Cuento
Por Mario Luis ALTUZAR SUÁREZ
... jamás pensó cómo regresaría! Despersonalizado en una bolsa de plástico con un número. ¿Cómo pensarlo ese septiembre de 1950? ¡La juvenil felicidad de los sueños inmortales! El eterno adiós sin percibir su profundidad en ese cálido beso femenino al equilibrista, sostenido de las piernas por dos amigos, para evitar caer por la ventana del tren.
Celos femeninos anticipados: “¡Cuidado con las coreanas!” Ni tiempo tuvo. Fue de los primeros caídos en esa batalla de 3 años. ¡Pero le fue bien! Él regresó… por lo menos sus restos en una bolsa plástica, y ¡treinta y tres mil no!… fueron declarados como desaparecidos, sin lugar para agradecerles su sacrificio.
¡Claro! Él recién regresado, fue uno de los valientes defensores de la democracia mundial, una primera línea contra la agresiva ofensiva comunista dictatorial.
¿En serio?
Desde que inventaron en 1947 “La Guerra Fría” del enfrentamiento de dos superpotencias que, dicen, se reparten el mundo, hasta 1991, se registran sesenta millones de muertos por las municiones de armas fabricadas por apátridas Barones de la Muerte.
Una clandestina minoría legaloide, con cajas registradoras tintineantes de cada uno de los cerca de cuatrocientos mil millones de dólares anuales del comercio mundial de armas, en donde políticos, militares y banqueros saben que es el juego en que todos jugamos: Banqueros financian con créditos el pago de facturas a los armeros sostenidos por políticos, en donde se hipoteca el futuro de los ciudadanos del mundo que, representa a los jugadores con su robotizado adoctrinamiento para reglar su sangre.
Negocios mundiales con más de diez guerras entre naciones, son inexplicables con los conflictos locales o nacionales por avaricia individual de los ignorantes que se imponen por la fuerza a los pensantes pero pasivos ante la experiencia religiosa del culto del divinizado slogan de “Patria o Muerte”, o de “Salvadores de la Patria”, y aquel de “Servidores de la Nación”… de cualquier manera, son los delincuentes hechos gobierno, los apostadores de la muerte que se pagan y regalan con bonos de vida. Convirtiéndose a la aldea global en un festín sin fin para saciar el hambre de hombre y la sed de sangre.
¡Nada nuevo bajo el sol! Tiempo de obedecer. Tiempo de llorar a los muertos. Tiempo de buscar a los desaparecidos. Tiempo de honrar a la Muerte sin responder la más importante interrogante: ¿Hasta cuándo podremos dedicarnos a honrar a la Vida?
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