Lecturas con pátina
Por José Antonio ASPIROS VILLAGÓMEZ
Para Arcano Radio
Para Julio Cortázar -de cuyo deceso se cumplirán 35 años el
12 de febrero- el cuento era “un relato cerrado que se basta a sí mismo”, con
intensidad y tensión, y, la novela, un juego literario abierto y sin un límite
preciso. Así lo mencionó al centenar de alumnos que, según el libro Clases de
literatura (Alfaguara, 2013), asistieron al curso que impartió en 1970 en la
Universidad californiana de Berkeley.
Habló de un cuento suyo que no le gustó a su paisano, el
‘Che’ Guevara -quien cargaba en su mochila libros lúdicos (ver El cuaderno
verde del Che, Paco Ignacio Taibo II, Seix Barral, 2007)- y dos que le
publicaron en México porque en Argentina los prohibió la dictadura; de que ese
género maduró muy pronto en América latina mientras que en Francia casi no lo
tomaban en cuenta, y del desdoblamiento del tiempo y los personajes en sus
propios cuentos, que además eran producto de sus pesadillas como en los casos
de La noche boca arriba y la muy conocida Casa tomada.
Explicó cómo, según su experiencia y sus lecturas como la de
El retrato de Dorian Gray, el realismo y la fantasía se necesitan mutuamente en
la novela, y cómo desde los griegos clásicos, la fatalidad o destino están
presentes en la literatura fantástica. Pero advirtió que no es fácil el paso
del realismo a lo fantástico, porque nadie sabe exactamente lo que es la
realidad, ya que nuestros sentidos se equivocan fácilmente. Habló del realismo
mágico de García Márquez y del realismo simbólico de Kafka. También lo gris del
realismo socialista.
Comentó también acerca del idioma español que empleó para
toda su obra, y de la necesidad -como algo “absolutamente capital”- de defender
dicha lengua en América latina, aunque reconoció que hay “gente con un nivel
mínimo de educación”, a la que no se puede “exigir un control crítico de su
lenguaje” especialmente cuando emigran, como en el habla con mezclas de inglés
de los puertorriqueños que viven en Nueva York, sobre la cual “se hacen
infinitas bromas”.
En su penúltima clase contó cómo sin su permiso aparecieron
él y otros escritores en popular la tira cómica Fantomas, editada en México
sobre un loco que hace volar bibliotecas, y él hizo una versión como réplica
que dejó avergonzado al personaje, quien se compromete a que “desde ahora
dedicaré toda mi fuerza a luchar contra las empresas multinacionales y contra
las formas negativas del imperialismo”.
Interesantísimas de principio a fin, es imposible reseñar en
este artículo las Clases de literatura con mayor amplitud. Bastará con agregar,
de nuestras 13 hojas de apuntes, que mencionó la prosa musical, el papel de los
correctores de estilo, las traducciones, la falta de “vibración” en la prosa de
Mario Vargas Llosa, el humor en la literatura (humor negro en el caso de la
muerte de Rocamadour), el rechazo de muchos autores a lo lúdico, y de cómo se
hizo famoso su libro Historias de cronopios y famas (Minotauro, 1962) porque
sus amigos le reclamaron por escribir de esos temas.
Su última clase fue acerca de la literatura erótica que
entre griegos y romanos no era un tema tabú, y no debe confundirse con la
pornográfica. En el libro Clases de literatura sabrá -léalo, lo va a disfrutar-
lo que pensaba Cortázar sobre los pocos críticos literarios que había en ese
momento en América latina (ahora existen más y usted ha leído algo en la
‘Biblioteca de Arcadia’), frente a los muchos que hacen reseñas, como ocurre en
estas ‘Lecturas con pátina’.
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