Por António Manuel de OLIVEIRA GUTERRES
Secretario General de la ONU
Foto: UN Photo Manuel Elías. |
La migración impulsa el crecimiento económico, reduce las
desigualdades y conecta distintas sociedades. Sin embargo, también es una
fuente de tensiones políticas y tragedias humanas. La mayoría de los migrantes
viven y trabajan legalmente. No obstante, una minoría de personas desesperadas
ponen en riesgo su vida para entrar en países en los que se enfrentan a la
sospecha y los abusos.
La presión demográfica y los efectos del cambio climático en
las sociedades vulnerables pueden provocar un mayor aumento de la migración en
los próximos años. Como comunidad mundial, nos enfrentamos a una elección. ¿Queremos
que la migración sea una fuente de prosperidad y solidaridad internacional o un
fenómeno marcado por la inhumanidad y las fricciones sociales?
Este año, los Gobiernos negociarán un Pacto Mundial sobre la
Migración en el marco de las Naciones Unidas.
El Pacto será el primer acuerdo internacional de carácter
global de este tipo. No será un tratado formal. Tampoco impondrá obligaciones
vinculantes para los Estados.
Más bien es una oportunidad sin precedentes para que los
dirigentes contrarresten los perniciosos mitos que se ciernen en torno a los
migrantes y establezcan una visión común sobre la manera de lograr que la
migración beneficie a todas nuestras naciones.
Esta es una tarea urgente. Hemos visto lo que sucede cuando
se produce una migración a gran escala sin mecanismos eficaces para
gestionarla. El mundo se estremeció ante los vídeos hechos públicos
recientemente de migrantes vendidos como esclavos.
Por aterradoras que sean esas imágenes, el verdadero
escándalo es que miles de migrantes corren la misma suerte cada año y no queda
constancia de ello. Muchos migrantes más están atrapados en empleos precarios y
degradantes que, en definitiva, bordean la esclavitud.
Actualmente hay casi seis millones de migrantes atrapados en
el trabajo forzoso, con frecuencia en las economías desarrolladas.
¿Cómo podemos poner fin a esas injusticias y evitar que se
repitan en el futuro?
A fin de establecer una dirección política clara sobre el
futuro de la migración, creo que son tres las consideraciones fundamentales que
deberían orientar los debates del Pacto.
La primera es reconocer y reforzar los beneficios de la
migración, que con tanta frecuencia se ignoran en el debate público.
Los migrantes hacen enormes contribuciones tanto a sus
países de acogida como a sus países de origen.
En efecto, los migrantes aceptan empleos que no puede cubrir
la fuerza de trabajo local, de modo que impulsan la actividad económica. Muchos
son innovadores y emprendedores. Casi la mitad de todos los migrantes son
mujeres que buscan una vida mejor y oportunidades de empleo.
Los migrantes también realizan una gran contribución al
desarrollo internacional mediante el envío de remesas a sus países de origen.
Las remesas ascendieron a cerca de 600.000 millones de dólares el año pasado,
es decir, tres veces más que toda la asistencia para el desarrollo.
El desafío fundamental es aprovechar al máximo los
beneficios de esta forma de migración ordenada y productiva y acabar con los
abusos y los prejuicios que hacen que una minoría de migrantes vivan un
infierno.
En segundo lugar, los Estados deben fortalecer el estado de
derecho dando un impulso a la forma de tratar y proteger a los migrantes, en
beneficio de sus economías, sus sociedades y los propios migrantes.
Las autoridades que levantan grandes obstáculos a la
migración, o imponen graves restricciones a las oportunidades de trabajo de los
migrantes, infligen un daño económico innecesario a sus propios intereses, ya
que imponen barreras que impiden que sus necesidades laborales se cubran de
forma legal y ordenada.
Lo que es aún peor, esas autoridades involuntariamente
alientan la migración ilegal.
Cuando a quienes desean migrar se les cierran las vías
legales para viajar, inevitablemente recurren a métodos irregulares. Esto no
solo los coloca en una posición vulnerable, sino que además socava la autoridad
de los Gobiernos.
La mejor manera de acabar con el estigma de la ilegalidad y
el abuso en torno a los migrantes es, de hecho, que los Gobiernos establezcan
más vías legales para la migración, eliminando los incentivos para que las
personas quiebren las normas y atendiendo mejor a la necesidad que tienen sus
mercados de trabajo de mano de obra extranjera.
Los Estados también tienen que colaborar más estrechamente
para compartir los beneficios de la migración, por ejemplo, estableciendo
asociaciones de colaboración para determinar cuáles son las lagunas importantes
en las competencias existentes en un país que pueden cubrir migrantes
cualificados de otro país.
En tercer y último lugar, se requiere una mayor cooperación
internacional para proteger a los migrantes vulnerables, así como a los
refugiados, y debemos restablecer la integridad del régimen de protección de
los refugiados de conformidad con el derecho internacional.
La suerte de los miles de personas que mueren en su
infortunado intento por cruzar mares y desiertos no es solo una tragedia humana.
También representa el fracaso más grave de la política, puesto que los
movimientos no regulados de masas en circunstancias desesperadas alimentan la
sensación de que las fronteras están amenazadas y los Gobiernos no las
controlan.
A su vez, ello conduce a controles fronterizos draconianos
que socavan nuestros valores colectivos y contribuyen a perpetuar las tragedias
que demasiado a menudo hemos visto en los últimos años.
Debemos cumplir nuestras obligaciones básicas para
salvaguardar la vida y los derechos humanos de los migrantes a los que el
sistema actual ha fallado.
Debemos adoptar medidas urgentes para ayudar a quienes están
ahora atrapados en campamentos de tránsito o en riesgo de esclavitud o se
enfrentan a situaciones de gran violencia, ya sea en el Norte de África o en
América Central. Debemos contemplar la adopción de medidas internacionales
ambiciosas para reasentar a quienes no tienen adonde ir.
También deberíamos tomar medidas, mediante la asistencia
para el desarrollo, las iniciativas de mitigación del cambio climático y la
prevención de conflictos, para evitar esos grandes movimientos de población no
regulados en el futuro. La migración no debería significar sufrimiento.
Debemos tratar de lograr un mundo en el que podamos celebrar
la contribución de la migración a la prosperidad, el desarrollo y la unidad
internacional. En nuestro poder está alcanzar este objetivo colectivamente.
Este año, el Pacto Mundial puede ser un hito en el camino para conseguir que la
migración realmente beneficie a todos.
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