Análisis a Fondo
* Un aprendiz de brujo
* “Sicario periodístico”
Por Francisco GÓMEZ MAZA
Para Arcano Radio
Sicario periodístico al servicio de la CIA. |
Seguramente muchos se preguntarán quién es ese personaje que
se presenta como el redentor de la lucha contra la corrupción.
Se trata del fundador de ONEA, una supuesta organización de
la sociedad civil sin fines de lucro, presuntamente dedicada al combate a la
corrupción y la impunidad.
El individuo se asume como el campeón de la libertad de
expresión y se siente un mirlo blanco. Nadie es superior a él.
Éste es el autorretrato de Ernesto Villanueva Villanueva, un
aprendiz de brujo al que Carlos Marín, director de Milenio, ha definido como un
“granuja calumniador”, de esos que “suelen escupir para arriba”.
Villanueva se desempeña en el Instituto de Investigaciones
Jurídicas de la UNAM. Desde ahí se ha parapetado en una especie de trinchera de
impunidad. Él extiende credenciales de “honestidad” y “honorabilidad”.
Lanza acusaciones a diestra y siniestra. Es un sicario del
periodismo. El mismo Villanueva se dio a la tarea de incorporar la figura del
“sicario periodístico” en el Diccionario del Derecho de la Información, un
mamotreto elaborado por él mismo como otros muchos de su autoría.
Villanueva se dio el lujo de calumniar al rector José Narro
Robles al señalar que no tenía las credenciales académicas para permanecer al
frente de la UNAM.
Después, junto con Enrique Carpizo, lanzó su ofensiva contra
el abogado general de la UNAM y actual presidente de la CNDH, Luis Raúl
González Pérez, bajo el infundio del plagio de una tesis académica.
Por si eso no fuera suficiente, acusó de manera temeraria al
constitucionalista y maestro emérito del Instituto de Investigaciones Jurídicas
de la UNAM, Diego Valadés, de estar “involucrado” en el Cártel de Juárez.
Según Villanueva, el doctor Diego Valadés “lo mandó matar”
porque publicó un artículo en el Diario El Noroeste de Sinaloa, en donde lo
señalaba de probable responsable “de tener una serie de cosas de Vicente
Carrillo Fuentes en su casa…”
La acusación fue tan vil que el periodista Francisco Zea reprobó
las imputaciones de Villanueva. Zea escribió en el periódico Excélsior: “No
defiendo ni ataco a nadie, pero si se acusa, hay que presentar pruebas. Todo lo
demás queda en el terreno del chisme. Todo apunta al auto-atentado, que tan
útil ha sido a muchos para ponerse en los titulares y fabricar mártires
artificiales. No puede existir nadie más mezquino que quien se aprovecha de
esta coyuntura, una de las más complejas y violentas en la historia moderna de
México”.
En una entrevista con Proceso, Diego Valadés declaró:
“Villanueva me ha hecho mucho daño en lo personal; he pasado momentos muy
ingratos y también mi familia. Muchos amigos me han hecho expresiones de
solidaridad y creo que estoy en derecho de un resarcimiento también moral...
“Yo nunca he tenido ninguna diferencia con el señor
Villanueva. Él ahora no sólo me implica y me difama a mí, sino que también
formula declaraciones degradantes para la universidad y para el Instituto de
Investigaciones Jurídicas, afirmando que las diferencias académicas se dirimen
a balazos en la universidad.”
Sería bueno que las autoridades ministeriales que
investigaron el caso hicieran público el resultado del expediente y qué curso
lleva a la fecha, pues resultó que Villanueva incurrió en un falso
auto-atentado y las acusaciones contra Valadés resultaron una farsa.
Lo que resultó peor fue que Villanueva registró a nombre de
una persona los derechos de autor de la revista del Instituto de
Investigaciones Jurídicas de La UNAM. Tras ese hecho Villanueva pidió un permiso
sabático, de esa manera buscó que se olvidara ese abuso y de paso que se
“enfriara” la acusación contra Diego Valadés.
Villanueva se ostenta como “doctor”, la SEP no cuenta con
los registros respectivos en los acervos de la oficina de profesiones.
Villanueva ha incursionado en los medios como el campeón de
la “ética” y la transparencia”, pero es un personaje más falso que un billete
de 3 pesos; por ese hecho ha sido señalado de crear organismos fachada de
libertad de expresión y transparencia para sus negocios particulares.
Pero vayamos por partes, como diría el clásico: Villanueva
se dio a la tarea de formar el grupo Libertad de Información-México AC (Limac).
Con la recomendación del membrete de Limac, Villanueva colocó a su entonces
esposa, la filóloga Gabriela de los
Ángeles Santana Calderón, como analista de Evaluación en el Instituto de Acceso
a la Información Pública del DF (Infodf) con un salario de casi 20 mil pesos
mensuales. Gabriela de los Ángeles Santana Calderón no cumplía con el perfil profesional para desempeñar
dicho cargo.
A todas luces, Limac era un negocio particular de
Villanueva. Por tal motivo, en febrero de 2005 renunció a Limac un grupo
importante de consejeros del organismo por el sometimiento de Villanueva y de
Limac a los intereses de Andrés Manuel López Obrador. La lista de renunciantes
fue significativa y apareció en un desplegado: Paco Calderón, Pedro Camacho,
José Carreño Carlón, Guillermo Chao Ebergendi, Leonardo Curzio, Julio Derbez,
Jorge Fernández Menéndez, Pablo Hiriart, Jorge Medina Viedas, Beatriz Pagés,
Carlos Ramírez, Carlos Ramos Padilla y Raymundo Riva Palacio. Los consejeros
dijeron ser usados como fachada para intereses particulares de Villanueva.
Villanueva recibió en Limac
supuestos fondos por más de 200 mil dólares de la ultraderechista NED
(Fundación Nacional por la Democracia), vinculada a la CIA y 350 mil dólares de
la Agencia Internacional de Desarrollo de EU, otra organización de pasado
también relacionado con la CIA.
El The New York Times, en su momento, reveló que la NED
tenía conexiones con la CIA.
Otra más de Villanueva se dio en su revista Transparencia
& Corrupción, por lo que el consejero Jorge Buendía renunció pues no fue
tomado en cuenta y los consejeros Irma Eréndira Sandoval y al académico John
Ackerman criticaron duramente que Villanueva utilizara su revista para ataques
sin fundamento contra la consejera del Infodf, Pérez Jaén. Peor aún, acusaron a
la política editorial de la revista de racista y ordinaria.
Lo cierto es que Ernesto Villanueva ha convertido el derecho
a la información en una coartada y en un buen negocio.
El periodista Carlos Ramírez señala a Villanueva de
ostentar falsos títulos y
comportamientos.
Según Ramírez, Villanueva se ostenta con un falso título
académico de doctor de la Universidad
Complutense. Villanueva afirma que su examen de grado para ese doctorado fue el
6 de marzo del 2000, pero acepta que no fue en la Complutense sino en la
Universidad del Norte, en Paraguay, y a través de un convenio. Pero en su
currículum oficial en el IIJ-UNAM se ostenta como doctor por la Complutense.
La Complutense formalmente no ha doctorado a Villanueva.
Existe una carta de Manuel Rodríguez Sánchez, vicerrector de Doctorado. Títulos
Propios y Programación Docente de la Complutense, dirigida a Javier Davara,
decano de la Facultad de Ciencias de la Información, en la que establece:
“según la información que consta en los Servicios Administrativos de este Vicerrectorado,
Don Ernesto Villanueva tiene superados 32 créditos, más suficiencia
investigadora, así como una tesis inscrita con fecha 8 de mayo de 1996, en la
Facultad de Derecho. En el citado expediente, no figura que el interesado tenga
tesis presentada y aprobada”.
Es decir, no se doctoró en la Complutense, pero se presenta
como doctor por la Complutense. Y hay más: Villanueva obtuvo su doctorado en la
Universidad de Navarra en dos meses, otorgado por la doctora Ana Azurmendi,
pero también vía la Universidad del Norte, entonces dirigida como rector por
Benjamín Fernández Bogado.
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