Por María Fernanda BERNASCONI
Periodista de RV
El papa Francisco celebra la
Santa Misa
con la participación de un
grupo de fieles
en la Cappella della Casa Santa
Marta,
Vaticano.
Foto RV.
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El Papa explicó que en la sinagoga, un sábado, Jesús se
encontró con una mujer que no lograba estar derecha. “Una enfermedad de la
columna – dijo – que desde hacía años la tenía así”. A la vez que recordó que
el evangelista usa cinco verbos para describir lo que hace Jesús: “La vio, la
llamó, le dijo, “impuso las manos sobre ella y la curó”.
Cinco verbos de cercanía – subrayó Francisco – porque “un
buen pastor está siempre cerca”. En la parábola del buen pastor está cerca de
aquella oveja perdida, deja a las demás y va a buscarla. No puede estar lejos
de su pueblo.
En cambio los clérigos, los Doctores de la Ley, los
fariseos, los saduceos, los ilustres, vivían separados del pueblo,
reprochándole continuamente. Estos no eran buenos pastores – aclaró el Santo
Padre – estaban cerrados en su propio
grupo y no se interesaban por el pueblo. “Quizás les importaba a ellos, cuando
terminaba el servicio religioso, para ir a ver cuánto dinero había en las
ofertas”. Pero no estaban cerca de la gente.
En cambio Jesús está cerca, y su cercanía viene de lo que
Jesús siente en su corazón: “Jesús se conmovió”, tal como se lee en otro pasaje
del Evangelio.
“Por esto Jesús siempre estaba allí con la gente descartada
por aquel grupito clerical: había pobres, enfermos, pecadores, leprosos, y
estaban todos allí, porque Jesús tenía esta capacidad de conmoverse ante la
enfermedad, era un buen pastor. Un buen pastor se acerca y tiene capacidad de
conmoverse. Y yo diría, que el tercer rasgo de un buen pastor es no
avergonzarse de la carne, tocar la carne herida, como hizo Jesús con esta
mujer: ‘tocó’, ‘impuso las manos’, tocó a los leprosos, tocó a los pecadores”.
Un buen pastor – prosiguió el Papa – no dice: “Sí, está
bien… Sí, sí, yo estoy cerca de ti en el
Espíritu”. Esta es distancia. Sino que hace “lo que ha hecho Dios Padre:
acercarse, por compasión, por misericordia, en la carne de su Hijo”.
El gran pastor, el Padre, nos ha enseñado cómo se hace el
buen pastor: se abajó, se vació, se vació a sí mismo, se anonadó, tomó
condición de siervo.
“Pero, ¿y estos otros – los que siguen el camino del
clericalismo – a quién se acercan?”. Se acercan siempre o al poder de turno o
al dinero. Y son los malos pastores. Ellos sólo piensan en cómo escalar en el
poder, ser amigos del poder y negocian todo o piensan en los bolsillos. Estos
son los hipócritas, capaces de todo. A esta gente no le importa el pueblo. Y
cuando Jesús les da aquel bonito adjetivo que utiliza tantas veces con éstos –
“hipócritas” – ellos se ofenden: “Pero no, no, nosotros seguimos la Ley”.
Cuando el pueblo de Dios ve que los malos pastores son
aporreados está contento – recordó Francisco – y esto es un pecado, sí, han
sufrido tanto que un poco “gozan” de esto. Pero el buen pastor – añadió – es Jesús que ve, llama, habla, toca
y cura. Es el Padre quien se hace carne en su Hijo, por compasión.
“Es una gracia para el pueblo de Dios tener buenos pastores,
pastores como Jesús, que no se avergüenzan de tocar la carne herida, que saben
que sobre esto – no sólo ellos, también todos nosotros – seremos juzgados:
estuve hambriento, estuve en la cárcel, estuve enfermo… Los criterios del
protocolo final son los criterios de la cercanía, los criterios de esta
cercanía total, para tocar, compartir la situación del pueblo de Dios. No
olvidemos esto: el buen pastor está siempre cerca de la gente, siempre, como
Dios nuestro Padre se hizo cercano a nosotros en Jesucristo hecho carne”.
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