Arcano financiero
*Políticas para abordar la pobreza y la desigualdad en
América Latina
Especial para Arcano Radio
América Latina entró en la pandemia como una de las regiones
con mayor desigualdad del planeta. Como gran parte del resto del mundo, saldrá
de ella más empobrecida y con una desigualdad todavía peor. Según estimaciones
anticipadas, otros 19 millones de personas de la región han caído en la
pobreza, y la desigualdad se ha incrementado en un 5% respecto a los niveles de
antes de la crisis. Los apoyos públicos proporcionados a gran escala en muchos
países evitaron resultados todavía peores, pero provocaron una subida en los
niveles de deuda pública, del 68% al 77% del PIB. Probablemente, esto limitará
la capacidad de los gobiernos para corregir el legado de la pandemia a más
largo plazo, en cuanto se afiance la recuperación.
Aun así, las perspectivas en cuanto a pobreza y desigualdad
en la región podrían ser mejores de lo que parece, por dos razones: i) el
resurgimiento de los precios de las materias primas y ii) la oportunidad que
brinda la pandemia de ampliar el consenso político y social en torno a las
reformas necesarias.
Aprovechar al máximo el resurgimiento de los precios de las
materias primas
Los términos de intercambio de las materias primas—relación
entre los precios de exportación e importación de las materias primas de un
país—se han situado en el nivel más alto desde 2011 en muchos de los
principales países exportadores de materias primas de América Latina. En Chile
y Perú, los términos de intercambio de las materias primas actual son los más
favorables desde 1980, gracias a los precios récord del cobre y otros metales.
Un nuevo documento departamental del FMI estudió el notable progreso que América Latina logró en la reducción de la pobreza y la desigualdad durante el auge de las materias primas de 2000–14. En sus conclusiones, se afirma que gran parte de los avances son consecuencia del aumento en el ingreso laboral real de los trabajadores menos cualificados, especialmente el sector servicios. Los aclamados programas de transferencias monetarias, como Bolsa Familia en Brasil, y Bono Juancito Pinto y Renta Dignidad en Bolivia, también desempeñaron un papel importante, aunque menor, en la mayoría de los países. Esto indica que, si se mantienen los elevados precios de las materias primas, el sector de materias primas se ampliará otra vez y atraerá a nuevos trabajadores, lo cual provocará un incremento de los sueldos y el empleo, y probablemente tendrá efectos de contagio en otros sectores, incluidos algunos de los más perjudicados por la pandemia de COVID-19.
Sin embargo, los
precios favorables de las materias primas no bastarán para reducir de forma
duradera la pobreza y la desigualdad por sí mismos en los países exportadores
de materias primas de América Latina. La volatilidad de precios implica que las
ganancias de hoy pueden convertirse en las perdidas del mañana, como ocurrió
cuando el auge se convirtió en caída, después de 2014. Además, el mundo que nos
deja la pandemia, caracterizado por una deuda pública mucho más elevada,
supondrá una limitación para muchos países. Es probable que los gobiernos
dispongan de un menor margen de maniobra para implementar transferencias
sociales, tanto por la debilidad de la situación fiscal como por la necesidad
de enfrentar las secuelas de la crisis. Por esta razón, creemos que América Latina
necesita reformas transformadoras y una diversificación que la aleje de las
materias primas.
Una oportunidad única para aplicar reformas transformativas
La reversión histórica de los avances sociales provocada por
la pandemia podría alimentar la polarización y la paralización de las reformas
en muchos países de América Latina. Sin embargo, la crisis también podría
propiciar las condiciones necesarias para un nuevo consenso político sobre la
forma de proceder, en especial si vienen acompañadas de un impulso favorable en
los precios de las materias primas. Esta podría ser una oportunidad única para
plantear pactos fiscales exhaustivos y abordar los problemas estructurales de
larga data.
Mayor progresividad de las finanzas públicas
Los sistemas tributarios y de transferencias de la región
son bastante menos progresivos que los de los países avanzados. Una mayor
progresividad en las finanzas públicas ayudaría a reducir la desigualdad y
además generaría espacio fiscal para políticas favorables a los pobres y al
crecimiento. América Latina debería incrementar la progresividad de los
impuestos sobre la renta de las personas físicas, centrándose en un recorte de
las exenciones tributarias y la lucha contra la evasión y la elusión fiscal. En
algunos casos, las autoridades económicas deberían plantearse reducir los
umbrales de ingresos en relación con el impuesto sobre la renta de las personas
físicas, para incluir en la red de tributación más personas con un ingreso
relativamente elevado.
Por el lado del gasto, la pandemia ha puesto de relieve la
necesidad de mejorar la focalización de las transferencias sociales en muchos
países para asegurar el apoyo a los grupos vulnerables. En términos más
generales, varios países de América Latina (por ejemplo, Brasil y Colombia)
registran gasto corriente muy rígido, el que es difícile de controlar puesto
que una gran parte se destina a gastos
obligatorios, como sueldos y pensiones. Esto dificulta que el nivel de
inversión pública sea el adecuado y complica la aplicación de políticas
fiscales sostenibles.
Otro aspecto que debe corregirse son las enormes diferencias
de elegibilidad para poder obtener pensión y la estructura de determinados
sistemas de prestaciones definidas. En Perú, por ejemplo, la elevada
informalidad laboral implica que solo aproximadamente el 30% de la población
económicamente activa tiene cobertura en los planes de pensiones estatutarios.
Además, es improbable que la mayoría de los trabajadores que sí contribuyen al
sistema nacional de pensiones alcancen el período mínimo de cotización, de 20
años. Esto significa que no solo no cobran pensión, sino que, además,
implícitamente, subvencionan a trabajadores de mayor ingreso que sí la cobran.
Prepararse para los empleos del mañana
Ante las transformaciones estructurales seguramente
provocadas o aceleradas por la pandemia, la región debería implementar
políticas destinadas a la recapacitación de los trabajadores, para prepararlos
para los empleos del mañana. La pandemia ha exacerbado la desigualdad de oportunidades
educativas, así que las autoridades deben dar prioridad a la mejora en el
acceso a la educación y la calidad de esta. Un sistema educativo público sólido
y de gran calidad seguirá proporcionando el capital humano que América Latina
necesita para la economía del futuro. También debe ser prioritario abordar el
elevado nivel de informalidad laboral de América Latina, que la pandemia
también ha sacado a la luz.
Economías más diversificadas
Un paso difícil pero fundamental es la diversificación
económica. El estudio de las estrategias aplicadas por los países que han
llevado a cabo con éxito una diversificación, como Corea, Malasia y Singapur,
podría ser un buen punto de partida. En América Latina, el auge de las
agroexportaciones en Perú, país tradicionalmente exportador de productos
mineros, constituye un estudio de caso interesante. El auge no hubiese sido
posible sin la construcción de distritos de riego (que han convertido zonas
desiertas cercanas a la costa en tierras agrícolas), la existencia de varios
tratados de libre comercio y la diligencia con la que ha trabajado la autoridad
fitosanitaria, que ha contribuido a abrir nuevos mercados. Esto indica que lo
que se requiere es un modelo que implique al «conjunto del gobierno».
Los gobiernos de América Latina se enfrentan a una tarea monumental. Aunque no existe una fórmula milagrosa, la crisis actual puede ser una oportunidad de reforma. De hecho, las decisiones que se tomen en los próximos años seguramente tendrán consecuencias de gran alcance para la región. Si América Latina logra el consenso político y social necesario para poner en marcha estas reformas transformativas, podrá situarse nuevamente en la senda del progreso social sostenible y sentar las bases de una economía del siglo XXI.
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