De la Mesa de Redacción Rafael Castilleja
De Arcano Político
Celebra este sábado 22 de octubre el Día Mundial del
Conocimiento de la Tartamudez, designado por la Europea League of Stuttering
Associations, International Fluency Association and International Stuttering
Association el 22 de octubre de 1998, que busca eliminar la discriminación
social hacia la gente que tartamudea y promover oportunidades para que ellos
logren alcanzar sus objetivos y aspiraciones.
La tartamudez o disfemia es un trastorno del habla (no un
trastorno del lenguaje) que se caracteriza por interrupciones involuntarias del
habla que se acompañan de tensión muscular en cara y cuello, miedo y estrés.
Ellas son la expresión visible de la interacción de
determinados factores orgánicos, psicológicos y sociales que determinan y
orientan en el individuo la conformación de un ser, un hacer y un sentir con
características propias.
Comienza, de modo característico, entre el segundo y cuarto
año de vida, aunque se suele confundir con las dificultades propias de la edad
a la hora de hablar. Al final, solo uno de cada 20 niños acaba tartamudeando y
muchos de ellos superan el trastorno en la adolescencia.
La tartamudez es conocida desde la antigüedad clásica, y
entonces el filósofo Aristóteles señalaba a la lengua como responsable de la
misma, incapaz de seguir la velocidad con que fluían las ideas.
Esta idea fue sostenida hasta el siglo XIX, en que los
cirujanos intentaban corregir la lengua con medios braquiales (dividiendo su
raíz, cortándole cuñas, añadiendo prótesis…). Otros, en cambio, recomendaban el
ensanchamiento de las vías respiratorias y la extirpación de las vegetaciones
adenoides y de las amígdalas.
El creador del psicoanálisis, Sigmund Freud y sus
seguidores, corrigiendo la visión anterior, asociaron la tartamudez a crisis
nerviosas y a problemas psíquicos, considerando que reflejaba la puja de los
deseos reprimidos por salir al exterior.
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