Deslindes
Por Armando SEPULVEDA IBARRA
Periodista colaborador de Arcano Político
(Nota de la Redacción: Se enriquece el espacio de Opinión de Arcano Radio. Le damos la bienvenida a nuestro espacio de opinión a nuestro compañero sonorense Armando Sepúlveda Ibarra, ex director de Excélsior.)
Víctima de una ignorancia crónica e incurable, el señor Peña
volvió a enfurecer a los mexicanos en su contra y a escandalizar al mundo y asombrarlo,
pero esta vez, en el límite de la tolerancia, se erigió junto con su distinguido
huésped, el señor Donald Trump, en una verdadera amenaza a la nación con la
insensata osadía de abrir las puertas de Los Pinos al principal enemigo de
México, recibirlo con gran honor, regalarle un maravilloso trato de jefe de
Estado con toda la pompa, consentirle con que le llamara mi amigo y, de remate,
sobarle el lomo con un discurso tímido y sumiso y humillante.
Mientras el pueblo esperaba frente a los televisores con
ansiedad e indignación, por el vergonzoso error de haberlo traído a reírse de
todos, que la depreciada figura presidencial saltara en su defensa durante la
insólita ceremonia conjunta del 31 de agosto y encarara al locuaz y demagogo candidato
republicano a la Presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica, con coraje
y dignidad, para descalificarlo, guardó un cobarde silencio.
Ante el azoro y enojo de todo México y, para acabarla de
fastidiar, también del Presidente estadounidense Barak Obama y su candidata demócrata
Hillary Clinton, a quien dañó por igual restándole puntos, el señor Peña
oxigenó con su descocada invitación la hasta entonces declinante campaña de su
“nuevo amigo” el señor Trump y, gracias a la visita y sus circunstancias,
emparejó allá las preferencias electorales. Cándido y encogido ante el intruso,
salió a flote como su espontáneo e ingenuo impulsor y portavoz de su
proselitismo al presentarlo como una sencilla y mansa paloma con la formalidad
y protocolo de un estadista. Guiado por la traidora mano de sus asesores que
patrocinaron la visita, el Presidente de México (¡sí: el Primer Mandatario!)
aprovechó otro momento fatal de la ceremonia, acaso inconsciente, para
restregarle a los mexicanos en sus rostros que los dichos de este hitleriano
racista, que viene tildando a los connacionales inmigrantes de asesinos,
corruptos y narcotraficantes, han sido “mal interpretados” por todos nosotros,
en una pose de servidumbre innecesaria y de poca vergüenza que, sumada a las
demás barbaridades de la funesta víspera del “Día del Presidente”, suena a
traición a la patria según el sentir nacional.
NI EL PEOR APRENDIZ
En las semanas cruciales para el futuro de los Estados
Unidos y la tranquilidad del mundo, en que Trump iba en picada en el ánimo de
los electores entre el regocijo internacional y, a la par, resurgía la señora
Clinton con una cómoda ventaja en las preferencias que hasta allí parecía
definitiva, surgió la ocurrencia de tecnócratas neoliberales improvisados en
las política y la diplomacia de traer al candidato republicano para que con su
encantadora presencia en Los Pinos al lado del señor Peña, para tomarse juntos
la foto (incómoda y aberrante) que recorrería el mundo, arropara la economía nacional
e infundiera confianza hacia México entre los inversionistas y los organismos
internacionales, por si aquel tipo – pensaban los genios de la corte peñista –
gana la elección y arriba a la Presidencia del Imperio. ¡Vaya idiotez! ¡Qué
ignorancia y estupidez! Ni al peor aprendiz de político y diplomático se le
hubiera ocurrido invitarlo para evitar entrometerse en las elecciones del vecino
país y crear un conflicto de Estado con alto riesgo para la nación y sus relaciones
con los Estados Unidos, mas cuando se supone que existe una convivencia plena y
cordial con la administración de Obama, correligionario de Hillary. Allá los
protagonistas del gobierno han de guardar los tiempos para hacer las cuentas,
para infortunio de México, si al final de la contienda domina el rencor; pero
lo cierto es que, contra la visión errónea y absurda de los malos gobernantes
mexicanos, Trump es el enemigo a vencer en el mundo: un desquiciado que, como
paradoja, el señor Peña en un raro instante de lucidez atinó a compararlo hará
unos meses con Hitler y Mussolini antes de hacer la temeraria y fugaz amistad
con el magnate.
EL SUICIDIO POLITICO
Por la misma época en que los genios que merodean y susurran
al oído del huésped de Los Pinos, a imitación de los oráculos de Delfos, sus
sabios consejos de filósofos y pensadores a la Platón y Cicerón, idearon
oxigenarlo a él y su decadente gobierno con la salvadora presencia del señor
Trump en el Salón López Mateos de la residencia presidencial, como si este
neofascista fuera Dios, al señor Peña le faltaba aliento para llegar arañando
con un poco de aire al incierto 2018 con la pesada losa de arrastrar un repudio
de 77 por ciento de la población hasta antes del encuentro suicida con el
abanderado republicano. Un atisbo de inteligencia, una pizca de sentido común,
o la simple consulta a quienes sí saben de política y diplomacia hubiera
cancelado la inconcebible intención de que viniera el señor Trump –“sería un
gran honor entrevistarme con usted” (¡¡¡!!!), dice sin vergüenza la carta de
invitación rubricada por el señor Peña que, para colmo, llevó y entregó en
Washington la canciller Claudia Ruiz Massieu Salinas en las oficinas del
candidato, en un suceso que de seguro apenaría a Don Benito Juárez y Don Genaro
Estrada, gigantes de la diplomacia mexicana, o así de simple a cualquier
diplomático de carrera – y hubiera además ahorrado el ridículo del Presidente
de la República y su hazmerreir internacional, la irritación y el coraje de los
mexicanos y el peligro en que de un día para otro han puesto a la nación. Un estratega
incluso pueblerina antes valoraría la situación y las opciones para enfrentarla,
sopesaría eventuales resultados de la acción y la reacción y, cuando encontrara
la seguridad, vollvería a repensarla y entonces tomaría las decisiones
pertinentes lejos de aventarse “a la mexicana” con el consejo de los ignorantes.
La burda sutileza de intentar hoy culpar del nuevo desastre político y
diplomático sólo a los consejeros que recomendaron la visita, por el incidente
y su fracaso, han de saber que tratan al señor Peña como si fuera un tonto, o
algo así: pero quien decide es el inquilino de Los Pinos y si es el jefe de
Estado debe saber gobernar, o si ignora las reglas mínimas, escuchar a los especialistas.
Después de haber asistido toda la nación, con la visita
indeseable, al suicidio político del Presidente y su nuevo PRI, mucho tiempo
antes de las elecciones presidenciales de 2018, sólo unos cuantos empleados del
señor Peña ofrecen la cara en su defensa y justifican los increíbles apapachos
al señor Trump sin pdoer argumentarlos. Por allí entre la tormenta, a fuerzas, Luis
Videgaray -- cerebro de la invitación al indeseable republicano -- , Miguel
Ángel Osorio Chong y Claudia Ruiz Masieu, del gabinete, así como los pastores
priístas Enrique Ochoa Reza, el líder del senado Emilio Ganboa Patrón y su
prima Carolina Monroy, han esbozado un estribillo que repiten como loros sin
convicción en apoyo a la aberrante entrada del señor Trump a Los Pinos, con que
mancillaron a la nación y ofendieron a los mexicanos de aquí y de allá.
Alguien debería poner un freno a las ocurrencias idiotas de
los gobernantes y, si en realidad existen y valen para algo los supuestos contrapesos,
el Congreso de la Unión tiene la facultad de llamar a cuentas al Ejecutivo e
incluso juzgarlo porque, como se comenta con furia a voz en cuello en la
nación, hubo con la invitación y cálida bienvenida al señor Trump traición a la
patria. Actúen – es el clamor nacional -- antes de que, para ensayar una milagrosa e imposible resucitación, se les
ocurra algo más graves aún...
armandosepulvedai@yahoo.com.mx
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