martes, 17 de octubre de 2017

El Medioevo

En las nubes


Carlos RAVELO GALINDO, afirma:


Al  estudiar, o vislumbrar, la historia Medieval encontramos  que  los personajes más importantes en la historia del mundo habían sido Dios y el alma.  Pero a  mediados del siglo XIV el protagonista es el hombre, el conjunto humano, una extraña mezcla de espíritu y materia.

Este mecanismo formidable desea la gloria y llega a veces al superhombre, pero cae otras veces en desórdenes que le hacen un monstruo. Nos lo explica el erudito Fernando Calderón Ramírez  de Aguilar.

Coincide también que sus caídas, tanto o más por sus grandezas, el hombre inicia a ser interesante para el mismo hombre.  Sus acciones son  como un vasto panorama inexplorado  y  su potencialidad parecía inagotable tanto para el bien como para el mal.

No es que desconociese por ello el valor de los otros factores. Dios  es el Creador y sustentador del Universo.

Aun así los hombres eruditos de los siglos XIV y XV se encomendaban a la Virgen y a los Santos.
El alma era todavía la partícula divina que sobrevivía después de la descomposición del conjunto humano, cuando la materia se transformaba en cenizas.

Durante el medioevo el estudio del hombre había consistido principalmente en el estudio de su alma. La ciencia humana había sido había sido más bien una psicología que una antropología.

Lo admirable empezaba a ser el compuesto de músculos, inteligencia y voluntad. El alma animaba Y regulaba, la acción pero era el cuerpo el que le daba las ocasiones de obrar, y aun la estimulaba con reacciones favorables o contrarias.

Se hacían esfuerzos para conservar el cuerpo hasta reducido a cadáver; se enterraba, embalsamado, con solemnes funerales que duraban varias semanas. En ocasiones se repartían los despojos en diferentes sepulcros: el esqueleto descarnado, reposaba en un mausoleo principal, las entrañas se guardaban en otro lugar apartado y, a veces se hacía un tercer enterramiento para el corazón.

La devoción también se humanizaba. No se hacían ya mas esfuerzos para explicar misterios como el de la Trinidad, y, en cambio se manifestaba cada día mayor confianza hacia los santos y la Virgen.

Abundaban las cofradías con la advocación de un santo para el que se tenía predilección. Los príncipes creaban órdenes militares puramente honorificas, dedicadas a un santo.

Servían de excusa para recepciones, banquetes y cortejos, exhibían insignias y estandartes.

A María, la Virgen, no había excelencia que no se le adjudicara el Dogma de su Concepción inmaculada, y se proponía el de la ascensión.

El pensamiento medieval, escolástico e imperialista que glorifica el Gran Florentino Dante Alighieri con sus aspectos teológico y caballeresco, no sucumbió gradualmente, ni aun heroicamente.

En lugar de favorecer la aparición de una nueva filosofía, moral y política que representaba el humanismo, se atrincheró en los antiguos principios de la caballería feudal.

Los siglos XIV y XV fueron de un renacimiento romántico que glorificaba el feudalismo ya enteramente liquidado. Los antiguos señores reconociendo ya su impotencia para confederarse contra la monarquía, se contentaron con una parodia artificial de vida aristocrática en las pequeñas cortes locales.

Don Fernando Calderón Ramírez de Aguilar,  insiste en continuar en la charla. Coincide con nosotros en que en  los gremios de las ciudades fermentaba un espíritu de rebeldía, que algunas veces desbordaba en motines callejeros y hasta en campañas a cielo abierto.

En países del norte de Europa la exigencia de los burgueses que reclamaban libertades para asociarse en federación de municipios era un gran peligro para la monarquía. Los príncipes pensaban que el plebeyo era un ser humano incapaz de raciocinar.

En aquel momento final de la Edad Media, que es el siglo XV  lo que importaba era la victoria, el triunfo, la gloria, la riqueza y el poder aunque fueran obtenidos de manera vergonzosa. Las victimas a veces eran poblaciones enteras, aterrorizadas por tiranos. Excusaban a sus verdugos porque sus personalidades eran fuertes. Europa asistió a nuevo espectáculo gladiatorio, en que la mejor arma era la ambición y el mejor derecho la fuerza y el triunfo. Para vencer había que fingir en algunas ocasiones astucia, disimulo que eran cualidades necesarias como fuerza y magnanimidad.

Los rencores de los príncipes, originados por cuestiones puntillosas de etiqueta más que por odios seculares de familia, produjeron en el siglo XV  guerras desastrosas entre naciones, en las que se sacrificó gran parte de la riqueza acumulada durante la Edad Media.

En la península hubo guerras interminables con excusa de minucias de frontera entre Castilla y Aragón.  Hubo guerras entre Castilla y Portugal solo por si una princesa era de sangre real o espúrea.  Sobre todo hubo en Francia la llamada Guerra de 100 años, porque con algunas cortas intermitencias duro casi un siglo.

Nadie sabía exactamente porque se mataban y arruinaban unos a otros. Los partidarios del Rey de Francia se llamaban armagnacs, porque un conde del Mediodía se presentó por corto tiempo como defensor de la Corona.

Los partidarios de los ingleses, que ocupaban gran parte del territorio, se llamaban Borgoñeses, porque los Duques de Borgoña se habían aliado con los ingleses.

Armagnacs y borgoñeses se destrozaron sin piedad, sin saber casi ni lo que  significaba esos nombres. Desde luego había grandes intereses políticos y económicos. Los ingleses siempre conflictivos tenían el interés de reducir a Francia a un estado de vasallaje. 

En esta confusión, sin considerar derechos ni provechos para los pueblos, los príncipes se asesinaban en los palacios y los burgueses se acuchillaban en los caminos.

Fue necesario el entusiasmo y el buen sentido de una campesina sin educación, Juana de Arco, para terminar con aquel desorden., Actuó el clero francés y la condeno a la hoguera por bruja. En realidad, Juana solo afirmaba que había tenido visiones de santos y de la Virgen, que la habían animado a salir de su pueblo, pero nunca practico sortilegios ni encantamientos.

Y he aquí como de manera indirecta llegó el Renacimiento que quiere decir la resurrección de la mentalidad clásica. Se pretendió rehabilitar al hombre, se buscaron modelos antiguos, y se creyó dignificar a la humanidad rehabilitando lo que llamamos la Antigüedad.

Los triunfos individuales se sublimaron como triunfos simbólicos del Amor y la Muerte. Aparecían cabalgatas y cortejos civiles, y sustituían las procesiones medievales de clérigos  con reliquias y simulacros de santos.

Cada una de las Virtudes tuvo su carro triunfal del que tiran animales apropiados, con sus emblemas y cortejos de seguidores.

La Fama iba en su carroza tirada por caballos blancos.

La Pureza tenia por corceles dos unicornios…Era una reaparición de las ideas universales con personificaciones estéticas y reales.  Pronto se juntaron a ellas los antiguos Dioses del Olimpo que bajaron a la tierra en sus carrozas algo infantiles. Parecía un juego una parada, otra forma de entretenimiento intelectual.

Pero si aquello no fue un anticipo de un mundo por venir si era segura señal del fin de los tiempos medievales.

Románticos tiempos, verdad.


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