sábado, 30 de septiembre de 2017

A cien años (II)

En las nubes


Carlos Ravelo Galindo, afirma:


Por otro lado, el hiperrealismo, movimiento de la misma corriente, se basa en la representación fiel, casi fotográfica, de la realidad.

Esta había sido abandonada por el arte debido a la renovación de los lenguajes expresivos y la introducción de la fotografía.

Reitera don Fernando Calderón que cien años después, el hiperrealismo de tradición renacentista proclama la vuelta a las convenciones estéticas del arte tradicional y eleva al Renacimiento a un modelo a seguir.

En esta etapa uno se pregunta si acaso el tiempo no pasa en balde. Su compañero, el hiperrealismo fotográfico, proclama su servidumbre a la fotografía y, con técnicas del lenguaje pictórico tradicional, literalmente copia los positivos fotográficos para no perder detalle de esa pretendida verosimilitud.

No cabe la menor duda de que estos artistas son unos oportunistas, ya que sus obras no han sido motivadas por una necesidad social o expresiva.

Ante el problema del rechazo del lenguaje abstraccionista por las grandes masas, en un bello ensayo Fernand Léger creó un lenguaje figurativo que aspiraba a comunicarse con dichas masas. Su punto de partida fue su convicción socialista, pero el resultado también fue incomprendido. Sus principales representantes fueron Philip Pearlstein, Alfred Leslie y Richard MacLean.

De la corriente neofigurativa nace el arte funk o arte schock. Como heredero del arte del ensamblado como del arte pop, el arte funk adoptó una actitud irónica, mordaz y destructiva, probable producto de la impotencia de los artistas para cambiar a la sociedad en que les había tocado vivir.

Fue una reacción frente a las manifestaciones esnob del arte y la cultura de sus días. Producto de una actitud cáustica que escondía una gran desilusión y  profunda amargura.

Como movimiento típico de la época, no propone soluciones y su actitud crítica desemboca en una anarquía en donde el caos refleja su estado de ánimo y la situación de la sociedad. Su sátira se limita a señalar las contradicciones entre la riqueza y los grupos marginados. Borrachos, vagabundos, hippies y drogadictos son los héroes que opone a ídolos y estrellas del arte pop, así como los hechos sangrientos y accidentes frente a la pretendida seguridad que el sistema preconiza.

La suciedad, la vulgaridad, las heces o cualquier forma de porquería les sirve   para subrayar su punzante objetivismo frente a las condiciones de vida de una gran parte de la población de los países o ciudades de su tiempo. Fenómeno típicamente estadounidense que se ha extendido con vigor a otras latitudes debido a la corrosiva fuerza de expresión de “shock” que encierra.

Los materiales groseros, burdos, ligados a una técnica de baja calidad, de apariencia desaliñada, mal hecha, hacen referencia a la miseria y desolación de los habitantes de los ghettos.

Por lo regular componen escenas  en donde la mordacidad y la apariencia acentúan el efecto de morbidez, de soledad, de angustia. Son conscientes de la naturaleza efímera de sus productos y por ello se ligan a la estética del desperdicio, ya que, por lo regular, sus obras son destruidas después de las exposiciones.

Abarcan una gran cantidad de temas.

En primer lugar, ridiculizan al arte, a la obra bien hecha y bella, y engloban una extensa variedad de asuntos que no son sino los supuestos valores del ayer, desde la religión y la moral hasta la política, pasando por la sexualidad convencional y anodina.

Su irreverencia está ligada a los movimientos de los grupos oprimidos, trátese de negros, chicanos, izquierdistas o drogadictos.

Su hincapié en lo feo, lo horripilante, lo sucio y lo obsceno se dirige a destruir los pretendidos valores de la sociedad de consumo como son el éxito, la sexualidad mojigata, la guerra económica disfrazada de patriotismo, etcétera.

Dentro del movimiento pueden distinguirse claramente dos tendencias: en una predomina el sentido del humor y, en la otra, aparentemente se gozan objetos o situaciones asquerosos.

El arte cerámico no funcional fue muy importante en la Bahía de San Francisco. Sobresalen Edward Kienholtz, Bruce Conner, Niki de Saint Phalle y Red Grooms.

De la corriente abstraccionista vale la pena mencionar al arte op, corriente pictórica abstracta que intenta crear efectos ópticos que propician la ilusión del movimiento.

Crea ilusiones ópticas increíbles y fantásticas que  cambian según se desplaza el observador y los colores se vuelven más o menos refulgentes según sea el ángulo de observación, lo cual requiere que el espectador tenga una actitud activa. Sus representantes son múltiples y variados; entre muchos otros sobresalen Víctor Vasarely y Michael Kidner.

El arte psicodélico,  puede encontrarse tanto en la corriente neo abstraccionista como en la neofigurativa, y echa mano tanto del lenguaje figurativo como del abstraccionista.

Desde nuestro punto de vista es algo maravilloso. No tenemos  la menor duda de que el inconsciente saca a la luz lo más brillante y colorido del alma y lo despliega en ese arte producto de la estimulación cerebral por las drogas, fundamentalmente el LSD (dietilamida de ácido lisérgico), motivo por el cual también se le llama arte lisérgico.

Pretendió ser una renovación de la percepción y es el movimiento que mayor distorsión ha sufrido al ser asimilado, comercializado, por la industria de la diversión, dado que no se sufre aparentemente adicción y su acción es muy potente.

Intentó plasmar, expresar artísticamente, las experiencias con drogas alucinógenas, de ahí su nombre.

En su origen fue una manifestación estadounidense y pronto encontró imitadores en casi todos los países. Se trató de un fenómeno derivado del hippismo y de su pretendido rechazo al sistema.

Ese movimiento  incorporado por el mundo de los negocios, fue puesto en boga por tiendas de carteles, boutiques y centros nocturnos, con lo que perdió su intención renovadora.

La mayor parte de sus obras no son conocidas y las mejores son anónimas.

Algunos nombres son típicos productos de las galerías de arte, como Fuchs, Abrams, Casen, Okamura, etcétera.

Otros son producto de la industrialización comercial en carteles, como Peter Max o Wes Wilson.

La manifestación más novedosa e interesante de esta corriente fue la pintura corporal o arte ep (epidermal art) que no se practicaba en grande desde el derrumbe de los indígenas americanos frente a los europeos.

Sin duda, lo más sobresaliente fue su concepción colorista (brillante, rica, intensa, multicolor, contrastante). Tiene patrones parecidos a los de un caleidoscopio y a veces muestra un desbordamiento inquietante y estremecedor de la fantasía.

En oposición al hiperrealismo, este movimiento sí estuvo motivado socialmente (Herbert Marcuse) en la intención de los jóvenes de ver y sentir las cosas de una manera distinta, novedosa.

No deja de interesar que sea precisamente el arte el que cumpla esta función, y que los jóvenes se sientan desligados de las pretensiones de las otras corrientes.

Los artistas más representativos de este arte fueron Michael Garfield, Jonathan Solter, Eric Nez, Pouyan Khosravi, Dennis Konstantin, Ted Wallace, Adam Scott Miller, Kelsey Brookes y Randal Roberts.

A cien años, reitera don Fernando.


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