Por María Cecilia MUTUAL
Periodista de Radio Vaticana
Navarro Valls, histórico
Director de la
Oficina de Prensa de la Santa
Sede,
junto a su sucesor, el padre
Federico Lombardi, actual
presidente
de la Fundación
Ratzinger-Benedicto XVI.
Foto RV
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Falleció este 5 de julio Joaquín Navarro-Valls, por más de
20 años portavoz del Papa Juan Pablo II y también de Benedicto XVI, en los
primeros 15 meses de pontificado. Sobre la figura del histórico Director de la
Oficina de Prensa de la Santa Sede,
fallecido a la edad de 80 años, se detiene el padre Federico Lombardi,
hoy presidente de la Fundación Ratzinger-Benedicto XVI, llamado a sucederlo en
el 2006 a la guía de la Oficina de Prensa vaticana:
“Conocí personalmente al Dr. Navarro-Valls cuando vine a
trabajar en el Vaticano como Director de Programación de Radio Vaticana al
inicio de 1991. Desde entonces, comencé a seguir regularmente la actividad de
la Oficina de Prensa como fuente imprescindible de información y a participar
en diversos viajes de Juan Pablo II, integrándome en aquella original comunidad
que es el “séquito papal”, del cual obviamente Navarro era un componente
estable e importante, pero también agradable, amigable y cordial.
Naturalmente ya lo conocía por fama como brillante y
competente ‘portavoz’ del Papa. Aunque esta no era la dicción oficial de su
trabajo – que sería más bien “Director de la Oficina de Prensa” – es necesario
decir que en su caso era una denominación completamente apropiada.
De hecho Navarro, como nos explicó varias veces, desde el
comienzo fue muy claro con quien lo había llamado al nuevo servicio en el
Vaticano, haciendo entender que retenía absolutamente necesario poder tener – y
tener efectivamente – una relación directa con el Papa, para poder conocer con
seguridad y claridad su pensamiento y su línea, y poderse presentar al mundo de
la prensa y de la opinión pública como intérprete acreditado de tal pensamiento
y no sólo por conocimiento indirecto.
No cabe duda que en todo el larguísimo servicio que él
desarrolló durante el pontificado de Juan Pablo II, desde 1984 hasta la muerte
en el 2005, haya estado efectivamente muy cerca del Papa, tanto que fue
considerado una de las figuras importantes de aquel pontificado extraordinario,
no sólo por su evidente visibilidad pública, sino también por su papel de
intervención y de consejo. Ciertamente Juan Pablo II tuvo gran confianza en él
y consideró mucho su servicio.
No por nada él fue también incluido como miembro efectivo de
varias delegaciones de la Santa Sede en Conferencias mundiales de las Naciones
Unidas de particular resonancia donde, gracias a su experiencia y capacidad
comunicativa, desarrolló efectivamente un papel de relevancia primaria. Así,
también tuvo varias veces un papel ‘diplomático’, por ejemplo, en la
preparación o en el desarrollo de viajes de importancia histórica, como aquel
del card. Casaroli en Rusia en el 1988 o el de Juan Pablo II a Cuba.
Su inteligencia, elegancia y capacidad de relaciones eran
eminentes. A ello se agregaban un óptimo conocimiento de las lenguas y una
verdadera genialidad en el presentar noticias y contenidos informativos de
manera brillante, atractiva y concisa. Todas dotes que hacían de él un
personaje ideal como punto de referencia vaticano para los agentes de la
información internacional, pero también para las relaciones – públicas, pero no
sólo – con muchas personalidades de gran relevancia e influencia en el mundo de
las comunicaciones, de la política, de los negocios.
La elección del Dr. Navarro como Director de la Oficina de
Prensa por parte de Juan Pablo II fue indudablemente una elección muy acertada.
A diferencia de sus predecesores en aquella tarea, se trataba de un laico – y
ya esto era, en cierto sentido, un mensaje – y de un laico profesionalmente
competente y apreciado por los colegas periodistas: ya había sido Presidente de
la Asociación Prensa extranjera de Roma. Al mismo tiempo, como numerario del
Opus Dei, era una persona sobre cuya dedicación y amor fiel a la Iglesia y al
Papa se podía verdaderamente contar, por la disponibilidad efectiva ya sea de
tiempo que de corazón.
La duración excepcional del servicio del Dr. Navarro como
Director de la Oficina de Prensa vaticana, su autoridad, la eficiencia y la
cualidad universalmente reconocida de su trabajo, nos hacen pensar
espontáneamente en su dirección como en una época que permanecerá probablemente
única en la historia de la Oficina de Prensa y de las comunicaciones vaticanas.
Ciertamente, la dimensión de la comunicación y de las públicas relaciones en el
inmenso pontificado de Juan Pablo II no puede ser de ninguna manera comprendida
prescindiendo de la obra y de la personalidad del Dr. Navarro. Ha sido un
servicio a la Iglesia de un valor incalculable.
Personalmente he estado siempre agradecido al Dr. Navarro por la
cortesía y la atención en el curso de los quince años en los que hemos
colaborado – diría siempre bien, serenamente y amigablemente – con funciones
diversas en el campo de las comunicaciones vaticanas. Lo he considerado siempre
un maestro en el modo de desarrollar su servicio y nunca me hubiera imaginado
que habría sido llamado para sucederlo. Era evidente que, bajo muchos puntos de
vista, era para mí completamente inimitable: no podía imitarlo y no debía ni
siquiera probar. En el contexto de un pontificado diverso, traté entonces de
interpretar y desarrollar la tarea que me asignaron como mejor sabía, pero
conservando, por lo que me era posible, su valiosa herencia. Navarro permaneció
siempre un amigo para mí, un ejemplo de vida espiritual discreta, verdadera y
profunda, plenamente integrada con su trabajo, un modelo de dedicación al
servicio del Papa y de la Iglesia, un maestro de la comunicación, aunque para
mí – como ya dije, pero repito con gusto
- inimitable”.

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