* Ante el egoísmo e inercia, señala en su mensaje a la FAO
De la Mesa de Redacción
De Radio Vaticana
El Papa Francisco en la FAO,
el 20 de noviembre de 2014.
Foto de Archivo.
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«La Santa Sede sigue con mucha atención la actividad
internacional y quiere cooperar a orientarla para favorecer no un simple progreso
u objetivos teóricos de desarrollo, sino una real erradicación del hambre y de
la malnutrición», recuerda el Papa, en su mensaje, leído por el Card. Parolin,
destacando la urgencia de impulsar una cultura de la solidaridad:
«Cuando un País no sea capaz de ofrecer respuestas adecuadas
porque no lo permita su grado de desarrollo, sus condiciones de pobreza, los
cambios climáticos o las situaciones de inseguridad, es necesario que la FAO y
las demás Instituciones intergubernamentales puedan tener la capacidad de
intervenir específicamente para emprender una adecuada acción solidaria. A
partir de la conciencia de que los bienes que nos ha entregado Dios Creador son
para todos, se requiere urgentemente que la solidaridad sea el criterio
inspirador de cualquier forma de cooperación en las relaciones
internacionales».
Con una mirada a la situación actual del mundo que «no nos
ofrece imágenes consoladoras», el Papa señala que «no podemos permanecer únicamente preocupados
o acaso solo resignados». Y alentando a «tomar consciencia de que el hambre y
la malnutrición no son solamente fenómenos naturales o estructurales de
determinadas áreas geográficas, sino que son el resultado de una más compleja
condición de subdesarrollo, causada por la inercia de muchos o por el egoísmo
de unos pocos», el Obispo de Roma señala que las guerras, el terrorismo, los
desplazamientos forzados de personas que cada vez más impiden o, al menos,
condicionan fuertemente incluso las actividades de cooperación, no son fruto de
la fatalidad, sino más bien consecuencia de decisiones concretas. Se trata de
un mecanismo complejo que fustiga ante todo a las categorías más vulnerables,
excluidas no solo de los procesos productivos, sino también obligadas a menudo
a dejar sus tierras en busca de refugio y esperanza de vida».
El Papa lamenta la disminución de «las ayudas a los Países
pobres, que siguen mermando cada día, no obstante los reiterados llamamientos
ante las situaciones de crisis cada vez más destructoras que se manifiestan en
diferentes áreas del planeta».
Y uniéndose con una «contribución simbólica al programa de
la FAO para proveer de semillas a las familias rurales que viven en áreas donde
se han juntado los efectos de los conflictos y de la sequía», el Sucesor de
Pedro añade que «este gesto se suma al trabajo que la Iglesia viene realizando,
según su vocación de estar de parte de los pobres de la tierra y acompañar el
compromiso eficaz de todos en favor suyo».
El Papa renueva asimismo su apoyo y el compromiso de toda la
Iglesia para el buen logro de «la Agenda para el Desarrollo 2030, cuando
reitera el concepto de seguridad alimentaria como objetivo impostergable».
Mensaje completo del Papa Francisco
Señor Presidente:
Me complace dirigirle mi deferente y cordial saludo, así como
a cada uno de ustedes, Representantes de los Estados miembros de la FAO,
reunidos para la cuadragésima Conferencia de la Organización.
Extiendo también mi saludo al Director General de la FAO y a
los Responsables de los otros Organismos internacionales presentes en esta
reunión, que está llamada a dar respuestas precisas al sector agrícola y
alimentario, de las que dependen las expectativas de millones de personas.
1. No pudiendo
esta vez estar con ustedes, según la consolidada tradición que se remonta al
inicio de esta sede de la FAO en Roma, he pedido al Señor Cardenal Pietro
Parolin, Secretario de Estado, llevar mi palabra de estímulo y apoyo, y
manifestarles toda mi estima y consideración por la ardua tarea que deben
realizar.
La Santa Sede sigue con mucha atención la actividad
internacional y quiere cooperar a orientarla para favorecer no un simple
progreso u objetivos teóricos de desarrollo, sino una real erradicación del
hambre y de la malnutrición. Todos somos conscientes de que no basta la intención
de asegurar a todos el pan cotidiano, sino que es necesario reconocer que todos
tienen derecho a él y que deben por tanto beneficiarse del mismo. Si los
continuos objetivos propuestos quedan todavía lejos, depende mucho de la falta
de una cultura de la solidaridad que no logra abrirse paso en medio de las
actividades internacionales, que permanecen a menudo ligadas solo al
pragmatismo de las estadísticas o al deseo de una eficacia carente de la idea
de compartir.
El compromiso de cada País por aumentar el propio nivel de
nutrición, por mejorar la actividad agrícola y las condiciones de las
poblaciones rurales, se concreta en el impulso del sector agrícola, en el
incremento de la producción o en la promoción de una distribución efectiva de
los alimentos. Pero esto no basta. En efecto, dichos objetivos lo que están
pidiendo es que se considere cada día que el derecho de cada persona a ser
liberada de la pobreza y del hambre depende del deber que tiene toda la familia
humana de ayudar de forma concreta a los necesitados.
Entonces, cuando un País no sea capaz de ofrecer respuestas
adecuadas porque no lo permita su grado de desarrollo, sus condiciones de
pobreza, los cambios climáticos o las situaciones de inseguridad, es necesario
que la FAO y las demás Instituciones intergubernamentales puedan tener la
capacidad de intervenir específicamente para emprender una adecuada acción
solidaria. A partir de la conciencia de que los bienes que nos ha entregado
Dios Creador son para todos, se requiere urgentemente que la solidaridad sea el
criterio inspirador de cualquier forma de cooperación en las relaciones
internacionales.
2. Una mirada a
la situación actual del mundo no nos ofrece imágenes consoladoras. No podemos,
sin embargo, permanecer únicamente preocupados o acaso solo resignados. Este
momento de evidente dificultad debe hacernos también más conscientes de que el
hambre y la malnutrición no son solamente fenómenos naturales o estructurales
de determinadas áreas geográficas, sino que son el resultado de una más
compleja condición de subdesarrollo, causada por la inercia de muchos o por el
egoísmo de unos pocos. Las guerras, el terrorismo, los desplazamientos forzados
de personas que cada vez más impiden o, al menos, condicionan fuertemente
incluso las actividades de cooperación, no son fruto de la fatalidad, sino más
bien consecuencia de decisiones concretas. Se trata de un mecanismo complejo
que fustiga ante todo a las categorías más vulnerables, excluidas no solo de
los procesos productivos, sino también obligadas a menudo a dejar sus tierras
en busca de refugio y esperanza de vida. Como también están determinados por
decisiones tomadas en plena libertad y conciencia los datos relativos a las
ayudas a los Países pobres, que siguen mermando cada día, no obstante los
reiterados llamamientos ante las situaciones de crisis cada vez más
destructoras que se manifiestan en diferentes áreas del planeta.
Hay que ser conscientes de que en estos casos la libertad de
elección de cada uno se conjuga con la solidaridad hacia todos, en relación con
las necesidades, cumpliendo de buena fe los compromisos asumidos o anunciados.
A este respecto, animado también por el deseo de alentar a los Gobiernos,
quisiera unirme con una contribución simbólica al programa de la FAO para proveer
de semillas a las familias rurales que viven en áreas donde se han juntado los
efectos de los conflictos y de la sequía. Este gesto se suma al trabajo que la
Iglesia viene realizando, según su vocación de estar de parte de los pobres de
la tierra y acompañar el compromiso eficaz de todos en favor suyo.
Este compromiso nos lo pide hoy la Agenda para el Desarrollo
2030, cuando reitera el concepto de seguridad alimentaria como objetivo
impostergable. Pero solo un esfuerzo de auténtica solidaridad será capaz de
eliminar el número de personas malnutridas y privadas de lo necesario para
vivir. Es un desafío muy grande para la FAO y para todas las Instituciones de
la Comunidad internacional. Un reto en el que también la Iglesia se siente
comprometida en primera línea.
Deseo, por tanto, que las sesiones de esta Conferencia
puedan dar un nuevo impulso a la actividad de la Organización y ofrecer
aquellos instrumentos deseados y esperados por millones de hermanos nuestros
que ven en la acción de la FAO no sólo una contribución técnica para aumentar
los recursos y para distribuir los frutos de la producción, sino también el
signo concreto, a veces único, de una fraternidad que les permite confiar en el
futuro.
Que la bendición de Dios todopoderoso, rico en misericordia,
descienda sobre ustedes y sus trabajos y les dé la fuerza necesaria para
contribuir a un auténtico progreso de la familia humana.
Vaticano, 3 de julio de 2017
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