De la Mesa de Redacción Rafael Castilleja
De Arcano Político
Con información del Grupo Banco Mundial
Pese a que el número de estudiantes de educación superior aumentó drásticamente a 20 millones en la última década, solo la mitad ha podido llevarse el título a casa. |
Las buenas noticias: en América Latina hay 10.000
instituciones de educación superior que ofrecen más de 60.000 programas a más
de 20 millones de estudiantes, la tasa de matrícula aumentó del 21% en el 2000
al 43% en el 2013 y hay una mayor cantidad de estudiantes provenientes de
sectores medios y bajos.
Las malas son: la mitad de los que llegan a matricularse
abandonan sus estudios en el primer año, muchos cuestionan la calidad de la
expansión y calidad de la educación superior y pude que no preparen a los
jóvenes a las demandas del futuro. ¿Qué hacer?
“Mi hijo, el doctor”. “Mi hija, la arquitecta”. Estas
expresiones, tan típicas de los padres, muestran el orgullo de quienes, al no
haber podido acceder a la universidad, sueñan desde el primer momento en el que
sus hijos comienzan a transitar el camino de la educación superior.
Más allá del anhelo de los progenitores, en América Latina y
el Caribe diferentes políticas públicas y el ascenso de la clase media en la
década pasada han empujado a muchos más jóvenes a las puertas de las
universidades.
Los números así lo demuestran. La cantidad de personas entre
18 y 24 años que asisten a una institución de educación superior aumentó del
21% en 2000 al 43% en el 2013 con una mayor cantidad de estudiantes provenientes
de sectores medios y bajos, algo que no se veía años atrás.
Hoy existen más de 20 millones de estudiantes que asisten a
las más de 10 mil instituciones, las cuales ofrecen más de 60 mil programas de
formación, según los hallazgos del estudio Momento Decisivo: La Educación
Superior en América Latina, del Banco Mundial.
Nada mal en comparación con otras regiones donde ir a la
universidad o a un instituto de educación superior es solo un lujo que algunos
pocos se pueden dar.
Pero hoy, la educación universitaria se encuentra en una
encrucijada. Su rápida expansión, las características de los "nuevos"
estudiantes y regulaciones laxas han llevado a muchos a cuestionar la calidad
de sus programas.
Millones de estudiantes entran en sus aulas, pero no todos
acceden a opciones de calidad. Esto significa que no solo no cuentan con un
plan de estudios atractivo que los retenga hasta terminar si no que, al
graduarse, tampoco están preparados para enfrentar las demandas del mercado
laboral actual. Se calcula que solo el 50% de los estudiantes que inician sus
estudios superiores llegan a terminar y se gradúan.
Y en un mundo que afronta nuevos desafíos como la
automatización, las demandas de nuevas habilidades y un escenario político
cambiante, las carreras tradicionales consideradas más exitosas han sido
destronadas por otras más acordes a los requerimientos del mundo actual.
Los ránkings, que a menudo se usan como indicadores de la
calidad de la educación superior, no presentan buenas noticias para América
Latina. Entre los 500 mejores institutos de educación superior, solo hay 10 de
la región, siendo África la única región con menos:
El estudio del Banco Mundial investiga tres aspectos clave
de la educación superior en la región: calidad, variedad y equidad.
Un buen sistema de educación superior ofrece programas de
calidad que maximizan el potencial de los estudiantes. Una variedad de ofertas
permite a los estudiantes encontrar su mejor opción: entrenar no solo a los
médicos necesarios en un hospital, sino también a las enfermeras y los
asistentes administrativos. Dado que la mera disponibilidad de la variedad y la
calidad no garantizan el acceso o éxito de los estudiantes, un sistema de
educación superior muestra la equidad cuando los estudiantes tienen acceso a
iguales oportunidades.
La equidad muchas veces comienza desde temprano. No todos
los jóvenes y sus familias cuentan con la información ni los recursos
necesarios para tomar una decisión correcta con respecto a la elección de una
carrera profesional. En muchos casos, elegir es una oportunidad única en la
vida y equivocarse puede ser el final de una carrera: la transferencia de
programas es bastante dificultosa y burocrática.
Continuar o abandonar
A pesar de los escollos a los que se enfrentan, los
estudiantes considerados más pobres representaron el 45% del aumento de la
matrícula en los últimos años. Sin embargo, estos “nuevos” estudiantes
provienen de familias con menores recursos y muchas veces no están preparados
académicamente para enfrentar los desafíos de la educación superior, lo que
muchas veces explica la falta de completación de las carreras de educación
superior.
En promedio, solo la mitad de las personas entre 25 y 29
años que estaban matriculadas no completaron sus estudios, ya sea por abandono
o porque aún continúan estudiando. De los que abandonan, la mitad lo hace en el
primer año de su carrera.
El sistema no ayuda. Las carreras son largas y tediosas. Se
estima el tiempo que tardan los estudiantes de América Latina y el Caribe en
completarlas es un promedio de 36% más que en el resto del mundo. Esto implica
que los estudiantes pasan más años como tales y, por ende, durante sus años
facultativos ganan salarios acordes a su nivel secundario. El tiempo excesivo
también tiene un costado filoso: los estudiantes muchas veces necesitan salir a
trabajar para completar sus estudios, pero al mismo tiempo terminan
abandonándolos por estar abrumados por las responsabilidades laborales y no ver
la luz al final del túnel.
Dada la urgencia de la región en mejorar su productividad en
un contexto de crecimiento lento, es clave la formación de capital humano de
manera rápida y eficiente. De acuerdo al estudio, los hacedores de política
pública tienen que tener en cuenta que no necesariamente acceso implica
completación y calidad.
El estudio también recomienda que se deben diseñar políticas
multidimensionales que no solo evalúen la calidad de los contenidos brindados
en las instituciones, si no también apoyo a estudiantes que no están
académicamente listos para la educación superior, e incentivos tanto para las
universidades como para estudiantes para terminar la carrera.
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