*Concluyó Encuentro sobre “La protección de los menores en la Iglesia”
*En la Sala Regia, tras la celebración de la Santa Misa, el Santo Padre Francisco pronunció un amplio discurso como conclusión del Encuentro sobre “La protección de los menores en la Iglesia”. El Pontífice condena estos crímenes abominables” que involucran a millones de niños en el mundo, formas de abuso y explotación, detrás de las cuales se esconde la “mano del mal”, che que “no perdona ni siquiera la inocencia de los niños”
Por Barbara CASTELLI
Periodista de Radio Vaticano
En la Sala Regia, el Papa pronuncia
Después de la Misa, un amplio
Discurso
(Vatican Media)
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El Encuentro sobre “La protección de los menores en la
Iglesia”, que reunió del 21 al 24 de febrero a patriarcas, cardenales,
arzobispos, obispos, superiores religiosos y responsables procedentes de todo
el mundo para confrontarse acerca de la plaga de los abusos, se concluyó con el
discurso de Papa Francisco.
Después de la Santa Misa – celebrada al igual que la
Liturgia penitencial de la tarde del sábado 23 de febrero en la Sala Regia del
Palacio Apostólico Vaticano – el Pontífice tomó la palabra para trazar con
claridad los contornos de un fenómeno “abominable”, difundido históricamente en
todas las culturas y sociedades: “Un problema que antes se consideraba un tabú”
y que “todavía en la actualidad las estadísticas disponibles sobre los abusos
sexuales a menores, publicadas por varias organizaciones y organismos
nacionales e internacionales (…), no muestran la verdadera entidad del
fenómeno, con frecuencia subestimado, principalmente porque muchos casos de
abusos sexuales a menores no son denunciados, en particular aquellos
numerosísimos que se cometen en el ámbito familiar”.
Por eso ha crecido actualmente en la Iglesia la conciencia
de que se debe no sólo intentar limitar los gravísimos abusos con medidas
disciplinares y procesos civiles y canónicos, sino también afrontar con
decisión el fenómeno tanto dentro como fuera de la Iglesia... La Iglesia se
siente llamada a combatir este mal que toca el núcleo de su misión: anunciar el
Evangelio a los pequeños y protegerlos de los lobos voraces.
La ira de Dios, traicionado y abofeteado
“La inhumanidad del fenómeno a escala mundial es todavía más
grave y más escandalosa en la Iglesia, porque contrasta con su autoridad moral
y su credibilidad ética”. Así la Esposa de Cristo debe ver reflejado en “la
justificada rabia de la gente”, la ira “de Dios, traicionado y abofeteado por
estos consagrados deshonestos”.
El consagrado, elegido por Dios para guiar las almas a la
salvación, se deja subyugar por su fragilidad humana, o por su enfermedad,
convirtiéndose en instrumento de satanás. En los abusos, nosotros vemos la mano
del mal que no perdona ni siquiera la inocencia de los niños.
Erradicar semejante brutalidad
El Papa Bergoglio recuerda a todos que el único modo para
“vencer el espíritu del mal” pasa a través de la humillación, la acusación de
nosotros mismos, la oración y la penitencia, siguiendo el ejemplo de Jesús. De
este modo el “objetivo de la Iglesia será escuchar, tutelar, proteger y cuidar
a los menores abusados, explotados y olvidados, allí donde se encuentren”. Y
para alcanzar es fin – prosiguió diciendo el Santo Padre – la Iglesia “tiene
que estar por encima de todas las polémicas ideológicas y las políticas
periodísticas que a menudo instrumentalizan, por intereses varios, los mismos
dramas vividos por los pequeños”.
Ha llegado la hora de encontrar el justo equilibrio entre
todos los valores en juego y de dar directrices uniformes para la Iglesia,
evitando los dos extremos de un justicialismo, provocado por el sentido de
culpa por los errores pasados y de la presión del mundo mediático, y de una
autodefensa que no afronta las causas y las consecuencias de estos graves
delitos.
Las declinaciones del mal
“Millones de niños del mundo son víctimas de la explotación
y de abusos sexuales”: un drama que se lleva a cabo, sobre todo, por mano de
los “padres”, de los “parientes”, de los “esposos de esposas niñas”, de los
“entrenadores”, de los “educadores”, y ante el cual “muy raramente las víctimas
confían y buscan ayuda”, por “vergüenza”, “confusión”, “miedo a la venganza” y
“desconfianza en las instituciones”. Un monstruo que “leva a la amargura,
incluso al suicidio, o a veces a vengarse haciendo lo mismo”.
En una nota al discurso del Papa, se citan datos de las
organizaciones internacionales: según la OMS, en el año 2017, “hasta mil millones
de menores en una edad comprendida entre los 2 y los 17 años han sufrido
violencias o negligencias físicas, emotivas o sexuales. Los abusos sexuales
(…), según algunas estimaciones de UNICEF en 2014, afectan a más de 120
millones de niñas, entre las que se registra el más alto número de víctimas”.
El Papa Francisco recuerda, de modo especial, el “turismo
sexual”, una plaga que, según los datos del 2017 de la Organización Mundial del
Turismo, ve cada año que “tres millones de personas emprenden un viaje para
tener relaciones sexuales con un menor”; al igual que la pornografía, se
realiza “con modalidades cada vez más horribles y violentas”.
La plaga de la pornografía ha alcanzado enormes dimensiones,
con efectos funestos sobre la psique y las relaciones entre el hombre y la
mujer, y entre ellos y los niños. Un fenómeno en continuo crecimiento. Una
parte muy importante de la producción pornográfica tiene tristemente por objeto
a los menores, que así son gravemente heridos en su dignidad.
Entre los pensamientos del Papa Bergoglio, los tantos
pequeños víctimas del abuso de poder, una parte de la humanidad que abraza a
ochenta y cinco millones de niños, “olvidados por todos: los niños soldado, los
menores prostituidos, los niños malnutridos, los niños secuestrados y
frecuentemente víctimas del monstruoso comercio de órganos humanos, o también
transformados en esclavos, los niños víctimas de la guerra, los niños
refugiados y los niños abortados”.
Siete estrategias para salvar a los niños
Ante tanta crueldad, ante todo este sacrificio idolátrico de
niños al dios del poder, del dinero, del orgullo, de la soberbia, no bastan
meras explicaciones empíricas; estas no son capaces de hacernos comprender la
amplitud y la profundidad del drama. Una vez más, la hermenéutica positivista
demuestra su proprio límite”; de ahí que el Pontífice mencione las “Best
Practices” formuladas, bajo la guía de la Organización Mundial de la Salud, por
un grupo de diez agencias internacionales. Se trata de un paquete de medidas
llamado INSPIRE, es decir, “siete estrategias para erradicar la violencia
contra los menores”, que deberán inspirar diversas dimensiones de atención en
la Iglesia. Así como para la protección de “los menores e impedir que sean
víctimas de cualquier abuso psicológico y físico”. Un empeño para el cual se requiere una
“seriedad impecable”.
“Deseo reiterar ahora que «la Iglesia no se cansará de hacer
todo lo necesario para llevar ante la justicia a cualquiera que haya cometido
tales crímenes. La Iglesia nunca intentará encubrir o subestimar ningún caso»
(…). Tiene la convicción de que «los pecados y crímenes de las personas
consagradas adquieren un tinte todavía más oscuro de infidelidad, de vergüenza,
y deforman el rostro de la Iglesia socavando su credibilidad. En efecto,
también la Iglesia, junto con sus hijos fieles, es víctima de estas
infidelidades y de estos verdaderos y propios delitos de malversación»
Repartir de las propias faltas
Prosiguiendo en sus ocho puntos, el Papa Francesco habla de
“una verdadera purificación”, porque “a pesar de las medidas adoptadas y los
progresos realizados en materia de prevención de los abusos, se necesita
imponer un renovado y perenne empeño hacia la santidad en los pastores, cuya
configuración con Cristo Buen Pastor es un derecho del pueblo de Dios”. “El
santo temor de Dios – prosigue – nos lleva a acusarnos a nosotros mismos – como
personas y como institución – y a reparar nuestras faltas” sin “caer en la
trampa de acusar a los otros, que es un paso hacia la excusa que nos separa de
la realidad”.
En este contexto surge la importancia de la “formación”, es
decir, “la exigencia de la selección y de la formación de los candidatos al
sacerdocio con criterios no sólo negativos, preocupados principalmente por
excluir a las personas problemáticas, sino también positivos para ofrecer un
camino de formación equilibrado para los candidatos idóneos, orientado a la
santidad y en el que se contemple la virtud de la castidad”.
Además, el Pontífice habla de “reforzar y verificar las
directrices de las Conferencias Episcopales: es decir, reafirmar la exigencia
de la unidad de los obispos en la aplicación de parámetros que tengan valor de
normas y no solo de orientación”.
Ningún abuso debe ser jamás encubierto ni infravalorado
(como ha sido costumbre en el pasado), porque el encubrimiento de los abusos
favorece que se extienda el mal y añade un nivel adicional de escándalo. De
modo particular, desarrollar un nuevo y eficaz planteamiento para la prevención
en todas las instituciones y ambientes de actividad eclesial.
Acompañar a las personas abusadas
El Pontífice reserva gran atención también al acompañamiento
de las personas abusadas, porque “el mal que vivieron deja en ellos heridas
indelebles que se manifiestan en rencor y tendencia a la autodestrucción”.
Por lo tanto, la Iglesia tiene el deber de ofrecerles todo
el apoyo necesario, valiéndose de expertos en esta materia. Escuchar, dejadme
decir: “perder tiempo” en escuchar. La escucha sana al herido, y nos sana
también a nosotros mismos del egoísmo, de la distancia, del “no me
corresponde”, de la actitud del sacerdote y del levita de la parábola del Buen
Samaritano.
Mundo digital y turismo sexual
En los puntos 7 y 8, el Papa Bergoglio vuelve a reflexionar
sobre el mundo digital y sobre el turismo sexual. Con atención especial con
respecto al primero, insiste:
“Es necesario
comprometernos para que los chicos y las chicas, de modo particular los
seminaristas y el clero, no sean esclavos de dependencias basadas en la
explotación y el abuso criminal de los inocentes y de sus imágenes, y en el
desprecio de la dignidad de la mujer y de la persona humana”.
En esta perspectiva, reafirmando que “el delito no goza del
derecho a la libertad”, el Pontífice recuerda las normas “sobre los delitos más
graves” aprobadas por el Papa Benedicto XVI en el año 2010, donde fueron
añadidos como nuevos casos de delitos «la adquisición, la retención o
divulgación» realizada por un clérigo «en cualquier forma y con cualquier tipo
de medio, de imágenes pornográficas de menores». Entonces se hablaba de
«menores de edad inferior a 14 años», ahora pensamos elevar este límite de edad
para extender la protección de los menores e insistir en la gravedad de estos
hechos”.
Gracias al santo pueblo fiel de Dios
El Papa Francisco concluye su intervención agradeciendo “de
corazón a todos los sacerdotes y a los consagrados que sirven al Señor con
fidelidad y totalmente, y que se sienten deshonrados y desacreditados por la
conducta vergonzosa de algunos de sus hermanos”; y “también a los laicos que
conocen bien a sus buenos pastores y siguen rezando por ellos y
sosteniéndolos”.
El santo Pueblo fiel de Dios, en su silencio cotidiano, de
muchas formas y maneras continúa haciendo visible y afirmando con “obstinada”
esperanza que el Señor no abandona, que sostiene la entrega constante y, en
tantas situaciones, dolorosa de sus hijos. El santo y paciente Pueblo fiel de
Dios, sostenido y vivificado por el Espíritu Santo, es el rostro mejor de la
Iglesia profética que en su entrega cotidiana sabe poner en el centro a su
Señor. Será justamente este santo Pueblo de Dios el que nos libre de la plaga
del clericalismo, que es el terreno fértil para todas estas abominaciones.
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