparecer del texto.
Aunque en 1992, en la Conferencia de Río, se estableció que los responsables del calentamiento climático eran las naciones más desarrolladas, la Unión Europea y Estados Unidos consideran que desde ese entonces el mundo ha cambiado y que estados como China pueden contribuir también al financiamiento: «Históricamente, los países desarrollados han sido los países donantes(...) Eso continuará, por supuesto, pero al mismo tiempo ya hay países en vías de desarrollo que han empezado a convertirse en contribuyentes", planteó el negociador jefe estadounidense, Todd Stern.
La expresión «obligaciones comunes pero diferenciadas», sobre las capacidades de cada país, provoca fuertes debates.
Las islas del Pacífico y del Caribe se han mostrado muy inquietas por el ascenso del nivel de los océanos y desean que el texto final contenga la frase «menos 1,5°C» como objetivo de reducción del calentamiento climático, mientras que otros no. Según la red de organizaciones no gubernamentales CAN, el tema está bloqueado sobre todo por la posición sobre el asunto de los países árabes, liderados por Arabia Saudita.
La delegación de Malasia defiende la idea de «recortar» la industrialización porque a su juicio la amenaza de cambio climático es grave.
Otro escollo es la energía fósil. Uno de los corchetes en el documento preconiza la eliminación de esta fuente energética «en 2050», mientras que otra expresión señala que se hará «cuando sea posible ».
Un concepto que suscita arduas polémicas es el de «pérdidas y daños» por el cambio climático. El negociador estadounidense se mostró en desacuerdo con esta expresión: «Apoyamos el reconocimiento de 'pérdidas y daños', (...) pero algo que no
aceptamos en este acuerdo es la idea de que debería haber una compensación». El ministro de Medio Ambiente de Gambia, Pa Ousman, responde que «sin 'pérdidas y daños' no habrá acuerdo».
Es posible que el texto no contenga muchos aspectos prácticos porque no serán resueltos de aquí a la semana próxima, tal como lo señaló el economista estadounidense Jeffrey Sachs.
En síntesis, ningún tema de fondo ha sido abordado por el nuevo texto, que aún deja abiertas numerosas opciones; por ejemplo, sobre el objetivo a largo plazo de limitación del calentamiento climático en menos 1,5 °C o menos 2°C, solicitado por los pequeños estados insulares.
Con AFP
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