En las nubes
Carlos RAVELO GALINDO, afirma:
Al estudiar, o
vislumbrar, la historia Medieval encontramos
que los personajes más
importantes en la historia del mundo habían sido Dios y el alma. Pero a
mediados del siglo XIV el protagonista es el hombre, el conjunto humano,
una extraña mezcla de espíritu y materia.
Este mecanismo formidable desea la gloria y llega a veces al
superhombre, pero cae otras veces en desórdenes que le hacen un monstruo. Nos
lo explica el erudito Fernando Calderón Ramírez
de Aguilar.
Coincide también que sus caídas, tanto o más por sus
grandezas, el hombre inicia a ser interesante para el mismo hombre. Sus acciones son como un vasto panorama inexplorado y su
potencialidad parecía inagotable tanto para el bien como para el mal.
No es que desconociese por ello el valor de los otros
factores. Dios es el Creador y
sustentador del Universo.
Aun así los hombres eruditos de los siglos XIV y XV se
encomendaban a la Virgen y a los Santos.
El alma era todavía la partícula divina que sobrevivía
después de la descomposición del conjunto humano, cuando la materia se
transformaba en cenizas.
Durante el medioevo el estudio del hombre había consistido
principalmente en el estudio de su alma. La ciencia humana había sido había
sido más bien una psicología que una antropología.
Lo admirable empezaba a ser el compuesto de músculos,
inteligencia y voluntad. El alma animaba Y regulaba, la acción pero era el
cuerpo el que le daba las ocasiones de obrar, y aun la estimulaba con
reacciones favorables o contrarias.
Se hacían esfuerzos para conservar el cuerpo hasta reducido
a cadáver; se enterraba, embalsamado, con solemnes funerales que duraban varias
semanas. En ocasiones se repartían los despojos en diferentes sepulcros: el
esqueleto descarnado, reposaba en un mausoleo principal, las entrañas se
guardaban en otro lugar apartado y, a veces se hacía un tercer enterramiento
para el corazón.
La devoción también se humanizaba. No se hacían ya mas
esfuerzos para explicar misterios como el de la Trinidad, y, en cambio se
manifestaba cada día mayor confianza hacia los santos y la Virgen.
Abundaban las cofradías con la advocación de un santo para
el que se tenía predilección. Los príncipes creaban órdenes militares puramente
honorificas, dedicadas a un santo.
Servían de excusa para recepciones, banquetes y cortejos,
exhibían insignias y estandartes.
A María, la Virgen, no había excelencia que no se le
adjudicara el Dogma de su Concepción inmaculada, y se proponía el de la
ascensión.
El pensamiento medieval, escolástico e imperialista que
glorifica el Gran Florentino Dante Alighieri con sus aspectos teológico y
caballeresco, no sucumbió gradualmente, ni aun heroicamente.
En lugar de favorecer la aparición de una nueva filosofía,
moral y política que representaba el humanismo, se atrincheró en los antiguos
principios de la caballería feudal.
Los siglos XIV y XV fueron de un renacimiento romántico que
glorificaba el feudalismo ya enteramente liquidado. Los antiguos señores
reconociendo ya su impotencia para confederarse contra la monarquía, se
contentaron con una parodia artificial de vida aristocrática en las pequeñas
cortes locales.
Don Fernando Calderón Ramírez de Aguilar, insiste en continuar en la charla. Coincide
con nosotros en que en los gremios de
las ciudades fermentaba un espíritu de rebeldía, que algunas veces desbordaba
en motines callejeros y hasta en campañas a cielo abierto.
En países del norte de Europa la
exigencia de los burgueses que reclamaban libertades para asociarse en
federación de municipios era un gran peligro para la monarquía. Los príncipes
pensaban que el plebeyo era un ser humano incapaz de raciocinar.
En aquel momento final de la Edad Media, que es el siglo
XV lo que importaba era la victoria, el
triunfo, la gloria, la riqueza y el poder aunque fueran obtenidos de manera
vergonzosa. Las victimas a veces eran poblaciones enteras, aterrorizadas por
tiranos. Excusaban a sus verdugos porque sus personalidades eran fuertes.
Europa asistió a nuevo espectáculo gladiatorio, en que la mejor arma era la
ambición y el mejor derecho la fuerza y el triunfo. Para vencer había que
fingir en algunas ocasiones astucia, disimulo que eran cualidades necesarias
como fuerza y magnanimidad.
Los rencores de los príncipes, originados por cuestiones
puntillosas de etiqueta más que por odios seculares de familia, produjeron en
el siglo XV guerras desastrosas entre naciones,
en las que se sacrificó gran parte de la riqueza acumulada durante la Edad
Media.
En la península hubo guerras interminables con excusa de
minucias de frontera entre Castilla y Aragón.
Hubo guerras entre Castilla y Portugal solo por si una princesa era de
sangre real o espúrea. Sobre todo hubo
en Francia la llamada Guerra de 100 años, porque con algunas cortas
intermitencias duro casi un siglo.
Nadie sabía exactamente porque se mataban y arruinaban unos
a otros. Los partidarios del Rey de Francia se llamaban armagnacs, porque un
conde del Mediodía se presentó por corto tiempo como defensor de la Corona.
Los partidarios de los ingleses, que ocupaban gran parte del
territorio, se llamaban Borgoñeses, porque los Duques de Borgoña se habían aliado
con los ingleses.
Armagnacs y borgoñeses se destrozaron sin piedad, sin saber
casi ni lo que significaba esos nombres.
Desde luego había grandes intereses políticos y económicos. Los ingleses
siempre conflictivos tenían el interés de reducir a Francia a un estado de
vasallaje.
En esta confusión, sin considerar derechos ni provechos para
los pueblos, los príncipes se asesinaban en los palacios y los burgueses se
acuchillaban en los caminos.
Fue necesario el entusiasmo y el buen sentido de una
campesina sin educación, Juana de Arco, para terminar con aquel desorden.,
Actuó el clero francés y la condeno a la hoguera por bruja. En realidad, Juana
solo afirmaba que había tenido visiones de santos y de la Virgen, que la habían
animado a salir de su pueblo, pero nunca practico sortilegios ni
encantamientos.
Y he aquí como de manera indirecta llegó el Renacimiento que
quiere decir la resurrección de la mentalidad clásica. Se pretendió rehabilitar
al hombre, se buscaron modelos antiguos, y se creyó dignificar a la humanidad
rehabilitando lo que llamamos la Antigüedad.
Los triunfos individuales se sublimaron como triunfos
simbólicos del Amor y la Muerte. Aparecían cabalgatas y cortejos civiles, y
sustituían las procesiones medievales de clérigos con reliquias y simulacros de santos.
Cada una de las Virtudes tuvo su carro triunfal del que
tiran animales apropiados, con sus emblemas y cortejos de seguidores.
La Fama iba en su carroza tirada por caballos blancos.
La Pureza tenia por corceles dos unicornios…Era una
reaparición de las ideas universales con personificaciones estéticas y
reales. Pronto se juntaron a ellas los
antiguos Dioses del Olimpo que bajaron a la tierra en sus carrozas algo
infantiles. Parecía un juego una parada, otra forma de entretenimiento
intelectual.
Pero si aquello no fue un anticipo de un mundo por venir si
era segura señal del fin de los tiempos medievales.
Románticos tiempos, verdad.
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