lunes, 30 de octubre de 2017

Erasmo, el ‘pacifista radical’ que denunció a los locos

Textos en libertad


(Primera de dos partes)


Por José Antonio ASPIROS VILLAGÓMEZ
Para Arcano Radio


El 26 de octubre se cumplieron 551 años del natalicio del humanista, filósofo, filólogo, teólogo, escritor, religioso y profesor holandés Erasmo de Rotterdam, cuyo libro más famoso es Elogio de la locura y a quien cada doce meses conmemoran, porque lo reconocen como su patrono, los profesionales de la edición dedicados a la corrección de estilo.

A riesgo de que nos digan “ya lo leí” (podría darse el raro caso), no parece tan loco reseñar el contenido de este ameno tratado filosófico de sólo 127 páginas en la versión de Editores Mexicanos Unidos (2014) con traducción directamente del original Stultitiae Laus (1511) a cargo de Mercedes Ferrer Valverde.

Ferrer considera a Erasmo “el mejor de mis amigos” y lo ubica como el primero o segundo de “esos doctorcillos en griego” que se esfuerzan en hacernos creer que los teólogos --quienes quitan o cambian palabras a conveniencia a las fuentes originales-- son ignorantes.

La obra está dedicada por Erasmo a su amigo Tomás Moro y le explica por qué escribió sobre las ridiculeces humanas y no sobre las torpezas. Y de las cuatro definiciones que tiene la locura en el diccionario, el autor distinguió dos: la que genera maldad y la que provoca placer.

En resumen, se trata de un autoelogio de la propia locura, la cual se considera a sí misma una divinidad más importante y venerada que los otros dioses de los humanos. En el libro ella siempre lleva la voz narrativa en primera persona, sin diálogos, y proyecta el pensamiento del autor sobre la conducta de la gente.

Según esta tesis cualquier acto es obra de la locura, aunque al final ésta misma dice a los lectores: “no me hagan caso, ya no recuerdo todo lo que les dije, mejor apláudanme, pórtense bien, diviértanse”.

Pero es imposible ignorar cómo desmenuza cada ocupación de su época; afirma que los filósofos presuntuosos, los frailes y hasta las divinidades del Olimpo le deben todo a la locura, que tiene como aliada a la prudencia.

Héctor Subirats, el prologuista, llama a Erasmo “pacifista radical” y “escritor independiente y cosmopolita que defendió su libertad intelectual y moral” y para quien de la locura provienen la amistad, la alegría, el placer y la felicidad. Afirma que la naturaleza sembró por todas partes la semilla de la locura; que ésta aconsejó a Júpiter crear a la mujer, y que todas las mujeres están locas, lo mismo que la mayor parte de los hombres.

Dice que “las mayores locuras” son el amor propio y la guerra, que los mercaderes son “los locos más despreciables”, lo mismo que quienes enseñan gramática (la que “atormenta a un hombre durante toda su vida”) y que los animales que sólo siguen las leyes de la naturaleza, gozan de mayor júbilo que los hombres más cercanos a la sabiduría que a la felicidad.

Critica acremente el lenguaje y la gramática de los teólogos, a los monjes que no cumplen con la caridad, y a los príncipes, papas, cardenales y obispos por la “vida agradable que llevan, carente de humildad cristiana”.

Y para reforzar todo su discurso, cita a quienes se han referido a ella, como Horacio, Cicerón, el Eclesiastés, Salomón, Jeremías y san Pablo, personaje este último que atribuye la locura a Dios y dice que también Cristo se manifiesta como un loco.

En su parte final, donde trata aspectos teológicos, sostiene que todas las facultades humanas dependen de los órganos del cuerpo en mayor o menor medida, divide a la humanidad en mundanos y devotos y agrega que ambos se consideran mutuamente locos, aunque estos últimos merecen más el título pues suspiran por la felicidad celestial, que comienza a ser más perfecta durante la “reunión gloriosa de los cuerpos con las almas”.


Tales son las ideas de Erasmo de Rotterdam, expresadas en voz de la locura, pero no es por ellas que los también enloquecidos correctores de estilo lo tienen como su patrono, sino por los motivos que diremos en la siguiente entrega de estos Textos en libertad.

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