Braulio MORO
Periodista de nuestra asociad RFI
La desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal
de Ayotzinapa, México, el 26 de septiembre de 2014, es una herida viva en el
país. El ataque contra los normalistas exhibe la complicidad existente entre el
Estado, el crimen organizado y los narcotraficantes. Es necesario evitar que
este horrible caso caiga en el olvido.
"Hay suficiente documentación oficial para decir que
fue un ataque orquestado por el Estado para desaparecer a 43 estudiantes y
asesinar a otros tres. Cuando uno se adentra en los documentos, las huellas y
los rastros del ejército mismo van quedando regados por todos lados, en voz de
los soldados. Sí, están desaparecidos, nadie sabe dónde están, pero no hay
presunción; es un crimen en el que el Estado tiene mucho que ver y en el que
las Fuerzas Armadas participaron activamente", afirma Francisco Cruz,
autor del libro La guerra que nos ocultan, coescrito con Félix Santana y Miguel
Ángel Alvarado, en el que los autores presentan diversas pruebas que muestran
la participación directa de las fuerzas del Estado mexicano en el ataque de la
noche del 26 de septiembre de 2014 contra los estudiantes.
"Ayotzinapa es una de las escuelas normales
sobrevivientes a una política permanente para desaparecerlas. La Normal se
había convertido en un problema para el gobierno y para el desarrollo de las
grandes mineras transnacionales, y el gobierno temía un estallido social. Desde
un año anterior al ataque a los normalistas, la Normal se había convertido en
un foco en el que confluían los movimientos inconformes", explica
Francisco Cruz quien denuncia que hay pruebas de "tortura y desollamiento,
vivo, de un estudiante: Julio César Mondragón Fontes, a quien al morir le roban
su teléfono celular. Ese teléfono, que debería ser uno de los más buscados de
México, registra, seis meses después del asesinato, actividades que justamente
llevan a los militares, a las oficinas de los cuerpos de inteligencia
mexicana".
No hay comentarios:
Publicar un comentario